tag:blogger.com,1999:blog-23007936236313587472024-02-08T17:19:32.329+01:00Un estrés y un sinvivirUn estrés y un sinvivir pretende servir para comentar todas esas cosas que nos fastidian pero que no podemos evitar y ante las que lo único que podemos hacer es exclamar "¡esto es un estrés y un sinvivir!".Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.comBlogger89125tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-62211872738943232242017-05-22T22:16:00.005+02:002017-05-24T19:59:23.269+02:00Torpes, torponcillos y demás fauna que tropiezaMe reía la otra tarde, cuando una amiga me mandó una foto de sus botas, convertidas en un amasijo de arcilla tras haber pasado por lo que ella definía como unas "arenas movedizas"... Y no es que me haya reído de mi amiga, pobre (bueno, sí me he reído, soy así de bruja, qué le voy a hacer), más bien es que su percance me ha hecho recordar unos cuantos "perpetrados" por mí misma...<br />
<br />
Sin ir más lejos, al ver las botas embarradas he recordado aquella vez que. volviendo de clase, me metí de patas en lo que yo tomé por un foso de cemento y resultó ser una pobre acera que estaban haciendo junto a las obras del metro. Cierto que se veía a la legua que la acera estaba, digamos, blandita, pero yo no la vi y no porque no llevara las gafas, sino porque iba leyendo, costumbre nada recomendable y que se puede comparar a nuestra manía actual de mandar whatsapps a diestro y siniestro, cuando deberíamos estar atentos, al menos, al tráfico.<br />
<br />
Sí, lo sé, no se debe ir leyendo por la calle, lo menos que te puede pasar es que pises una caca y os aseguro, por experiencia, que no te toca la lotería; pero ahí estaba yo, devorando un ladrillo de libro, cuando oí, así como de lejos, dos "chof" ("chof", "chof") y sentí, de repente, frío en los pies. Miré para abajo... y los dos habían desaparecido, criaturillas, en un espeso mar gris. No sé cuánta gente me vio en esa situación tan absurda, con el libro en la mano e intentando interpretar qué porras había pasado para que, en un segundo, hubiera pasado de "estudiante de vuelta a casa" a "panoli de camino a la petrificación".<br />
<br />
Vino en mi ayuda un chico que, por si no me había dado cuenta, me aclaró amablemente: "creo que te has manchado". Y eso fue lo que rompió mi parálisis y me obligó a salir corriendo, para llegar a casita antes de que el cemento se me secara encima y tuviera que sacarme las playeras con un taladro, como en los tebeos de Mortadelo.<br />
<br />
Lo peor de tan estúpida aventura es que no se trata de un hecho aislado, sino de un ejemplo de las múltiples torpezas que cometo de forma habitual y me quedo tan ancha... Bueno, en realidad no me quedo tan ancha, en un primer momento me da muchísima rabia, aunque cuando intento explicarme a mí misma lo que me ha sucedido, me suele entrar la risa floja, como aquella vez que, "ayudando" a otra amiga, sacudí el mantel después de comer y tiré las servilletas por la ventana... hecho del que no fui consciente hasta una semana después cuando ella me lo explicó mientras yo me escacharraba convenientemente... O cuando se me vino encima una montaña de ropa porque decidí que podría sacar, sin ningún problema, la camiseta de abajo del todo.<br />
<br />
Y ¿cuántas veces me habré dado contra una farola por ir pensando en las Batuecas? Ni las cuento ya, porque son legión y tampoco es cuestión ir apuntando cada estupidez que hago al día (más que nada porque no tendría espacio en la agenda).<br />
<br />
Pero la cosa no acaba ahí. No me preguntéis cómo, pero en una ocasión estuve a punto de pillarme una oreja (a izquierda) con la puerta del coche de mi cuñado. Por fortuna sólo me la arañé, pero aún hoy, cuando han pasado ya unos años, sigo sin explicármelo, palabrita... Y casi es mejor, hay cosas, como dicen en las pelis de miedo, que deberían permanecer siempre ocultas...<br />
<br />
Cierto que debe haber, en mis estupideces, un cierto componente genético, ya que mi hermana se cortó una vez con un trozo de queso (de verdad, que sí, que lo hizo, tampoco sabe cómo, pero lo hizo), mi padre intentó hacer una llamada con el mando de la tele y tengo unos primos que, movidos también por algún gen aún no descifrado por la ciencia, atraen indefectiblemente las chorradas, a modo de humanos imanes... Es un hecho científicamente demostrado que, si un vaso lleno de algo preferentemente pringoso, se cae sobre la mesa, el líquido se dirigirá, sin vacilación, hacia ellos, no importa cuál sea la inclinación de la mesa.<br />
<br />
En serio, cada vez estoy más convencida de que el gen de la torpeza (llamémoslo gen T), que debe ocultarse en alguna parte de a saber qué par de cromosomas, se encuentra activo en mi organismo y me impulsa a pisarme los cordones de los zapatos, pillarme los dedos con las puertas, darme con la puerta del armario de los platos en el cogote, tropezar con inexistentes obstáculos, engancharme las mangas de las camisetas con los picaportes cuando llevo algo que se pueda romper (un plato o un vaso, por ejemplo), estornudar con la boca llena, perder todo aquello que tengo entre las manos, cargarme, sin saber muy bien cómo, lo que estoy intentando arreglar y, en resumen, cualquier otra cosa que se os pueda ocurrir...<br />
<br />
... Actividades que me valieron, en mi más tierna infancia, el apodo de "manitas de cazo", que yo sufrí con grandes dosis de frustración hasta que comprendí que era el gen T que, por esos caprichos de la genética, suele saltarse una generación, así que compadezco a mis familiares con padres de manos y pies hábiles, porque eso significa que, en algún momento de su vida (si no desde el nacimiento, como en mi caso), el gen se activará y con él su capacidad para ponerse a sí mismos en ridículo, no importa el lugar o el momento (o, en realidad, sí que importa, siempre pasará en el instante en que alguien les esté mirando, para poder dejar luego testimonio en comentarios y chascarrillos, snif).<br />
<br />
Al final (o al principio, si eres un poco rápida) aprendes a reírte de ti misma y de tus meteduras de pata y hasta a contarlas con estilo (después de todo, siempre va a haber alguien que lo haga público, mejor que seas tú, hay que aceptar con deportividad las limitaciones de la naturaleza) pero os lo aseguro, ser tan tan tan torpe es un estrés y un sinvivir.<br />
<br />Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-21234404107001349032017-05-03T23:41:00.002+02:002017-05-06T01:15:02.279+02:00Cómo estrellar tu dron en tres fáciles leccionesEn su última visita, los Reyes Magos trajeron para mí en uno de sus camellos uno de esos extraños artilugios que han dado en llamar "drones", palabreja inglesa para denominar a los zánganos, supongo que por el zumbido con que acompañan sus revoloteos. Vamos, digo yo...<br />
<br />
El caso es que mi nuevo juguetillo y yo hemos protagonizado últimamente algunas absurdas aventuras, algo que, en mi caso, tampoco es de extrañar. Cierto que he sido yo la responsable, que el pobre bicho ni piensa ni siente (espero). Y digo que espero, porque de estar dotado de raciocinio habrá concluido que soy mema (y no es que ande muy desencaminado) y de tener la capacidad de sentir le dolerá casi todo, pobre...<br />
<br />
Tengo que reconocer que muchas veces tengo una excesiva confianza en mis capacidades, porque cuando escribí la carta a Sus Majestades pidiéndoles el artilugio de marras, tenía en mente algunas escenas del "remake" de "Poltergeist", donde el niño, que se llama Griffin o algo así, maneja su navecilla con la ayuda de un "ipad" como si fuera lo más sencillo del mundo y lo lanza a otra dimensión, a ver si encuentra a su hermanita que anda, la pobre, más despistada que un pulpo en un garaje sin saber muy bien por qué hay tanta porquería en su armario (pues anda, que si viera el mío...).<br />
<br />
Yo, la verdad, no contaba con entrar con mi dron en eso que Lukiánenko llama, en su saga de los guardianes, el "crepúsculo", más que nada porque me da mogollón de yuyu, lo que me interesaba era darme unos voltios por ahí y grabar algunas vistas aéreas la mar de monas, como hacen los que salen en los informativos, que suben a las más altas cumbres y proporcionan pruebas gráficas de cómo mamá Águila alimenta a sus polluelos o filman los relieves más abruptos para que luego llegue una impresora en 3D (cacharrillo que tampoco me importaría tener) y nos haga maquetitas bien remonas. Vamos, lo normal...<br />
<br />
Pero me pasó como siempre: que la realidad se parece poco o nada a lo que yo, ilusa, creía que podría hacer. Y es que, la primera en la frente, depende de las "prestaciones" de tu dron, puedes volarlo en unos sitios o en otros, en unas alturas vertiginosas o más o menos un poco más arriba de tus rodillas. Así que, antes de nada, te tienes que informar de dónde puedes hacer el panoli con tu aeronave, que viene a ser, maomeno, dentro de tu casa o en un descampado a tropecientos kilómetros de cualquier emplazamiento con visos de estar habitado.<br />
<br />
Cierto es que los drones a los que tienen acceso Melchor, Gaspar y Baltasar no suelen estar, por lo general, preparados para volar muy alto ni durante mucho rato, aunque una compañera ya me comentó que unos amigos perdieron el suyo en medio del campo, porque mucho gps y demás, pero ningún avance tecnológico te ayuda cuando el trasto se esmorruña en medio de un trigal.<br />
<br />
Después de aprender la altura que no podía superar (ni aunque lo intentara, vamos), el rato que el amigo podía estar en el aire (no más de media hora y eso con un vuelo de poco consumo, vamos, sin vientecillos, cambios bruscos de velocidad y demás zarandajas) y que el pobre no puede, con gran alivio para mí, ser considerado en ningún país democrático un aparato espía, yo pensaba que la cosa sería coser y cantar. Ja...<br />
<br />
Porque no sabes la cantidad de energía que necesitas para elevar en el aire una cosa que debe pesar unos diecisiete gramos hasta que abres el mando a distancia y te encuentras con que necesita unas doscientas pilas, además de la batería, claro... Vamos, que tienes que firmar un convenio con Tudor antes de siquiera empezar a pensar en ponerte a jugar. Menudencias, me diréis. Una gaita gallega, digo yo...<br />
<br />
Total, que cómprate mil pilas, carga la batería (que tiene su guasa, porque la clavija es de lo más rarito y engancharla al cargador una chufla, que mi primera carga resultó inútil y es que la había enchufado mal, yo soy así de hábil) y luego líate la manta a la cabeza, que la cosa ya no tiene vuelta atrás...<br />
<br />
Como si fuera tan fácil. En serio ¿habéis probado a poner en marcha un dron? En la tele aparece la gente, tan tranquila, dándole a los mandos la mar de feliz, pero nunca ves la escena previa, la de sincronizar todas las cosas... Porque yo cogí el juguete, el mando y el manual de instrucciones y me entraron ganas de sentarme a llorar mi torpeza... o buscar las explicaciones en chino, que seguro estaban más claras, que el mando de las narices tiene cincuenta mil palanquitas y botoncitos y el gráfico explicativo con numeritos y descripciones de las funciones es un horror con acompañamiento de arpa: palanquitas para la altura, la dirección y el gps; botones de arriba y abajo para sincronizar; botones de "on" y "off" para vete tú a saber qué, más el del encendido... en total unos ¡once! números y tú ahí, con cara de mema, mirando el dibujo y el texto y sin saber qué hacer.<br />
<br />
Vamos, que no tiras todo al váter entre gruñidos y denuestos porque no te vas a dejar derrotar por una máquina que sabe manejar cualquier friki en las películas y te pones al lío... y entonces empiezan a encenderse luces por todas partes, rojas, verdes y te crees que, mientras estabas despistada con las instrucciones te ha entrado en casa la policía, la benemérita y protección civil y tú no llevas encima el carnet de conducir, pero el manual dice que tienes que mover el mando hasta que suene un pitido y toda esa discoteca se quede fija...<br />
<br />
Horas después aquello sigue parpadeando como loco y decides que, casi mejor, como dicen los informáticos, apagas y vuelves a encender, que seguro que algo consigues... De coña, suena el pitido de marras, las luces se quedan fijas y tú te crees que ya está y puedes salir zumbando...<br />
<br />
Pues no, el pitidillo, lo que te está diciendo que que dron y mando se han conocido y han decidido colaborar, nada más. Ahora tienes que sincronizar ambos, para poder subir, bajar, girar y bailar sevillanas... todo lo cual requiere apretar diversos botoncillos, mover el trasto, mover el mando y confiar en que, en algún momento, salte la chispa entre los dos y se pongan de acuerdo.<br />
<br />
¿Y por qué porras no se acoplan? Pues porque se te olvidó mover la palanquita del gps y la geolocalización está interfiriendo con el resto. Hala, desactiva el gps, apágalo todo, vuelve a encenderlo, a mover los trastos para que se vuelvan a encontrar, mientras confías en que a nadie en los alrededores se le ocurra cambiar el canal de su tele, no vaya a ser que eso también interfiera y se vaya todo otra vez a la porra. Sintonizado. Ahora a sincronizar la rotación, la altitud y demás. Ahora enciende otra vez el gps, que cuando se te caiga en una charca de poco te va a servir, pero hay que encenderlo...<br />
<br />
Y no te lo pierdas, que ahora toca ¡grabar todo eso para que ambas partes se lo aprendan y no te dejen en mal lugar! Pues vale, grabamos. Ahora, en teoría, tu sputnik está listo para la conquista del espacio. Ya sólo tienes que aprender cómo demonios despegar...<br />
<br />
... Que según las instrucciones es facilísimo, únicamente tienes que poner las palanquitas "asín" como al bies y hala, como Ícaro huyendo de Creta...<br />
<br />
... Exactamente, aquello sale disparado en la dirección que menos te esperas y que no es, por fortuna, tu cara, como te temías, pero sí la pared, donde se estrella y cae, pobrecito, al suelo entre estertores. Ahora entiendes por qué la caja traía cuatro o cinco palas de hélice de repuesto. Pero ni ahí se da por vencido, zumba, con hipos asmáticos y tienes que buscar las instrucciones, que se te han caído al suelo, del susto, para enterarte de cómo se para, porque a ver quién lo coge con la mano.<br />
<br />
Conclusión: la advertencia "volar únicamente en espacios abiertos" que aparece en la caja tiene su fundamento y no son ganas de fastidiar. Te tienes que ir, con todos los artilugios, a un descampado (y volver, al menos, una vez, porque te has dejado las instrucciones, por supuesto).<br />
<br />
Todo listo, estás en las Chimbambas, no hay ningún cable a la vista, ni gente, ni casas, sólo tú y tu dron, tu mando, tus instrucciones y tus santas narices, porque has decidido que no paras hasta que lo consigas...<br />
<br />
Entonces empieza la segunda tanda de denuestos porque, cuando lo enciendes para salir, por fin, rumbo al infinito y más allá, ¡la nave comercial Nostromo se ha desconfigurado! ¡Sí! ¡Tienes que volver a repetir todos los pasos que te ha llevado siglo y medio dar! Menos mal que tuviste el acierto de llevarte las instrucciones, porque ya ni te acuerdas.<br />
<br />
Bien dicen que la experiencia lo es todo, sólo tardas una media hora en llegar a la misma situación que antes, pero ahora, escarmentada, no lo despegas a todo gas, sino despacito, con cuidado, vamos, que si hubieras manejado tú el Apolo XI todavía estaba en Cabo Cañaveral y tú dando pedales...<br />
<br />
Y entonces se produce el milagro... ¡el dron vuela! Al menos hacia arriba, que lo de moverlo horizontalmente es harina de otro costal y no sabes cuándo va hacia la derecha y cuándo hacia la izquierda, porque como es cuadrado y con hélices en las esquinas, no sabes cuál es la parte delantera y cuál la trasera y le das para un lado y va para el otro... hacia donde está el árbol, por supuesto y tú ahí, dándole a la palanquita y diciendo "¡aaaaaaaaaaaaah! ¡por ahí noooooooooooo!". Menos mal que sigue sin verte nadie, porque menudo papelón...<br />
<br />
Consigues, sin saber muy bien cómo, esquivar el árbol malvado y te quedas ahí, con cara de idiota, intentando sortear ese inoportuno vientecillo que se ha levantado, sí, ese que a veces hace que tu avión se desvíe no sé cuántos kilómetros de tu destino y luego la aproximación al aeropuerto sea una plasta que te pasas, resulta que también se lleva tu juguetuelo donde no quieres y si corriges el rumbo con mucha brusquedad te vas a tomar por saco casi sin darte cuenta...<br />
<br />
Sin darte cuenta... eso es, sin darte cuenta... te has quedado sin batería, snif... Y menos mal que te olvidaste de sincronizar el móvil con la cámara, que si no te habrías quedado también sin datos, no hay mal que por bien no venga. Eso sí, te lo has pasado pirata, aunque lo niegues. Ahora toca apagarlo (¿cómo demonios se hacía?), recogerlo todo (¿dónde han ido a parar las instrucciones? ¿Qué es ese papelajo que se lleva el viento? ¡Aaaaaaaaaaaaah!) y emprender el camino de regreso, con un trote cansino, porque estás en el quinto pimiento y con los riñones al jerez de tanto agacharte a recogerlo del suelo.<br />
<br />
Vamos, que volar tu dron mola, mola que te pasas y más todavía, pero los prolegómenos... eso sí que es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-23185984731698239562017-04-19T21:56:00.000+02:002017-04-19T21:56:38.141+02:00Trilogías, tetralogías, doscientoslogías...Hace mucho tiempo que mi amiga Noemi me pide, insistentemente, que publique un blog sobre libros, que le sirva de pista para elegir nuevas lecturas y donde poder comentar, sugerir títulos y demás... La verdad es que me encantaría tener la constancia para escribir algo así, pero ya sabéis que me despisto con dos de pipas y sería capaz de hacer las entradas con noventa y siete siglos de retraso y entonces para qué, si al final todos leemos, más o menos, los mismos libros...<br />
<br />
Sin embargo, no he podido evitar acordarme de ella estos días, aunque sea de refilón porque, otra vez, pese a que siempre digo que no lo volveré a hacer más, me he enganchado a una trilogía literaria. Si es que no tengo fuerza de voluntad, snif...<br />
<br />
Tengo que añadir, en mi descargo, que todo se ha debido a una triquiñuela de los editores, que tienen la costumbre de sacar el primero de los libros así, tan mono él, sin decirte que es el primero de una saga de doce mil quinientos... o los que se tercien. Que tú vas un día por ahí, tan tranquila, entras en una librería, echas un vistacillo, un título te llama la atención, ojeas la información que viene en la contraportada o las guardas y que últimamente es, cada vez, más inútil, te decides y te lo llevas.Y es difícil, ya digo, porque antes cogías un libro y en el reverso te hacía un resumen detallado de unas once mil palabras (hay editoriales que mantienen esta magnífica costumbre), que sólo les faltaba terminar con "y el asesino es el chófer", así que te hacías una idea, "maomeno", de lo que podías esperar una vez lo abrieras y no es que evitaras comprar tostones, pero ayudaba.<br />
<br />
Pero ahora, cuando intentas saber de qué va la vaina (y es importante porque, aunque seas como yo, una lectora compulsiva e impenitente, puede suceder que no te guste leer bodrios), ¡es imposible! Te pones a mirar por aquí y por allá y donde antes estaba el argumento, ahora aparecen cosas como "¡El mejor libro que leerás este año! y ya te has leído unos cuantos, estás en abril y da penita pensar que, a partir de la semana que viene, sólo vas a poder leer guarrerías, porque ese flamante tomo que tienes en las manos es "lo mejorcito del 2017" o incluso del siglo... Pero coges el libro de al lado, le echas un rápido vistazo ¡y es "el más aterrador que vas a leer este año"! O el más divertido o, directamente, el mejor, de acuerdo con la revista "El lector feliz con gafas" o la "Asociación de libreros de calvo de Arrancacepas (Cuenca)".<br />
<br />
Y de ahí no sales, el resto de la contraportada son opiniones de escritores reputados, editores, críticos literarios de periódicos y revistas (algunas de nombres impronunciables), todas ellas tan aclaratorias como "no pude dejarlo hasta que lo acabé, firmado Fredeswinda Gutiérrez, literata" o "la novela negra tiene una nueva maestra", según la afamada revista "Uy, cuánto leo" y cosas parecidas... Pero tú sigues sin saber de qué va el libro y si lo que a lo mejor compras es un tratado sobre fontanería ecológica o una antología poética.<br />
<br />
Miras, entonces, en las guardas, a ver si por ahí aparece algo interesante y en una tienes una semblanza del autor, que ahora no va más allá de "Pepito Vázquez (Zaragoza, 1971) ha colaborado con "cienes y cienes" de revistas y periódicos literarios, trabajo que compagina con su vocación, la flauta travesera. Desde 2015 ha publicado noventa y ocho novelas y tres obras de teatro. En la actualidad reside en Laredo con seis de sus ocho cuñadas". Vamos, nada que te diga qué es lo que, tal vez, leas...<br />
<br />
No creas que la otra guarda te va a dar más pistas, o es una relación de obras del autor publicadas por la misma editorial, o de otras obras, también de la misma editorial, que no sabes por qué están ahí y son frases entresacadas de la propia novela que no te aclaran nada, en plan "Eres tú y no tu abuela, Margarita, quien tiene que resolverlo" y tú piensas "jaaarl".<br />
<br />
El último recurso es esa maldita banda que llevan ahora todos los libros, que parece que a los editores les queda todavía algo por decir, cuando no han dicho, en realidad, nada. Antes, eran el indicativo de una segunda, tercera o más edición, donde te decía el número de ejemplares vendidos. Ahora es donde lees tu sentencia: "La esperada segunda parte de la trilogía "El dromedario del bosque"". La hemos cagao...<br />
<br />
Porque has cogido ese volumen pensando que hace un año leíste otro de ese autor y estaba bien, así que, a lo mejor, éste también lo está y de repente descubres que lo que ya has leído es la primera parte de una trilogía, aunque a ti te pareció una novela independiente pero como, en ese tiempo, te has leído otros tropecientos libros y a ver quién es la guapa que se acuerda ahora de todos los personajes y demás, que la mitad se te han olvidado...<br />
<br />
... Y lo peor de todo, te la compras, te la lees y te tiras un año esperando a que salga otra "esperada", en este caso "tercera parte", para saber en qué porras termina todo y a veces te quedas con las ganas, porque lo que primero tomaste por una historia y ya, luego descubriste que eran tres (o una en tres tomos), termina y todavía hay flecos por aquí y por allá que te inducen a pensar que aquello se va a convertir en una tetralogía, pentalogía o vete tú a saber... Vamos, como si las novelas de Miss Marple constituyeran, en realidad, una veintelogía o los libros de "los Cinco" otro tanto y no pudieras leer "Los Cinco en el Cerro del Contrabandista" sin haberte empapado, previamente, con los anteriores de la colección.<br />
<br />
Al final no sabes si cometiste un grandísimo error al dejar pasar un título de Pepe Carvalho, al haberte enganchado a Sue Grafton con "E de elefante" o al haber pensado que este año no tocaba Fred Vargas.<br />
<br />
Algo así me sucedió con la trilogía de Dolores Redondo, no supe que lo era hasta que empecé con "Legado en los huesos" (que mola mazo) y mi amigo Javi, que ya lo había leído, me dijo que estaba esperando como loco la tercera parte. Recuerdo que pensé "¿pero cabe algo más?". Y cabía, vaya si cabía... Pero pasó tanto tiempo entre "El guardián invisible" y la "Ofrenda a la tormenta", que hace poco tuve que leerlos todos de nuevo, pero seguidos, porque se me habían olvidado tantos detalles que tenía la sensación de encontrarme ante una historia bastante coja, que luego comprobé que no era verdad...<br />
<br />
Mientras, he visto salir las tres novelas en unas fermosísimas cajuelas con el título "Trilogía de Baztán", nombre muy adecuado, por cierto, aunque yo hubiera preferido un sólo libro, de mil páginas, palabrita, lo cual, desde el punto de vista editorial, es poco rentable. Acabáramos.<br />
<br />
Rentable, por eso hicieron a Tolkien publicar "El señor de los Anillos" en tres, para ver si la primera parte se vendía y compensaba publicar el resto... Por eso la segunda tiene un nombre tan absurdo como "Las dos torres" y "El retorno del rey", que ya está anunciado en "La comunidad del Anillo", cuando Aragorn dice que irá a Minas Tirith, no sorprende nada de nada...<br />
<br />
Pues eso mismo me ha pasado hace unos días cuando, buscando lectura para estas vacaciones, me encontré un libro de Eva García Sáenz de Urturi y yo, despistada, como siempre, hasta que no me puse con él no descubrí que era la segunda parte de una trilogía que se llama "La ciudad blanca", con lo que ahora tengo que ponerme a buscar "El silencio de la ciudad blanca" y volver a leerlo, porque ya no me acuerdo más que del abuelo, las manzanas y el monumento al coño...que no está mal, no me importa releer pero caray, si lo llego a saber me espero otro año y me compro los tres, en cofrecillo conmemorativo y así puedo devorarlos de una tacada.<br />
<br />
Pero aún falta el remate: cuando acabas una trilogía y estás, como dice mi amiga Ana, "toa japi", alguien te comenta, como entre susurros.... "pues dicen que hay un cuarto" y te subes por las paredes, pensando lo bien que habría estado que Louis y Lestat hubieran terminado sus correrías en "La reina de los condenados" y ya, ni te cuento si fuiste capaz de empapuzarte bien (reconozco que yo no pude) con tres tomos de "Cincuenta sombras" y te sale, encima con erratas, la historia contadas desde el punto de vista del propio Christian Grey. Que para cuatro basta con Lawrence Durrell, hombre...<br />
<br />
En fin, que rabio y pataleo y espero, mientras tanto, con interés, que salga la tercera parte, a ver qué porras pasa con Kraken...<br />
<br />
Os lo aseguro, malo es que te dividan las historias en tres, cuatro o cuatrocientas partes y te eternices para saber lo que pasa al final pero lo peor, lo peor es que te los lees y cuando sale el último, te los lees otra vez, mientras el montón de libros que tienes por leer crece y crece, porque tú andas releyendo trilogías y eso ya, que se te acumule el trabajo en la que es tu mayor afición, sí que es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-29782850607349441562016-08-02T21:02:00.000+02:002016-08-02T21:07:11.799+02:00No sin mis pokémonResulta que llevaba yo unas semanas viendo por ahí a mucha gente por la calle, móvil en ristre y poniendo caras de emoción y pensaba que estaba siendo testigo de una avalancha de turistas con el gps sintonizado de aquella manera, vamos, que me daban ganas de acercarme y preguntar, con mi mejor acento británico, eso de "excuse me, madam, are you lost?" que me cascó una vez una señora adorable cuando yo hacía lo mismo, pero con un plano de papel doblado en picos absurdos, como si fuera un origami y con ese gesto medio alelado que se me pone a mí cuando no entiendo nada, en medio de un pueblecillo inglés que tenía el improbable nombre de Chorleywood.<br />
<div>
<br />
<div>
Menos mal que no he intentado ofrecer mis fantásticos servicios de guía turístico a todas esas personas a las que yo compadecía, creyéndolos irremisiblemente perdidos, me he ahorrado una buena plancha y os aseguro que eso es de agradecer... De agradecer al hijo de una amiga, que me abrió los ojos (y mucho) al explicarme que no se trata de visitantes perdidos en busca del Museo del Prado... o el del Jamón, que también tiene mucha clientela, sino de ¡cazadores de Pokémon! Menos mal que me dio vergüenza acercarme a alguno, me imagino preguntando a una ancianita de plateados cabellos si se ha perdido y necesita ayuda y que me suelte "¡¡ríndete, Picachu!!" o "no te muevas, que tienes a Charmander saliéndote de la oreja"...</div>
</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Porque poco más es lo que sé yo de esos seres siniestros... Recuerdo que, hace unos tropecientos años, cuando yo era más joven, pero no tanto como para perseguir bichos pringosos por ahí, dí clases a una niña que solía pasar los fines de semana "jugando ligas pokémon", con gran cabreo por parte de las amigas, que tenían otros intereses más prosaicos, como ir al cine, por ejemplo. Yo pensaba que eso de la liga pokémon era ponerse un disfraz absurdo y echar un partido de fútbol, pero no... había que reunir una baraja de personajes (pagando cada cartita al precio de una carta puebla) en distintas versiones (porque resulta que "evolucionan" y pasan a formas mucho más mortíferas y asquerosas) y ponerlos a pelear contra las barajas de otros niños al grito de "¡sólo puede quedar uno!"... ah, no, que esos eran los inmortales, era al grito de "¡hazte con todos", vamos, que las pagas y otros ahorrillos diversos iban íntegros a comprar sobres, como los de cromos, pero de cartas, o incluso a pagar algunas sueltas. Y venía bien especializarse en un tipo de criaturillas, porque las había de agua, eléctricas y de no sé cuántas cosas más. De hecho, si mi memoria no me falla (que lo hace, sobre todo cuando se trata de cosas tan surrealistas como ésta), había hasta uno que te atacaba con un puerro, sí, con un puerro, lo flipo...</div>
<div>
<br /></div>
<div>
En esas cartitas te contaba el tamaño y peso de tus mascotas, lo que podían hacer y algún datillo más que te permitían deducir cosas como que Picachu, el único que recuerdo de toda la patulea, con sus cincuenta centímetros de longitud y seis kilos de peso estaba, evidentemente, obeso y mal podría mantener un combate. Pero si hacías caso a los dibujos animados, todos tenían que caber en una bolita, del tamaño de una pelota de tenis, poco más o menos, todos ahí apretujados, pobrecicos... De ser de verdad estarían lloviendo denuncias por maltrato animal.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Lo de los dibujos era otra, que había una serie y nunca conseguí ver un capítulo, pero venía con un aura de peligro, porque aseguraban que en Japón se habían dado casos de crisis epilépticas en niños, de tanto destello y tanta porra frita. </div>
<div>
<br /></div>
<div>
Luego llegaron los videojuegos, en los que había que hacer más o menos lo mismo, guardar bicharracos en tu bolita y luego hacerlos pelear con otros, creo. Y había unos cuantos jueguecillos, que todos tenían los mismos bichos y uno diferente o dos, no muchos más, así para "hacerte con todos" tenías que comprarte cuatro o cinco...</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Todo esto ha quedado resuelto con la aplicación de marras para el móvil, ahora te mueves como en un google maps, si es que entendí bien y por ahí encuentras los animalillos, los capturas con tu bolita y eres muy feliz y te sientes muy realizada...</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Lo malo es que pueden estar por cualquier parte. A lo mejor andas tú, dedicada a tareas tan nobles como, por ejemplo, cocinar un delicioso besugo y al abrir el horno ¡y te encuentras a Squirtle, corriendo grave riesgo de fallecer asada y con patatitas! O vas al pleno del Ayuntamiento, porque se van a tratar temas de importancia y ahí está Bulbasaur, esa especie de rana con una flor en el culo... Sólo de pensarlo me entran sudores.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Porque tú, indigno mortal que no tienes la aplicación, ¿cómo demonios averiguas si tu centro de trabajo está infestado y necesitas, bien una empresa plaguicida, bien una banda de adolescentes armados con sus smartphones para limpiar el lugar? De hecho, llevamos tiempo en la oficina bromeando con la posible presencia de un fantasma porque las luces gastan algunas bromitas y al final va a ser que tenemos un pokémon eléctrico, que chupa la corriente y por eso se nos apagan los ordenadores... Y la gente llamando al grupo "Hepta"...</div>
<div>
<br /></div>
<div>
El caso es que yo pensaba que sería testigo de cotidianas grescas por la calle entre gente que, frente al mismo bichillo solitario se lanzarían como posesos gritando consignas en japonés...Pero resulta que no, según el hijo de mi amiga no se acaban, si hay uno y trescientos jugadores, todos ellos lo pueden conseguir, basta con que no sean demasiado torpes con la bolita. Pues vaya plan.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
¿Y eso de las poképaradas qué porras es? Porque un compañero me dijo que, a trescientos metros de la oficina, había una. ¿Qué se puede hacer en una poképarada? Según me han dicho, conseguir más bolas. Pero ¿no caben todos en una? ¡Qué lío!</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Me pregunto cuánto consume la caza indiscriminada del pokémon silvestre. Imagino a todos los padres contratando unos cuantos teras para que los niños estén entretenidos en verano... porque digo yo que ya se habrán "hecho con todos" los que están en lugares cercanos a wifis gratis... como el bar donde desayuno, que ha ido ocupando progresivamente la puerta con carteles informativos: "local climatizado", fue el primero; "free wifi", el segundo. El último, por supuesto, es "local con pokémon". ¿Cuántos habrá? No me atrevo ni a preguntarlo, pero desde hace unas semanas, cuando tomo café, tengo la sensación de que algo se me sube por las piernas. ¡Iiiiiiiih!</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Y no me queda la solución de antaño, irme al parque a relajarme porque ¡está lleno de cazadores de pokémon! A mí, que me gusta andar por ahí, rebuscando por si veo alguna plantita mona, incluso escarabajos y esas cosas, que en su entorno no me dan asco... Hasta temo salir con la bici por el campo, no vaya a atropellar a Pidgeot (o cualquier otro).</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Pero lo peor de todo es que me conozco y sé que, pese a mi numantina resistencia, como esto dure mucho, lo mismo acabo con la aplicación en mi móvil y haciendo el panoli por la calle y pegándome contra las farolas, snif.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Lo dicho, que se hagan pronto con todos y se pase la euforia del pokémon, porque esto es un estrés y un sinvivir...</div>
<div>
<br /></div>
<div>
<br /></div>
Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-82334189812740018192016-01-08T21:23:00.000+01:002016-01-08T21:23:33.603+01:00Los Reyes Magos se pasan cuatro pueblos...Después del revuelo que se ha armado con las cabalgatas de Reyes y ver la cara de aquéllos que esperaban juguetes y se encontraron con unos calcetines, no sé yo muy bien si decir algo, no vaya a ser que mañana me llegue una carta de Oriente diciendo algo así como "pues si eres tan lista, al año que viene te ocupas tú de repartir los regalos, so petarda" y eso sí que sería una putada.<br />
<br />
... Porque claro, los que trabajamos como mulas podemos caer en la tentación de pensar que tiene que estar guay ser Rey Mago y currar una sola noche al año y poder dedicar los restantes 364 ó 365 días a mirar las estrellas, a ver si aparece alguna que merezca ser seguida... No sé lo que cobran Sus Majestades, pero seguro que está bien pagado, de lo contrario no llevarían más de dos mil años haciéndolo sin quejarse a su sindicato. ¿Se regirán por el convenio único? Algún año he intentado quedarme despierta para preguntárselo, pero no lo consigo...<br />
<br />
Lo primero que he pensado es que, si buena parte de la tarea la desempeñan los pajes (recoger las cartas, guiar los camellos y muchas veces, subir los regalos, porque yo nunca he visto a los Reyes en casa, aunque una vez creí divisar la capa de Melchor por el pasillo - y era azul -, pero sí he visto a uno de los pajes en mi ventana, el año que me trajeron el disco de "Pinocho") ¿no sería ya el momento de reconocer que están desempeñando funciones de superior categoría profesional? ¿Podrían negarse a hacerlo en algún momento, alegando que es contrario a convenio?<br />
<br />
Y es que estaréis de acuerdo conmigo, por muy Magos que sean Melchor, Gaspar y Baltasar a su edad, entre las barbas, las coronas-turbante, las túnicas y la capa, trepar por uno de esos edificios de veinte pisos de la calle de la Princesa, por ejemplo, tiene que resultar difícil. Espero que su manual de prevención de riesgos laborales les explique convenientemente cómo trepar doscientos metros por una escalera, con unas faldas largas y un saco con cuarenta regalos en la chepa sin sufrir luxaciones, contracturas y otras enfermedades que seguro les han hecho merecedores de un plus de peligrosidad.<br />
<br />
En fin, que preveo una demanda a magistratura por parte de los pajes reclamando les sea reconocida una nueva categoría y los pobres Reyes sufriendo, en silencio, ante tamaña injusticia, snif.<br />
<br />
Pero bueno, sean los pajes o los Reyes quienes pasen por vuestras casas ¿a que no tenéis el detalle de dejar siquiera la ventana abierta? Que si hace frío, que si son magos. ¿Os imagináis que un vecino avisara a la policía al ver a tres viejecillos abriendo una ventana y pasan la noche en comisaría? Porque a saber, con el follón que hay en Oriente Medio, qué nacionalidad tienen ahora mismo. ¡Hasta que se deshiciera el entuerto todos los niños esperando! Menudo plan. Además de todo lo que ya he dicho, tienen que añadir el sigilo, técnicas de camuflaje y algunas artes poco recomendables para entrar en casa ajena. Y nosotros ¿qué hacemos para ayudarles? ¡Dejarles una bandeja de polvorones! ¿Para qué, para que les entre sed y así beberse la leche? ¿Y si alguno es alérgico a la lactosa? Recuerdo que nosotros dejábamos unas copitas de vino dulce, seguro que les apetece más. Pero ¿qué les pasaría, en este caso, a partir de la cuarta o quinta casa? ¿Continuar el reparto medio txuzos? Ahí sí que correrían grave riesgo de caerse por la escalera...<br />
<br />
Y otra, las zanahorias de los camellos. ¿De dónde hemos sacado que los camellos comen zanahorias? Supongo que, si tienen hambre, se comerán cualquier cosa, pero no me imagino yo a los beduinos del desierto alimentando sus rebaños con zanahorias... ¡Menuda pasta!<br />
<br />
Total, que no sólo es peligroso, corren el riesgo de sufrir una demanda por parte de sus pajes y pueden acabar borrachos, con un shock anafiláctico y con diabetes, encima tienen que volver a casa con doscientas toneladas de zanahorias, así que ni siquiera les queda el consuelo de un retorno sin partirse el espinazo con el peso de los sacos. Vamos, que no me cambiaba yo por ellos, aunque sólo trabajen una noche...<br />
<br />
... Que también está por ver, porque ¿cuánto lleva el viaje con toda la impedimenta? Que si los camellos se sientan, hartos ya de andar cargados de regalos; los pajes, de vez en cuando forman corros para discutir su situación. Seguro que más de una vez, a lo largo del camino, alguno se ha acercado a decir "vale, Gaspar, pero que sepas que esto no se encuentra entre mis funciones" o "que no, Melchor, que no subo a esa palmera para ir ensayando, que el que tiene que entrenar y rebajar esos kilos de más eres tú" y otras lindezas parecidas, que seguro llenan de congoja sus ancianos corazones. Yo calculo que un par de meses recorriendo medio mundo a dos por hora no se los quita nadie.<br />
<br />
Y ¿qué me decís del tostón de las cartas? Porque yo me imagino tener que leer millones de misivas de niños que aseguran que ese año han sido muy buenos y me parto de risa... ¿Tendrán jeta? Y que se encuentren, de repente, con que se les ha olvidado el regalo de Pepita al lado de un pozo en Arabia o que no cogieron todos los libros que pedía Luisita y hay que volver y tener que cruzar otra vez yo qué sé cuántas fronteras. Los regalos ¿tendrán que declararlos en cada aduana todas las veces? Pooooooobres.<br />
<br />
Además, una vez que llegan a destino no pueden hacer como todos los mortales cuando tenemos que viajar por trabajo: llegar al hotel, quitarnos los zapatos y tumbarnos en la cama un ratito, qué va, a ellos les toca subirse a una carroza y tirarse no sé cuántas horas ahí, de pie, con el peligro que tiene eso, tirando caramelos y poniendo buena cara, cuando seguro que les están matando los pies y les duelen las lumbares y ni se han podido lavar las manos y las tienen llenas de lana de camello, como mínimo. Y saludando, sin perder la sonrisa, para luego llegar a una tarima donde tooooodo el mundo podrá ver si llevan un lamparón en la túnica, que no han podido ni cambiarse de ropa, a saludar al alcalde de turno y soltar un espich que no sea "ay, mi ciática, estoy harto de leche y polvorones, sois unos gamberros y pretendéis que nos creamos que habéis sido buenos todo el año, avisad al portero y que nos dejen subir en ascensor, podió", nooooo, qué vaaaaaaaaaaa, tienen que decir "sabemos que sois buenísimos, comeos rápido la cena, dejad los zapatos preparados y a la cama enseguida". Vamos, que de ser yo Baltasar, me bajaba de la tarima y me iba a cenar por ahí y luego a dormir yo, pues no faltaba más.<br />
<br />
Pues no, entonces toca empezar el reparto. ¿Cómo harán para no confundir los paquetes de uno con los de otro? Porque yo me imagino que alguien, por error, recibiera las estupideces que suelo pedirles yo a los Reyes y me encantaría verle la cara que se le iba a poner... la misma que yo, si al abrir uno de mis paquetes, me encuentro, por ejemplo, una tostadora.<br />
<br />
Y luego, a hacer mutis por el foro, que nadie se molesta en esperarles, a primera hora de la mañana, con un café y unas porras, por ejemplo, para darles las gracias y desearles buen viaje de vuelta. Unos desagradecidos, eso es lo que somos.<br />
<br />
Vamos, que tras mucho pensarlo, he decidido que no quiero hacerme Reina Maga, aunque sólo curre una noche al año. Además de agotador y estresante, de tener que aguantar un montón de sinsabores y de trolas, luego ni agradecido ni pagado. Lo dicho, el trabajo de Rey Mago, aunque no lo parezca y venga lleno de lucecitas, purpurina y espumillón, es un estrés y un sinvivir.<br />
<br />
<br />
<br />Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-58081530704332191932015-12-18T00:15:00.001+01:002015-12-18T00:15:52.970+01:00Catálogo de chorradasLlevo mucho tiempo anunciando a quien lo quiera oír que me persiguen las chorradas y mi gran amiga Belén dice que no es exactamente eso sino que, más bien, las chorradas están ahí, todas ellas, tan monas y yo lo que tengo es un ojo especial para detectarlas. Viniendo de Belén, me tomo el comentario como un elogio (ejem).<br />
<div>
<br /></div>
<div>
Lo bueno es que ahora, gracias al móvil, puedo aportar pruebas, muuuuuuuuucchas pruebas. Le copié la idea a Javier, un compañero del curro, que tenía, en aquel entonces, fijación por los adornos de los salpicaderos de los coches. Ignoro si su obsesión empezó en un intento inútil de averiguar cuántas variantes circulaban por España del famoso muñequito Elvis bailón que todo el mundo tenía menos yo (más que nada porque yo, por aquel entonces, no tenía coche. Podía haber llevado uno en el bolso y no desentonaría, en realidad, entre las mil estupideces que ya llevo, pero nunca se me ocurrió... menos mal, que cualquier día se me abre en público y bastante hago ya el ridículo con el monigote de Peppa Pig). Bueno, como siempre, estoy divagando, no tengo remedio, snif.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Creo que la primera tontuna consciente y que los modernos me excomulguen si así lo desean, que registré, fue un inmenso culo negro, con patas largas, que adorna una especie de plazoletilla en Oviedo, bajo el título, menos mal que nos lo explican, que no nos habíamos dado cuenta, "Culis monumentalis". Y conste que no digo que no sea arte, que lo es, que no mole, porque es un pasote, pero... ¡pedazo chorrada en medio de la calle!</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Después de aquel maravilloso inicio asturiano, ya nada me contuvo, al contrario, encontré insospechados apoyos en mi causa de registrar toda aquella estupidez que pasa ante mis ojos en gente como mi hermano, considerado en todas partes hombre serio y asentado, cuando me mostró una foto del rótulo de una frutería que se llamaba "Manolo y Angelines", como nuestros tíos, lo que me hizo revolcarme de risa en un restaurante en medio de una comida familiar. Menos mal que los míos ya están acostumbrados a mis extravagancias. Si no ¿por qué iba mi amiga Gloria a enseñarme unas plazas de aparcamiento oblongas que había fotografiado desde la ventana del hotel en un viaje a la India y que resultaron ser para elefantes? ¿Y mi hermana y su paso por la famosa "Estación patatera" de Ochagavía? No tengo secretos para nadie, más snif.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Y eso que, muchas veces, no llego a registrar cosas realmente chocantes, porque estimo en más mi integridad que el testimonio documental. Por ejemplo ¿qué cara imagináis que se me puso cuando, en la sala de espera del aeropuerto de Riga, me veo de pronto rodeada de un grupo de unos treinta japoneses que se sientan en las sillas y empiezan, todos al unísono, a comer plátanos? Las leyes sobre el respeto a la intimidad me impedían fotografiar aquello y la posibilidad de que fueran expertos en artes marciales escacharrarme viva ahí en medio... Lo único que pude hacer fue contar mi experiencia por whatsapp a mis amigos Belén e Ignacio que, santos ellos, me dieron palique digital el tiempo suficiente para que se me pasara el ataque.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Porque os tengo que avisar, se pasa muy mal cuando tienes que contenerte la risa durante mucho tiempo, como aquella vez que, mientras esperaba para hacer unas fotocopias, la chica que estaba delante de mí le dio al dependiente para fotocopiar ¡un paño de ganchillo! Yo, al menos, estaba detrás de ella, así que me podía partir sin hacer ruido y no me veía, pero el pobre chico de las fotocopias estaba rojo no, lo siguiente.<br />
<br />
En fin, que es más seguro para la integridad personal dedicarse a los objetos, que no se mosquean ni nada... Como el ya célebre cartel del "martillo rompecristales, romper el cristal para acceder al martillo", del que os hablé en otra ocasión o aquella vez que encontré un rótulo que me indicaba el precio de unos "sándwiches vegetales de pollo y atún" (¿mandeeeeeeeeeee?).<br />
<br />
También ayuda mucho lo de estar en otro país, porque si te ven con el móvil en alto y cara de cachondeo haciendo fotos por doquier ya saben que, como guiri, se puede esperar de ti cualquier cosa. Así conseguí registrar, sin riesgo de recibir un escobazo, un cartel de una caja de ahorros en Luxemburgo ("Spuerkeess"), el de una droguería en Riga ("Drogas"), unos grandes almacenes en Atenas ("Fokas") y estupideces por el estilo. Pero España da para mucho, palabrita. Si no me creéis, visitad Pastrana, veréis cómo el mejor sitio para aparcar es la "Plaza del Moco".<br />
<br />
Otro lugar, fuente inagotable de chorradas, son las puertas de los lavabos públicos. Quizá porque el único sitio en el que todos entendemos el contexto en que se realizan es el centro de exámenes del carnet de conducir, pero el resto... Todavía recuerdo uno de mis primeros días en la universidad, cuando estaba en el baño, sujetando la puerta con una mano y esas cosas, porque no cerraba bien y mis ojos se topan con un llamativo "Polisario vencerá" y debajo la contestación, con otra letra y color "¿a quién?" Qué penita que en aquellos tiempos no tuviera yo a mano una cámara (requetesnif).<br />
<br />
Y no sigo, porque podría estar siglo y medio contando paridas, tantas que ahora tengo un catálogo de chorradas, que alimento con asiduidad, porque ya os digo que me persiguen... y se ha hecho tan célebre que los colegas me mandan las suyas para que las incluya, como Javier, que me mandó el rótulo de un salón de belleza y peluquería llamado "XiXi" o Jose, que descubrió la famosa tienda "Mi pollazo".<br />
<br />
Total, que llevo una temporada intentando poner en orden mi catálogo y no hay manera. Día tras día encuentro cosas nuevas que añadir, los colegas me remiten otras y ya puesta, hago lo posible por colgarlas en el facebook, a ver si alguna consigue millón y medio de "me gustas" y se convierte en "trending topic" o como se llame, que no sé lo que es ni me importa y las fotos siguen llegando, por el móvil, por las redes sociales, por correo electrónico, me las suben a la nube... ¿cuántas son ya? ¿Cientos? ¿Miles? No lo sé, pero lo que tengo muy claro es que lo que comenzó como un inocente pasatiempo se convertirá pronto en un estrés y un sinvivir.</div>
Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-31519271612319630212015-04-12T21:43:00.002+02:002015-04-13T21:14:03.424+02:00Músicos callejerosDesde que tengo uso de razón, si es que alguna vez la tuve - quizá sería mejor utilizar la frase inglesa, "as long as I remember" - he oído que llevamos una vida tan acelerada que pasamos por el mundo como zombies, trastabillando, con cara de lelos, la cabeza medio torcida y sin prestar atención más que a las fuentes potenciales de sesos frescos, vamos, los que nos rodean, para lanzarnos sobre ellas y pegarles un <i>bocao </i>en el cogote mientras emitimos sonidos guturales tipo "uuuuurg"... Total, que eso que llamamos "la sociedad moderna", que aparentemente no tiene nada ni de moderna ni de sociedad, nos convierte en ciegos y sordos a todos los detalles bonitos de la vida... Y la verdad es que me parto de risa, porque me gustaría a mí saber cuánto tiempo tenían mis abuelos, que se desriñonaban desde que amanecía hasta que se hacía de noche para ganar cuatro cuartos y cuando llegaba la noche estaban tan <i>mataos </i>que no eran capaces de hacer nada más que derrumbarse en un sillón y desde ahí arrastrarse penosamente hasta la cama, para volver a empezar al día siguiente una ronda de lo mismo. Sí, esos tiempos más naturales y humanos en los que te recomendaban hacerte pis en las manos para curarte una herida, por ejemplo.<br />
En fin, seguro que a todos os ha llegado el correo electrónico ese que cuenta que un virtuoso violinista estuvo tocando una hora en el metro de no sé qué enorme ciudad (sería Nueva York, digo yo) y no se paró a escucharle ni el Tato, solamente un niño pequeño cuya madre le tiraba de la mano porque tenía prisa... Triste, no lo niego, snif. Pero creo que un poquito injusto, caray.<br />
Lo que pasa es que yo, cuando voy en metro, corriendo para no perder las conexiones y llegar a tiempo al curro, no me encuentro con genios de ningún instrumento, palabrita. Todo lo contrario, menudas melopeas me toca tragarme, de verdad que entran ganas de correr más deprisa todavía... en dirección contraria. Hay un señor que toca el acordeón y no mal, que conste, le da a la estación un cierto aire parisino, que no deja de tener su gracia, pero en los últimos cuatro o cinco años no le he oído cambiar de repertorio. A lo mejor tiene su público, gente que anda por ahí a las seis de la mañana y al contrario que yo, no tiene que coger un autobús y si se para a escuchar lo pierde y el siguiente pasa media hora después. A lo mejor esos fieles entregados siguen pidiendo, insistentes, el mismo bis, aburridísimo. Pero ya se sabe que para gustos se hicieron colores, incluso para escuchar tostones.<br />
Y también hay un matrimonio de jubilados, él con el violín y ella pasándole las páginas de las partituras... No he llegado a saber lo que toca, porque se toman su tiempo para prepararlo todo, al fin y al cabo ellos no tienen prisa, pero yo sí. Me gustaría pararme un día para enterarme, pero claro, pedirme un día en el trabajo y levantarme a las seis de la mañana para ir al metro a escuchar a un violinista, seguro que es de una calidad humana inenarrable, no lo niego, pero como no soy yo tan buena... A las horas que vuelvo, que ya no tengo que correr, ya no están... ¿Me estaré perdiendo al nuevo Paganini? Lo ignoro, más snif.<br />
También está el chico que toca los bombos. Menudo marchón, palabra, es genial, cuando voy bajando mil quinientos millones de tramos de escalera en uno de esos trasbordos de las líneas antiguas le oigo desde arriba y debe ser familia del percusionista de Hamelin, porque los pies me empiezan a dar saltitos ellos solos y parece como si estuviera sufriendo alguna crisis epiléptica... Pero cuando llego y le veo la cara tengo la sensación de que le da exactamente igual si alguien le escucha o no, está ensimismado en sus tambores, pasándoselo pipa. Bravo por él, porque no creo que saque mucho.<br />
¿Y qué me decís de la señora que canta? Lleva su caja de ritmos y un micrófono y no es por nada, pero ella misma debe ser consciente de lo mal que lo hace, porque tiene un cartelito donde pone algo así como "no te rías por lo mal que lo hago, que lo mismo te ves tú en esta misma situación"... Lo cual me hace pensar mucho, me imagino que yo me viera obligada a hacer algo que se me da como el culo para ganarme la vida y caray, me entran sudores. Porque hay tantos terrenos en los que carezco de aptitudes que me costaría trabajo elegir uno. Podría intentar cantar fatal, aporrear lamentablemente un instrumento, bailar como si tuviera pulgas recorriéndome una pierna o quizá cosas todavía más espantosas... Al final me entra tanta pena que acabo dándole una moneda...<br />
Me recuerda a otro violinista, éste con aspecto de ruso, que un día me sorprendió con <i>Cavalleria rusticana.</i> Se lo dije, para que viera que sus notas no caían en saco roto. Pero ya no volvió. Yo creo que se pensó que al día siguiente le diría "y qué mal tocas, jodío". Como el que estaba una vez en el Retiro y llevaba grabado el cuarto de Tchaikovsky y resulta que él iba tan despacio que su interpretación se convirtió en un batiburrillo inenarrable.<br />
Hay ahora mismo tantos músicos en paro que hasta forman orquestas callejeras... En Sol habréis visto algunas, pero no sé si pasa lo mismo que con el señor del acordeón, porque siempresiempresiempre les oigo interpretar los mismos temas, el <i>canon</i> de Pachelbel (¿se escribe así?) o la <i>Eine kleine nacht musik</i> (que tampoco sé si se escribe así) de Mozart. ¿Será porque paso siempre a la misma hora? ¿Será porque soy tan lela - todo es posible - que sólo sé reconocer esos dos temas y a lo mejor su repertorio es de quinientas o seiscientas sinfonías? Pero todas estas orquestas debieron estudiar en un único conservatorio, porque tengo la sensación de que hacen exactamente lo mismo. No está mal, pero aburre un poco. Ya sé que me diréis que hay gente que acude todos los años al mismo concierto, el <i>Mesias </i>de Haendel por Navidad o el <i>Requiem </i>de Mozart, pero eso es una vez al año, no todos los días de los últimos diez años.<br />
Un extraño rayo de luz lo pone un contrabajista italiano guapísimo, al que pesqué el otro día interpretando la sintonía de <i>Juego de tronos.</i> Y me acordé de los versos de don Mendo: <i>Y era la trova tan linda/ y tan lindo el trovador/ que doña Sancha rindióse/ con el do re mi fa sol...</i> porque me quedé a aplaudirle, le pedí permiso para hacerle una foto y me fui tan contenta que cogí la conexión al revés y llegué tarde a mi cita... Prueba de que no puedo pararme a hacer fiestas a los músicos callejeros porque luego a ver cómo se lo cuento al jefe... <i>Sí, llego tarde porque un italiano macizorro estaba interpretando al contrabajo "juego de tronos".</i> En serio ¿vosotros lo contaríais? ¿A que no?<br />
En fin, que al final me queda la duda de si yo me hubiera parado a escuchar a Paganini en el metro de Nueva York. ¿Eso me convierte en un monstruo? Pues tendré que asumirlo. Porque palabra, no hay entre la gente que se busca la vida en la calle colectivo al que valore más que a los músicos, pero entre lo mal que lo hacen algunos, lo que se repiten otros, la prisa que sólo el que es millonario (y ese no va en metro ni por la calle paseando) o lo suficientemente joven para disponer de tiempo propio no tienen, que para una vez que me entretuve casi la lío y que a ver quién tiene cuartos para echar un cable a todos, a veces pienso que tendría que salir a la calle con las manos en las orejas, no vaya a ser que esté escuchando alguna genialidad y cometiendo la herejía de no detenerme y contribuir económicamente a ello.<br />
Y qué queréis que os diga, además de incomodísimo, eso sería un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-54165842043213089402015-01-08T22:14:00.001+01:002015-01-12T00:20:54.985+01:00Sorpresas terroríficas en el roscónMe parece que antiguamente la historia de la sorpresa del roscón de Reyes era que si encontrabas dentro un haba te tocaba pagarlo... Me pregunto cómo, ¿acaso no hay que pagarlo cuando lo recoges? ¿Os imagináis un "simpa" con un roscón de kilo y medio bajo el brazo y procurando no espachurrarlo? Yo, cuando lo intento, me parto, desde luego.<br />
<div>
Trato de verme a mí misma diciéndole al pastelero "bueno, que me llevo el roscón, mañana se pasa el del haba a pagártelo" y estoy segura de que me iba a decir "claro, cómo no, mujer, llévate un poco más de nata".</div>
<div>
Para colmo, parece que la gente no se pone de acuerdo y unos dicen que si te sale un haba, otros, que si te sale la sorpresa y otros, quizá los que tienen la clave del misterio, no dicen ni Pamplona. A lo mejor por eso ahora te encuentras muchos roscones que llevan las dos cosas, así puedes reírte por partida doble: del que saca el haba, haciéndole creer que tiene que pagar el dulce, que ya está pagado y repagado y del que saca la sorpresa, con la cara que se le pone cuando lame la nata, saca el plastiquito y se encuentra con uno de esos espantos que te colocan de "regalo".</div>
<div>
Si no fuera porque me dan un asco enorme, yo casi preferiría sacar el haba, al fin y al cabo, ya sabes que no te va a tocar aflojar la tela, que es sólo para darle un poco más de intriga al asunto. Pero, en caso de que fuera verdad, ya que el agraciado con ella se fastidia, bien podían los pasteleros (o los maestros artesanos, como se los llama ahora) poner otra cosa más rica, no sé, una judía verde, una patata frita, incluso un arbolito de brócoli, con el fin de suavizar un poco el sablazo. Pero ¿un haba que, encima, está como un pedrusco? ¿Qué se supone que tienes que hacer con ella? ¿Ir a la pastelería, entregarla y que el dueño la guarde en una cajita y te diga "hala, son ocho pavos (o lo que corresponda)"?</div>
<div>
... O a lo mejor se espera que la plantes en una maceta y con la futura cosecha y un poquito de jamón te hagas un suculento platillo, vamos, que encima de soltar la pasta te tienes que meter a horticultora, pues vaya plan... Lo dicho, si pudieras, al menos, hacerte un salteado con brócoli, matabas dos pájaros de un tiro: le dabas salida al "regalito" y empezabas el plan de adelgazamiento que todas nos planteamos cuando las Navidades llegan a su fin. Adelgazas a cambio de pagar el desayuno del día de Reyes, no es mal plan, en el fondo, los pasteleros sólo piensan en nuestra salud y saben que si conseguimos perder alguna de las toneladas ganadas durante las fiestas, posiblemente el año próximo compraremos un roscón más gordo.</div>
<div>
Pero no es sólo el asunto del haba el que requiere un comentario, de verdad, lo de la sorpresa es peor.</div>
<div>
Recuerdo, cuando era pequeña, que mis amigos Belén e Ignacio encontraban sorpresas geniales. Sobre todo unos grialitos monísimos, que eran una chulada. Digo yo que tendría que ver con la pastelería, porque en mi casa, cuando alguno de los agraciados, que nunca era yo, siempre sacaba, bañado en pringue, ya fuera nata, azúcar glaseada o un cacho de fruta escarchada, algún extraño monigote... Menos un año que mi madre encontró una lindísima bailarina que ella asoció, inmediatamente, a mi sobrina Leti que era, por entonces, la pequeña de la familia. El resto, desde luego, ni comparación con los cálices de Belén.</div>
<div>
Y lo peor es que la cosa ha ido degenerando en los últimos años y los bichos que aparecen asomando entre la crema son cada vez más horrorosos. Ahora, con la difusión de las cámaras en los móviles y el whatsapp, puedo comparar mis sorpresas con las de mis amigos y la conclusión es la misma: los diseñadores han entrado en una espiral de decadencia que conduce directamente a la locura.</div>
<div>
Este año, por ejemplo, he sido (raro raro) agraciada con el regalillo y ¿qué me encontré? Una cosa de lo más siniestra, que mi madre, especialista en estas cosas, identificó con un político, porque tenía carita de pena y las patitas juntas, como si estuviera pidiendo algo; Ignacio, por su parte, me sugirió que podía ser una absurda nubecilla, porque parecía tener lanitas en el lomo, lo que me indujo a pensar que podía ser alguna oveja clónica. Por su parte, mi amigo Carlitos me mandó una imagen de la suya y parecía una vaca, deforme, eso sí, como si estuviera dispuesta a cornear a quien, inconsciente, le pegara un bocado...</div>
<div>
Item más, otro amigo, Joaquín, me mandó la suya y resultó ser algo así como un oso vestido con gorro, bufanda y un abrigo, como ese Paddington tan sosito él... Pero ¿es que nos toman por veterinarios o qué?</div>
<div>
Ignacio me sugiere que, tal vez, el propósito de los fabricantes es que las guardemos y así, año tras año, podamos configurar nuestro particular zoológico de los horrores... si es que tenemos ese tipo de aficiones, lo que no es, desde luego, mi caso, que la única mascota que he criado fue el tamagotchi que me regaló mi sobrino y lo crié con sobrepeso de tanto darle caramelos...</div>
<div>
Vamos, que yo me temo que, cualquier año, al ir a abrir mi pedacito de roscón, la pata de una tarántula peluda se asome, como tanteando y me provoque un infarto. Posiblemente será la forma que tienen de convencernos para que no comamos tanto dulce y nos decantemos por las habas (puag).</div>
<div>
En todo caso ¿cómo podemos conservar tan asquerosos bichos hasta conseguir completar nuestro zoo? A mí se me ha ocurrido una idea muy buena: he guardado mi político-nube-oveja junto con las figuritas del belén. Es la única forma que tengo de no perderlo hasta el año que viene y si me sale otro espanto, los pongo juntos; si me sale una bailarina, la pongo de pastora y si me sale un grial, pues me tomo un chato.</div>
<div>
... Si me sale una araña, pego un grito, echo a correr y que se las apañe el del haba con el pastelero.</div>
<div>
Resumiendo, no sé qué es peor: tener que pagar el roscón, tener que comerme el haba, encontrar un animal imposible, un artrópodo asesino o lo que engorda, pero todo junto es, como podéis imaginar, un estrés y un sinvivir.</div>
<div>
<br /></div>
Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-74797878293787178642014-12-18T21:38:00.001+01:002014-12-18T21:38:14.906+01:00¿Peatistas? ¿Ciclotones? ¿Petardos? ¿Y el móvil?Una de las cosas que se me ha quedado más grabada de mi breve estancia en Amsterdam es el sonido breve y brusco que produce una bicicleta cuando se lleva por delante a un turista despistado que se pasa por el forro la norma no escrita, según la cual son los ciclistas los que tienen la preferencia en los cruces. Algo así como "¡¡¡cloooooooooooooonk!!" Y cuando miras te encuentras a alguien, mejor dicho, a dos álguienes, esmorruñados en el suelo: uno, el atropellado, debajo de la bici; otro, el atropellante, a un lado, ambos valorando el alcance de sus contusiones.<br />
Y es que, por mucho que me intenten vender la burra, no veo yo nada claro lo del desplazamiento urbano en bici y que me perdonen los progres, no porque no me guste, que me encantaría, poder ir de aquí para allá pedaleando, ahorrarme la pasta que me cobran por el abono transportes, mantenerme en forma, que ya lo decía un antiguo anuncio de la tele, "el que mueve las patitas para arriba y para abajo sube sus pulsaciones a niveles a veces hasta preocupantes" (bueno, creo que no era exactamente así, pero cogéis la idea ¿verdad?).<br />
Porque Amsterdam es una ciudad llana, pero, en serio ¿vosotros seríais capaz de subir desde el parque de Atenas al Palacio Real sin que se os saliera el hígado por la boca? ¿Que sí? ¡Tururú!<br />
Suelo prestar atención a los carriles bici o esos que llaman "ciclables" y últimamente a unos símbolos arcanos que aparecen pintados en la calzada y que representan una bicicleta y un número treinta metido en un circulito... que supongo serán los ciclistas que han fallecido, bien atropellados por un autobús, bien al salir disparados por intentar atravesar muy deprisa un paso de peatón de esos con escaloncillo.<br />
El caso es que, al menos en Madrid, tengo la sensación de que tales vías "pecuarias" (al fin y al cabo las transitan "semovientes") han sido diseñadas por un sádico: o bien te meten por un paso elevado y para atravesar una avenida tienes que dar una vuelta de quince o veinte kilómetros, o son tan estrechitos que, si pretendes recorrerlos con ambas manos sujetando el manillar te asoman los codos y se los lleva pegados al retrovisor alguna furgoneta, o cuatrocientos millones de vehículos te adelantan a velocidades que superan con creces el treinta ese pintado en el suelo... y todo ello subiendo y bajando unas cuestas rompepiernas que te pasas, que dejan el Angliru a la altura del betún.<br />
Y claro, cuando voy por ahí y veo la hilera de cargadores de bicis eléctricas y todas esas zarandajas con que nos proveen para que reduzcamos la contaminación, ganemos en autonomía, ahorremos dinero y nos pongamos en forma, me parto de risa, imaginándome a mí misma, intentando llegar, por ejemplo, a la glorieta de Quevedo sin echar el bofe.<br />
No obstante, los fanáticos de la bicicleta salpican el paisaje urbano, inasequibles al desaliento, haciendo frente al monstruo del tráfico armados únicamente con un casco que sienta como el culo, de feo que es y, en algunos casos, con una mascarilla que no sé si les quitará algo del humerío cotidiano pero que sí les tiene que ahogar fijo... ¡Oh, mis héroes! ¡Sabed que tenéis un lugar en mis oraciones!<br />
Luego ya no me hace tanta gracia cuando tengo que recorrer las aceras de algunas zonas del centro sorteando bicis y más bicis amarradas con cadenas de diez centímetros de grosor a las farolas y a todas esas vallitas decorativas, tan monas ellas... y cuando me fijo, veo que a unas les falta el sillín (y me imagino que lo habrá retirado el sabio propietario, para que no se lo mangue algún listo y luego se rompa el culo al volver a casa), a otras, la rueda delantera (y aquí no tengo muy claro si se la llevó a la oficina su dueño o a su casa un transeúnte desocupado), vamos, que parece como si algún artista urbano estuviera montando una escultura llamada "Decadencia" o cualquier otro título igualmente "original".<br />
Digo yo que será por eso, para evitarnos que tengamos que ir dando saltos por la acera para no pisar bicicletas, o para que no se las roben por partes, que tampoco tiene que hacer ninguna gracia, por lo que algunos dueños te las plantan hasta la cocina y llegas a tu casa y hay alguna en el portal, otra en el cuarto de contadores, tres en el pasillo y si intentas subir en el ascensor y te toca compartirlo con el vecino del segundo, que es muy deportista, no cabes y una rueda te restriega las gafas y te las llena de barrillo. O vas en el metro y tienes la sensación de estar en Pekín o en Tokio, que me pregunto para qué tienes tu propio vehículo y tantas vías públicas para utilizarlo, si vas en metro... En fin, esas cosas que se me ocurren a mí, que no me puedo estar tranquilita a lo mío en ningún momento. Snif.<br />
Bueno, pues a pesar de todas estas inconveniencias, lo dicho, yo miro con simpatía a los ciclistas, que bastante valor tienen... o los miraba... o sólo a algunos, no lo tengo yo ya muy claro.<br />
Porque desde hace unos años vengo observando un crecimiento desorbitado de cierta especie, a la que no sé si llamar "peatistas" o "cicletones", porque circulan indistintamente por calzada y aceras, dando por saco tanto a conductores como a viandantes.<br />
Los hay a montones por el barrio, despendolados, unas veces aterrorizando a las viejas que van por ahí, tan tranquilitas, otras provocando infartos a los conductores que ven, con horror, cómo se les cruzan por delante o por los lados, se saltan los semáforos... o los cruzan, o cualquier otra tontuna que se os pueda ocurrir.<br />
Luego dicen que si tienen que ir por la acera es porque los coches les amenazan y ponen su vida en peligro... y para eso nuestra excelsa municipalidad venga a hacer carriles y carriles y más carriles, que para mí sería más práctico que los hicieran para bípedos, que iban a estar más transitados y dejaran que estos "ciclotones" de las narices se expandan por el resto de la ciudad pero que, al menos, no nos atropellen.<br />
Y ya la palma se la llevan los que, encima de ir por ahí haciendo el besugo, aprovechan las manos que tienen libres (yo tampoco lo entendía hasta que lo vi, palabrita) para ir mandando whatsapps a diestro y siniestro, mientras el que va detrás con el coche jura en arameo, porque no puede girar a la derecha (o a la izquierda) o la viejecilla embastonada que sólo quiere llegar viva a su casa, intenta acelerar el paso, escena que, si no fuera porque no tiene maldita la gracia, resultaría bastante divertida y perdonadme la paradoja, pero es que yo soy así...<br />
Supongo que, igual que durante el último cuarto del siglo XX se llevaban las comidas de trabajo y en ellas se cerraban los acuerdos más importantes, en la segunda década del XXI deben primar las bicicletas de trabajo, porque por la forma en que manotean algunos al tiempo que guasapean o hablan al modo tradicional tengo la sensación de estar siendo testigo de la firma de alguna declaración de guerra o una OPA hostil o algún oscuro negocio de los que es mejor no enterarse.<br />
Al final, dado que por la acera corro grave peligro y sólo de pensar todo lo que tengo que subir para llegar a cualquier lado si lo hago pedaleando, opto por lo de siempre, coger el autobús o el metro... Y dejo la bici para mis recorridos por los caminos de mi pueblo, como ya habréis comprobado algunos que recibís los reportajes gráficos de mis andanzas deportivas y un tanto cansinas. Allí no tengo que preocuparme por que se me lleve calzada un coche ni porque me lleve yo a alguna señora colgando del guardabarros trasero. Y cuando voy jadeando como un perrillo, me alegro infinito de no tener que ponerme una mordaza-mascarilla, porque no hay coches que me atufen... Todo lo más, me caeré (y de hecho lo hago) en algún charco o me esmorraré al intentar esquivar una perdiz despistada. Y si quiero mandar un guas, que lo hago, pues me paro y no doy el tostón a nadie. Y si alguien me llama por teléfono, pues se fastidia, porque yo necesito las ocho manos pegadas al manillar.<br />
Bueno, me diréis y todo este rollo ¿para qué? Pues para concluir que por mucho carril bici, mucho alquiler de bicicletas eléctricas, mucho límite de velocidad y tal, tener que bregar todos los días con peatistas y ciclotones es - y nadie me apeará del burro en esto - un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-5261813807517491302014-11-18T19:34:00.001+01:002014-11-18T19:38:21.304+01:00¿Seo... de Zaragoza?Resulta que estaba yo tan feliz, dedicada a una de mis aficiones que es, como bien sabéis, no parar de hablar ni debajo del agua, bien sea de tú a tú o por las redes sociales, cuando mi amigo Ignacio me comenta, bastante disgustado, que ahora hay una cosa que se llama "seo" (o algo parecido) y que viene a ser, más o menos, que si nuestros buscadores favoritos te la etiquetan, tú ya no molas, ni nada y los internautas se alejan de ti, no vaya a ser que les pegues la "seoez" y nadie les quiera y sufran grandemente, snif.<br />
<br />
Como bien podéis imaginar, de primeras no entendí absolutamente nada, porque la única seo que conozco es la de Zaragoza, donde alguna vez voy a ver la capilla de Santo Dominguito del Val, que es el patrono de los infanticos del Pilar. Además, yo no tengo publicidad en mi blog, que bastante rabia me da encontrármela en la tele, para pringar con anuncios esta paginita tan blanca y remona, que ni fotos tengo, salvo la de cabecera. Y ya puestos, tampoco recomiendo las páginas de otros, ni pongo links a nada, que el único propósito de esto es dar salida a mi incontenible verborrea sin que nadie me suelte "pero... ¡cállate de una vez, so plasta!", pues me quedé tan pichi, pensando que aunque no me había enterado cosa, por otra parte, bastante habitual, seguro que todo el rollo de los seos y requeteseos positivos, negativos y/o neutros no tenía nada que ver conmigo. Ilusa, más snif.<br />
<br />
Porque dado lo que una ve últimamente por ahí resulta que, para asomarse a la web, hay que rellenar una instancia por triplicado, entregarla en la pertinente ventanilla, ignoro dónde, acompañada de una póliza de vete tú a saber cuánto (cuatrocientos pavos mínimo), un certificado de penales y una declaración jurada por la que te comprometes a no decir palabras sucias, ni hacer comentarios poco caritativos sobre la gente que te cae mal o incluso sobre la que te cae bien y te deja, ni cantar canciones guarras, so pena, como decían los documentos medievales, de que te pongan un maligno cacharrillo que yo me imagino como una pegatina con una carita triste, porque has sido muy remalísima y tus padres te van a echar la bronca cuando llegues a casa...<br />
<br />
Para colmo, no puedes decir, como antiguamente, que la seño te tiene manía, porque nadie tiene muy claro quién es exactamente la seño y casi mejor ni saberlo, porque muchas veces, cuando me asomo a la Red, pienso que detrás de ese Gran Hermano que todo lo ve, aunque no deba, lo oye, aunque lo malinterprete y lo hace botar y rebotar por los repetidores del mundo mundial, se quedará, al final, como Oz, el Grande y Poderoso en la peli antigua, de Judy Garland, que era un tío bajito y regordete escondido detrás de una cortina. Así que, quién sabe, lo mismo esa autoridad que califica como malo, remalo y requetemalo porque dices cosas tan terribles como "caca" o "culo" es la loca esa que en el colegio pasaba el mocho justo cuando tocaba subir a clase y encima mugía, porque le pisabas lo mojado...<br />
<br />
En fin, que si algún día, cuando intentéis entrar en el blog os sale un cartel que diga "Está a punto de entrar a un blog con contenidos gravemente perniciosos para su salud mental" o "Aquí no va a encontrar usted más que chorradas", "La autora muge" o, incluso "Tonto el que lo lea", espero que eso no os desanime de seguir leyéndome, porque a mí, desde luego, no me va a impedir seguir diciendo todas las estupideces que se me ocurran que, como bien sabéis, no pasan de ser una interpretación miope y bastante lela de la realidad (espero) que me rodea.<br />
<br />
Tened por seguro que yo haré lo mismo con vuestros queridos textos y me importará un rábano si ponéis palabrotas, vuestras opiniones no son políticamente correctas, los links que recomendáis conducen a páginas redactadas por bizcos o si os sacáis un moco mientras escribís.<br />
<br />
Que, tócate las narices, vamos a tener que acabar escribiendo nuestras historias en octavillas y repartiéndolas por las noches de puerta en puerta, porque seguir todas las normas que cada diez segundos se actualizan en la Red es, no me lo neguéis, un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-10660574129244408592014-09-16T19:44:00.000+02:002014-09-16T19:44:10.292+02:00Y ahora, si eres tan lista, descárgate todo..Ya sé que vais a decir que soy una cansina, que siempre estoy hablando de lo mismo, pero es que ya hace varios días que volví de las vacaciones y todavía no he conseguido vaciar el móvil de cartelitos, fotos, vídeos y demás zarandajas, que en cuanto intento hacer algo normal con él (llamar a mi madre, por ejemplo) me mira con esa carita tan mona que tiene y se parte de risa, el muy asqueroso. Y si miras la capacidad, resulta que te quedan 17 kilobytes y medio y no te caben las fotos de la familia y demás eventos trascendentales, porque está todo lleno de avechuchos con cara de locos y el consabido cartel de "ola ke ase" y otras tontunas parecidas, normalmente quintuplicadas, porque cada mensaje ingenioso te llega por diecisiete vías. Qué poco originales que somos, de verdad.<br />
<br />
Pero eso no es todo... Resulta que, como tienes la costumbre de veranear en sitios sin wifi... a no ser que se la mangues a los colegas, que están un poco hasta la pelotilla de ti y tu expresión lastimera del gato de Shrek, pero no saben como decírtelo, porque son, en el fondo, buenos chicos, pues no te puedes descargar todo lo que te mandan, porque te quedas sin datos. Luego vas y te arriesgas, lo descargas y el vídeo en cuestión era el de "la que has liao, pollito", que ya te lo han mandado cincuenta y tres personas más en los últimos diez minutos.<br />
<br />
No sé qué os pasará a vosotros pero, en mi caso, entrar en mi galería es descorazonador. En el apartado "vídeos de la cámara" no hay nada decente, porque soy tan torpe que no consigo grabar ninguno o, si lo hago, es una guarrería y se me corta a los diez segundos (¿será que tengo limitado el tiempo a eso? ¿será que no cabe más en la memoria del móvil? Lo ignoro, snif). Yo, que pensaba que iba a registrar auténticas maravillas, para ganar todos los premios de largometrajes grabados con el móvil, me encuentro con que tengo como mucho tres birrias que ni se ven ni se entienden o donde, en todo caso, sale un manchurrón en movimiento (menor no averiguar quién o qué es) y se me oye, de fondo, diciendo una inconveniencia o alguna ordinariez, que se me da de vicio.<br />
<br />
Pero es peor el apartado de "whatsapp videos", porque ahí siempre hay ciento noventa y ocho, pero como sólo se ve un fotograma que no es, necesariamente, el primero, me los tengo que ver y requetever para saber cuál es el que quiero conservar y cuál borrar... Y me diréis "pues bórralos todos, so merluza, ni que fueran dignos de un Oso de Oro" pero eso, claro está, sería muy fácil... Porque mi sobrina me manda algunas monadas que hace ella, de vez en cuando llega uno gracioso... vamos, que entre la porquería hay alguno que mola. Pues no sé cómo me las arreglo, pero siempre es el que borro, en vez de las dieciocho versiones del pollito.<br />
<br />
Para colmo, siempre se me ocurre empezar con la limpieza de vídeos cuando estoy fuera de casa y por mucho mis amigos me dejen la wifi, no pueden hacer lo mismo con el cargador del móvil, así que, después de toda la tarde haciendo el memo, me quedo sin batería y es el momento en que recibo esa llamada que llevaba varios siglos esperando y cuyo autor tiene que soltarle el rollo al buzón de voz...<br />
<br />
... Buzón que llevo meses sin abrir, por lo que, para enterarme de lo que me quieren decir tengo que escuchar treinta y dos mensajes viejos, que ni sé de qué van y se me pone una cara de mema, con el cacharro pegado a la oreja que os podéis imaginar.<br />
<br />
En fin, que no sé qué demonios hacer con los puñeteros vídeos. Si los guardo, malo, si los borro, peor, si los veo, estoy tonta, ¡malditas peliculillas, parece que habéis sido creadas para amargarme la vida!<br />
<br />
Bueno, pues si lo de las animaciones es una gaita, ni os cuento las fotos. ¿Cuántas recibo al día? Probablemente unas cincuenta, mínimo. Encima, como tengo varios grupos y algunas personas están en más de uno, me pueden enviar el mismo chascarrillo unas seis veces en un lapso de tres segundos... Luego que si mujo, en serio ¿vosotros qué haríais ante tamaño bombardeo informativo?<br />
<br />
Estos últimos días me impuse la disciplina de revisar las fotos y borrar todas aquellas que no fueran estrictamente necesarias para el buen funcionamiento de mi "paratejo"... Con desastrosos resultados, porque todas me parecen bonitas, graciosas, tiernas u originales y lo más que he conseguido ha sido pasar de ochocientas a setecientas noventa y cinco. ¿Cómo borrar a tus amigas? Semejante traición debe ser inmediatamente castigada con varias maldiciones. ¿Y a tus sobrinas? ¿De verdad tienes corazón para borrar a tus sobrinas? ¡Pero si son guapísimas! ¿Y los pies en la playa? ¡Con la de horas que pasas tratando de averiguar a quién pertenecen! ¿Merece la pena renunciar a tanta diversión por unos pocos bytes?<br />
<br />
Al final decidí que lo mejor era conectar el teléfono al pc, descargarlo todo y hala, así podría recuperar sitio en la tarjeta para las chorradas de la temporada otoño-invierno.<br />
<br />
... Pero no vayáis a creer que es tan fácil. Ahora me encuentro con que, no sólo sigo teniendo la memoria petada, sino que he llenado mi carpeta de imágenes del ordenador de estupideces mil veces repetidas (más snif).<br />
<br />
Y es que, por mucho que me ocupen la memoria las fotos y los vídeos, lo que realmente me la peta son las malditas aplicaciones. Vamos a ver ¿para qué demonios quiero yo una aplicación que me dice si las sandías están maduras? ¡Si siempre las compro ya partidas! ¿Y esas novecientas que venían ya por defecto? No sólo es que no las haya usado nunca, ¡es que ni siquiera sé de qué van! Pero todos los días me encuentro un cuadradito que me dice que tengo que actualizar no sé cuántas historias que, obviamente, si no sé ni lo que son o cómo se llaman, mal voy a poder desinstalarlas.<br />
<br />
Bien os podéis imaginar el final de esta triste historia: borré los vídeos que no quería, guardé las fotos de los pies para no volver a mirarlas más, llené mi ordenador de porquerías repetidas y todo para tener que comprar un día de éstos una nueva tarjeta de memoria...<br />
<br />
Aun a riesgo de resultar pelmaza, insisto, mi vida era mucho más sencilla antes del esmarfone. Esto es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-49447244337704792422014-05-16T15:33:00.000+02:002014-05-16T15:33:27.446+02:00Una maraña de cables...A principios de este siglo fue galardonada con el Ignobel (antinobel, lo llaman en otros sitios, ya sabéis, ese premio que se concede a los estudios científicos que, aparentemente serios, resultan ser una chorrada como la copa de un pino) una investigación que concluía que los cables, hilos, espaguetis, cuerdecillas y cosas similares estaban condicionadas molecularmente para acabar hechas un embrollo de toma pan y moja...<br />
Supongo que muchos de los trabajos que obtienen el Ignobel son muy difíciles de verificar para los legos en la materia, como yo, porque, a ver, de qué forma puedo comprobar la importancia de los armadillos como agentes alteradores de los yacimientos arqueológicos y, desde luego, no estoy dispuesta a experimentar si determinados mohos son o no capaces de recorrer laberintos; pero creo que todo el mundo está de acuerdo con los autores del estudio de marras, más que nada porque me juego las orejas y no las pierdo a que cada uno de vosotros tiene en casa un buen mogollón organizado por varios miles de cablecillos que le va a llevar siglo y medio desenredar.<br />
Esta tarde mis propias gafas han sido testigos de semejante estupidez: tenía que cargar la batería de la tablet para poder instalar cuatro o cinco millones de actualizaciones (cosa habitual cuando llevas unos días sin utilizarla) y al abrir el cajón he tenido la sensación de sumergirme en el universo de la tarántula peluda del Amazonas y sus primas, pues eso parecían todos los cables que estaban ahí metidos, un nido de arañas gordas y patudas.<br />
Me han venido a la cabeza recuerdos de cuando el electricista cambió la instalación de la luz en mi casa, que levantó una de esas tapitas que hay pegadas al techo y lo que asomó por ahí me hizo decir "¿qué es eso, la toma de tierra o una viuda negra?" cuando era, en realidad, una guarrería que llevaba ahí escondida varias décadas... iiiiiih, me dan escalofríos sólo de pensarlo... Pero bueno, eso le tocaba apañarlo al chispas, cosa que hizo, como dicen en los libros, con sumo esmero y diligencia.Como que ahora, si levantas esas malditas puertecillas, lo que te encuentras, en vez de un montón de patas negras, es un montón de patas azules, rojas, verdes, en fin, una monada, en lugar de un nido de arañas parece te asomas al cesto de las lanas de tu abuela y te entran ganas de hacerte un jersey.<br />
En fin, he echado mucho de menos a Juanpe, el electricista, con el que hice buenas migas porque le gustaba el palique tanto o más que a mí (ya sé que diréis, los que me conocéis, que eso es muy difícil pero ¿estabais allí para corroborarlo? No. Pues os fastidiáis y me creéis), pues su habilidad para deshacer nudos traspasó fronteras. ¡Si yo tardo hora y media en cambiarle los cordones a unas zapatillas! Pero claro, si le llamaba para esto me iba a salir la recarga de la tablet por una pasta y no era cuestión. Así que he pensado "¿quién dijo miedo?", como dice mi madre. He procurado coger todos los cables juntos... y he sacado del cajón no menos de ochenta y siete metros de enredujos, además de quince o veinte enchufes, puertos usb, cargadores diversos y hasta un cacharrito de esos que sirve para cargar la batería de una cámara... Todo de una vez. Hala, venga, que no decaiga. Como que, por un momento, he pensado que del último de todos iba a colgar un chihuahua que, probablemente, me mordería un codo según estaba moviendo todo ese mogollón.<br />
Total, que me he pasado como una hora de reloj tirando de aquí, aflojando de allá, pasando esta clavija por aquel bucle y deshaciendo nudos que aparecían por todas partes nada más que para fastidiar y he ido liberando el cargador de una videoconsola, la conexión del e-book, un cargador de móvil viejo, el cable de la cámara de fotos, una clavija multiusos que no recuerdo ni haber comprado, la conexión del smartphone (que me ha hecho pensar que llevo siglos sin pasar unos doscientos millones de fotos que me han mandado por el guasap y la próxima vez que alguien diga "Muuuuuuuuuuu!" me va a petar la memoria), otro cargador de otra videoconsola... y otro. Pero bueno ¿tengo yo tantas videoconsolas? Sí, snif, soy una friki, que recuerde tengo al menos tres. Pues me sobra un cable. Sospecho que alguno de mis sobrinos lleva una larga temporada sin echar una partida con la PSP. Pooooobres.<br />
También han aparecido otros muchos que ni idea de qué son, palabrita y los de las consolas tienen la marca grabada por algún sitio, pero estos son los cables más anodinos, anónimos y aburridos que os podáis imaginar. Eso sí, todos están hechos un lío, Ignobel dixit. Soy consciente de que debería aprovechar la ocasión para tirarlos por el váter y recuperar algo de espacio en el cajón, pero llevo muchos años viviendo conmigo misma, los suficientes para saber que, en el momento que los tire, descubriré el artilugio al que alimentan y será, por ejemplo, la batidora o la máquina de depilarse las narices y me harán falta. Las dos máquinas. A la vez. Más snif.<br />
¿Notáis algo raro en esta relación? ¡Síiiiiiiiiiiiiiii! ¡Efectivamenteeee! El cable de la tablet no estaba en el montón. Lógico. A saber dónde demonios lo he metido. Pero con toda esta puñeta me he pasado la tarde jugando a desatar nuditos, a lo mejor me sirve de terapia para la artrosis... Lástima que no tenga... Ni artrosis, ni cable, ni forma de actualizar mis aplicaciones, sólo un cabreo monumental por lo desastre que soy.<br />
Porque aquí estoy, con la tablet conectada al portátil (el cable de conexión sí ha aparecido), a ver si se carga de una vez y no me consuela pensar que todos los demás cablecillos están ahora bien enrolladitos y colocados, porque gracias a los malditos Ignobel ya sé que, todo lo más el sábado, estarán otra vez hechos un follón de padre y muy señor mío y cuando vaya, por ejemplo, a descargar un libro, tendré que emplear otros quince mil años en desenredar todo otra vez para, al final, descubrir que el cable que me hace falta no está ahí y tendré que apañarme otra ñapa, como hoy, para resolver el problema.<br />
Y lo peor de todo es que seguro que hay otro cajón en casa, no sé cuál, donde todos estos malditos trastos se han escondido, probablemente para reírse de mí. Cualquier día, al pasar por delante del mueble del salón oiré "jejejejejeeeeeeeeeeeeee", así, muy bajito, abriré uno de los cajones y ahí estarán, los muy asquerosos, enredados unos con otros y tendré que perder una tarde entera, como hoy, en ponerlos en orden.<br />
.. Pero, por supuesto, en ese momento no tendré necesidad de conectar el e-book o cargar la tablet, lo que querré será jugar una partidita al "Angry birds" y no podré, porque el cable que necesite no estará allí...<br />
Cómo añoro aquellos tiempos en que bastaba con tener un cuaderno y un boli o cuando los trastos funcionaban con pilas, porque esto de tener que cargar las baterías y no encontrar jamás el cable correspondiente, estaréis de acuerdo conmigo, es un estrés y un sinvivir...Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-70013558493101140922014-03-18T23:30:00.001+01:002014-03-25T20:19:24.179+01:00Sándwiches vegetales de pollo...Antes de que empecéis a protestar y a preguntarme dónde demonios me había metido, tantos meses y meses sin colgar nuevas gilipolleces en éste, mi blog y el vuestro, voy a dejar zanjado el asunto diciendo la verdad verdadera de tanta aparente desidia: el perro se comió los últimos posts. Me diréis que es un tanto difícil y, sobre todo, que sabéis de muy buena tinta que no tengo perro, pero os aseguro que es absolutamente cierto. ¿No me creéis? ¿Y alguna vez habéis pretendido que vuestra maestra se tragara lo de los deberes? Pues sí que estamos buenos...<br />
<br />
<br />
Hala, todo resuelto. Ahora vamos a lo que interesa.<br />
<br />
<br />
Seguro que, al leer el título de esta entrada, pensaréis que, definitivamente, la última neurona que me quedaba sana se ha vuelto del revés y está haciendo el lelo por el teclado del ordenador. Pero os juro que podéis encontrar cosas así de absurdas con que os asoméis por la estación de Atocha, como yo, incauta, hice el otro día.<br />
<br />
<br />
Resulta que tenía que coger un tren para Parla y no me había dado tiempo a comer, así que me metí en la única cafetería o lo que fuera que estaba abierta, me cogí una cocacola y me puse a leer los paneles, para elegir el bocata que me pensaba zampar. Y entonces lo vi, el colmo de la "nouvelle cuisine", ¡sándwiches vegetales de pollo! Y a continuación ¡sándwiches vegetales de atún! Impresionante.<br />
<br />
<br />
Pensando que, con toda probabilidad, la cocacola que me estaba bebiendo contenía algún alucinógeno, me acerco al mostrador y le pregunto a la dependienta "¿tienes bocadillos vegetales de pollo?", convencida de que me iba a contestar "pues no, ¿me has visto cara de idiota?". Así que me quedé de piedra cuando me dijo, toda seria, "sí". Y yo, completamente descolocada, le pregunté otra vez "¿puedo verlos?" y ella, empezando a mosquearse, me señala el expositor, como si estuviera loca...Y me voy al cristalito de las narices a ver varias hileras de relucientes bocatas, todos bien colocaditos y monos. ¡Allí estaban, los jodíos! Camuflados entre los de tortilla, los de jamón con tomate y otras exquisiteces, estaban esos pequeños impostores, metidos en pulcras bolsitas blancas, como si la cosa no fuera con ellos, detrás de un cartelito plastificado que, efectivamente, rezaba: "sándwiches vegetales de pollo". Y a su lado, también como disimulando, sus primos, los "sándwiches vegetales de atún".<br />
Yo seguía sin tenerlas todas conmigo, así que, a fin de poder verificarlo más tarde, en casa y con las gafas bien relimpias, le hice, a la ya mosqueada camarera, otra nueva pregunta del millón, a saber, "¿puedo hacerle una foto a los bocadillos?". Porque tenía miedo de que tan ridícula visión desapareciera en cuanto mirara a otro lado. Y la pobre mujer, un poco harta ya, me dijo que sí, con lo que hice la foto probatoria y ya no se me escapan, malditos cabrones. Ahora todo el mundo puede ver lo que yo vi y quedarse igual de alucinado que yo...<br />
Porque... ¿sabéis de qué eran esos malditos bocatas? Pues de pollo con lechuga. ¿Y los otros? Pues de escabeche. ¿De qué iban a ser, si no?<br />
Así que me puse a mirar la bandeja detenidamente, mientras la pobre dependienta ponía cara de estar a punto de llamar a los vigilantes de la estación para que me trasladaran al psiquiátrico más próximo, acompañada de los bocadillos, eso sí. Pero no vi nada más interesante. No había otros de jamón de berzas o uno de verduras carnívoras... Aunque empiezo a sospechar que los hubo. Al fin y al cabo yo llegaba allí a las tres largas, cuando casi todo el mundo ha comido ya y lo único que quedaba en el expositor eran los restos. Lógico. ¿Quién se iba a comer un bocadillo vegetal de pollo pudiendo chascarse uno de tortilla, que no engaña a nadie?<br />
Y lo cachondo es que los rótulos eran bilingües y en inglés sí que estaban bien: "chicken with salad", ponía (vamos, eso dijo mi hermana, que tiene mejor vista que yo, cuando le enseñé la prueba testimonial).<br />
Total, que pensando, pensando, por fin he comprendido por qué me saben tan raros los sándwiches vegetales cuando me como uno ¡porque no son vegetales! Pero probad a hacer lo contrario. Pedid un bocadillo de lomo con pimientos y ya veréis como no es de acelgas. ¿A qué se debe esta incoherencia? ¿Quién gana saboteando con atún nuestros bocadillos vegetales? ¿Existe, acaso, una red internacional de falsificadores de verduras? ¿Tiene datos sobre ello la agencia europea que cuida de nuestra seguridad? Lo ignoro, snif.<br />
Pero sí he entendido algo, el por qué mis conocidos vegetarianos abren el sándwich antes de probarlo y ponen siempre la cara de ir a encontrarse un gusano dentro... ¡Porque una mano negra trata de envenenarlos! Y luego, alguno de ellos, en un susurro, te confiesa que, años atrás, al ir a aderezar su rúcula, se encontró debajo, con cara de no haber roto un plato, medio conejo al ajillo... o la vez que intentaron convencerle de que el entrecot que le traían era una gigantesca col de Bruselas. Y con eso tienen excusa para hacerte probar a ti las croquetas, no vaya a ser que, en vez de boletus, sean de jamón serrano y haya alguien descojonándose de risa detrás del mostrador.<br />
Pues imaginad, eso pasa con los vegetarianos, que toman leche, huevos y esas cosas. ¿Qué malvados tejemanejes se traerán con los veganos? ¿Les esconderán gambas entre las almendras para poder, luego, jactarse ante sus amigos de la bromita?<br />
En fin, pues pensad, ya puestos, que os habéis tirado media hora en una cafetería, haciendo el merluzo y elucubrando sobre los bocadillos, mosqueando a la camarera, que estaba a punto de cerrar cuando vino a visitarla una loca que, de repente, mira el reloj y dice "¡joder! ¡que no llego!, le deja el dinero de la cocacola encima del mostrador y sale a toda pastilla, a coger el maldito tren de Parla.<br />
Y claro, cuando le cuentas a los amigos que acabaste en el tren a las cuatro de la tarde, sin haber comido, para tirarte luego cuatro horas liada y volver a casa a las diez de la noche, sólo porque los bocadillos vegetales tenían carne, piensan que lo grillada que estás sí que es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-41727857197075144372013-11-05T22:12:00.001+01:002013-11-05T22:12:12.108+01:00¿De sabios es rectificar?Dice mi hermanito Fernando que detecta en mí comportamientos "ligeramente", por decirlo así, ambivalentes. Y es que, después de haber despotricado por activa y por pasiva contra los teléfonos inteligentes, las aplicaciones multitudinarias y unas cuantas aberraciones electrónicas más, él se había creído que iba a machacar mi nuevo "paratejo" a martillazos e iba a recuperar la tradición epistolar que tan buenos ratos me hizo pasar con mi gran amiga Belén en nuestra no muy lejana adolescencia... Y se encuentra, en cambio, con que todas las mañanas le peto el guas con mis mugidos y mis chorradas.<br />
Yo no sé qué es lo que le llama más la atención, que me haya convertido en una adicta al guasáp con tan celérica presteza, que le dé a él la tabarra o que lo haga a las siete de la mañana, que el pobre está todavía medio zombi y yo llevo ya, en cambio, medio mundo recorrido.<br />
Porque hay que reconocerle a la red social de las narices que me permite explotar mi potencial vacuno hasta límites insospechados.<br />
Lo primero fue que empecé a mandar a todo el mundo mensajes de saludo y ¿qué otra cosa iba a poner, sino "Muuuuuuu!"(así, con un sólo signo de admiración, todavía no he encontrado el inicial, snif)? Al fin y al cabo es lo que suelo hacer de viva voz o utilizando mi inseparable vaquita de plástico. <br />
El teclado predictivo, que una no sabe bien si es una gran ayuda o una mierda, ha tomado nota y cada vez que lo activo para mandar un mensaje, la primera palabra que me muestra es esa, Muuuuuuuuuuu! Con gran desesperación, por cierto, de Calimero y de algún otro que encuentran unos trescientos de mis mugiditos cada día en el grupo de la peña. Bueno y qué, otros repiten la misma foto del Fary, no soy la única con fijaciones.<br />
Pero esto no era suficiente para mi afán insaciable y aquí es donde entra en escena otra gran amiga, Gusanita, quien me enseñó dónde estaba el emoticono de la vaca (y la letra eñe, gracias, guapa), un precioso y bonachón ejemplar que muestra su amable carita entre otros bichos menos felices (gusanos, abejas asesinas, pulpos de aviesa mirada...). ¡Qué gran descubrimiento! Simplemente pones el dedo encima y una hilera bovina aparece en tu pantalla. ¡Gran forma de enfatizar tus mensajes!<br />
Y ahí no acaba la cosa, el guas de marras ¡permite hacer el panoli con archivos de sonido! Genial y digna de mención la inestimable colaboración de mi querido sobrino Miguel, que me mandó un par de archivos "semugientes", si es que puede crearse un adjetivo así (de acuerdo con la gramática latina debería ser correcto, algo que muge por sí mismo, qué guay).<br />
Más Ignacio, eterna y desinteresada ayuda para todo lo que tiene que ver con informática, que me enseñó a grabar e insertar mis propios muuuuuuus. Otra vez Fernando sufriendo con paciencia mis tontunas. Creo que eran las seis de la mañana de un domingo o algo así, cuando le mandé el primero... Pero es que yo había tenido una noche muy mala... o muy buena, depende de cómo se mire.<br />
Después llegaron las actualizaciones y una mañana, cuando abría la aplicación, me encontré un dibujito de un micrófono abajo, a la derecha... Fantástico para cuando quieres mandar un mensaje largo y sigues sin apañarte con esa birria de teclado. Pero yo, lógicamente, lo utilicé para mugir a Susana, que es una chica muy agradecida y se parte de risa con estas estupideces.<br />
De ahí a grabar mi propia vaca de plástico, que tiene un tono más grave que mi aterciopelada voz de soprano sólo restaba un paso que no tardé en dar. Ahora ya sólo tengo que reenviar una y otra vez el mismo mensaje, por si no queda claro el grafismo o el icono. Vamos, que muuuuuuuuuuuu en todas las formas habidas y por haber.<br />
Fue cuando decidí cambiar mi foto del perfil (hasta entonces una oveja bebiéndose una Guinness) por unas alegres vaquitas con cara de estar mirando pasar el tren. Ahora que, como la foto es tan chiquitita, sólo se ve una. Qué se le va a hacer.<br />
Hartos ya mis colegas de tan variadas versiones de lo mismo, me llaman plasta (lo comprendo, que conste) e incluso me preguntan qué demonios quiero decir con tanto mugido. ¿Que alguien propone organizar una fiesta? Yo contesto "Muuuuuuuuuuu!" y se quedan sin saber si estoy de acuerdo o no, si voy a participar, si me he enterado o si tengo, realmente, algo interesante que decir. ¿Que otro me manda algún guas que me hace mucha gracia? Pues yo, en vez del icono del que llora de risa o el siempre sosito mensaje "jaja", envío una hilera de vaquitas felices. ¿Que uno o varios terceros me comenta lo hasta las narices que está de algo? Y yo envío mi archivo sonoro. Que hasta mi jefe, cuando me manda algo que sabe que es un marrón, me dice que muja lo que quiera, pero que lo haga.<br />
Porque sólo Paloma, gran mujer, ha comprendido la profundidad que encierra un buen mugido y la cantidad de matices y significados que tiene, con sólo variar el tono, el número de úes o las veces que le doy la vuelta al bote.<br />
En fin, que si los servicios secretos estadounidenses han realizado labores de espionaje en mi entorno, lo mismo piensan que me comunico mediante mensajes encriptados y el día menos pensado me encuentro dos marines en la puerta. Bueno, si son guapos...<br />
Como hasta las gilipolleces más gordas pueden crear escuela, veo con satisfacción cómo algunos de mis antaño detractores se incorporan tímidamente al carro de las vacas, como Mamen, cuando mandó una foto del encierro de Guada y puso debajo "va por ti, muuuuuuuuuuu" y sus compañeros le preguntaron si estaba borracha (¿Cuántas veces habré tenido que escuchar esa pregunta? ¿Esperan respuesta?). Seguid, chicos, pronto convertiremos nuestro grupo de guas en un corral.<br />
Vamos, que con todo este rollo habréis comprendido que me he hecho una experta en esto del guasap, a pesar de estar al borde del suicidio el día que me lo descargué. Y lo que es peor, dedico mucho tiempo libre a idear formas de volcar nuevos mugidos en red, con gran desesperación de algunos, aunque ya hay quien, por no dar su brazo a torcer, sustituye mi onomatopeya por cierta deliciosa marca de cerveza y sólo cito un ejemplo.<br />
Creo que es a todo esto a lo que se refiere Fernando, que se come con patatas todas mis incursiones bovinas, cuando habla de mis palabras y comportamientos contradictorios (¿por qué seremos los Géminis tan incomprendidos?). Y posiblemente espere en este, mi blog y el vuestro, una pública retractación de mis anteriores críticas, de ahí el título de la entrada...<br />
... Pues no, leches, me ratifico en lo que decía. Los teléfonos inteligentes son un asco (y chupan batería como algunos que yo me sé los cubatas) y el guas es un locura que te tiene todo el día pendiente de si has recibido o no nuevos mugidos y planeando formas más creativas y eficaces de difundir los tuyos, debe ser eso que, en entornos internacionales, llaman "information governance". Y menos mal que se le puede quitar el sonido, porque recibo una media de veinticinco mensajitos diarios de muy diversa procedencia.<br />
Lo digo, redigo y requetedigo, aunque sea muy divertido, esto del guasáp es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-56692686712052867922013-09-19T00:58:00.003+02:002013-09-19T01:08:46.766+02:00Un basilisco en las tuberías¿Recordáis la segunda novela de Harry Potter, "La cámara secreta", donde un basilisco malvado y pringoso recorría Hogwarts utilizando las cañerías como autopistas y petrificaba a todo el que se le ponía por delante? Pues bien, tengo sospechas bien fundadas de que una de sus crías, o tal vez un primo suyo, se ha escondido en las bajantes de mi casa.<br />
... O tal vez sea el que criaron los protagonistas del divertidísimo libro de Manuela Jiménez, que se escapó de la jaula antes de tiempo y por eso no consiguieron obtener la piedra filosofal. Que se fastidien.<br />
Una lástima, porque dejarte los cuernos para conseguir una pintura de oro con la que decorar los frescos de una iglesia y encontrarte con que, al final, todo es una mierda y el mural se te cae a cachos tiene que sentar bastante mal... Casi tanto como encontrarte, año tras año, con que tienen que abrirte las paredes porque el bicho de marras araña los tubos con las patas, o los muerde, o lo que sea y las llena de agujeritos.<br />
Y es que, por mucho que J.K. Rowling se empeñe, el sistema de conducción de aguas no es hogar para un pobre bichito mitológico incomprendido. Muy estrecho, huele mal y para mí, humilde usuaria del sistema, es una gaita.<br />
En serio ¿vosotros os imagináis teniendo que vivir en un tubo estrecho, donde no puedes estirar los brazos, llenándote las narices con las repugnantes excrecencias de toda una comunidad de vecinos? No me extraña que esté deseando asomarse por la taza del váter para cargarse, con la mirada, a cualquier incauto que tenga el descaro de mearle encima, o algo peor.<br />
Bueno, a lo que iba. Resulta que el basilisco lleva varios años dando por saco en la casa y como insistimos en llamar al fontanero en vez de Harry Potter, pues él se limita a localizar el daño - maomeno -, llamar a su primo el albañil, pegarle zambombazos a la pared hasta abrir un boquete y hacer la ñapa pertinente o cambiar el tramo de tubo y hasta la próxima... que suele ser a los pocos meses.<br />
Mientras, la mítica serpiente de las narices, se limita a subir un poco más arriba y a seguir dejando lindos huequecillos como testimonio de su paso, por los que, al cabo de un tiempo, vuelve a colarse el agua y a dejar otra fermosísima gotera en otro lado... o en el mismo, porque el tío es caprichoso y no se puede predecir por dónde va a ir... Por eso, cuando limpio el baño, siempre me imagino que me voy a encontrar, flotando en el agua, unos ojos amarillos y que eso será lo último que vea, motivo por el que siempre acabo la limpieza a toda velocidad y ligeramente acogotada. Así que ya sabéis, si me veis salir del váter con cara de susto no será por lo que me haya encontrado dentro de la taza (que, al fin y al cabo, siempre viene a ser, más o menos, lo mismo) sino a lo que temo que aparezca algún día.<br />
Y la cosa, cuando la cuentas, tiene hasta su gracia, pero cuando la vives es una puñeta frita, os lo aseguro.<br />
Primero, encontrarte reiteradamente con que tu pared, o tu techo, o tu rodapiés, están llenos de pringue, da una rabia horrorosa y significa que: a. se te ha vuelto a joder la pintura, con lo que te costó encontrar ese tono melocotón - o rosa chicle, amarillo canario, verde fluorescente o lo que os hubiera apetecido en su momento -; b. el suelo se te va a llenar del polvillo de la susodicha pintura y lo vas a arrastrar con los zapatos por mucho que pases el mocho; c. la casa te va a oler como una cuadra durante un temporada; d. vas a tener que aguantar ahí a un tío dando con un martillo a la pared, levantando más polvo, abriéndole otra ruta más de entrada al basilisco - y a las cucarachas, ag - porque, por supuesto, aunque el tío te jura, por las cenizas de su fogón que hace el agujero, repara lo que sea y sin dilación te cierra, luego siempre pasa que, una vez hecho el arreglo, el albañil está en Aybendito de la Vera o cualquier otro sitio lejano, no encuentra ladrillos del tamaño adecuado en la ladrillería de guardia que hay a la vuelta de toda esquina que se precie y ahí se queda la boca del infierno, indefectiblemente con un fin de semana entre medias, mientras tú montas guardia con una linterna - para las cucarachas -, una estaca y un espejo - para el basilisco - durante días y días.<br />
Segundo, tener que cambiar un par de veces al año el color de las paredes puede acabar generando daltonismo. En enero es verde, en abril, burdeos, en octubre, blanco roto y tú nunca estás satisfecha, hasta que, si encuentras el tono adecuado, naranja butano, por ejemplo, llega la siguiente mancha y el tono ya no están en catálogo y vuelta a empezar.<br />
Tercero, te viene el administrador con la milonga de que el vecino de abajo está inundado y que hay que abrir a la de ya... justo cuando tú tienes un lío de pelotas en el trabajo y no puedes ponerte de acuerdo con la troupe de fontaneros, albañiles y pintores y encima parece que la culpa es tuya. Que yo me pregunto ¿por nunca son conscientes de que yo, que tengo que sufrir los ruidos del derribo, tener abierta una puerta al inframundo - con el riesgo para mi alma inmortal que eso conlleva -, sufrir una y otra vez los repintes, que las paredes son ya metro y medio más gordas que hace diez años, todo ello sin que la avería sea cosa mía, soy tan víctima como el que, al fin y al cabo, sólo necesita una pasadita de rodillo por el techo, que normalmente suele ser blanco? Y siempre me miran con cara de "¿y a mí que me cuentas?" y no contestan a mi pregunta. Snif.<br />
De verdad, espero que me pille el basilisco de una maldita vez. Así, cuando vuelvan la próxima ocasión con la misma historia y entren en casa, ahí estaré yo, petrificada y, por lo menos, no oiré sus tonterías. Sólo espero que me dé tiempo a componer una peineta con una mano, por si no está lo suficientemente claro lo harta que estoy.<br />
Claro que, a lo mejor, con tanta obra, el monstruito acabe por sentirse incómodo y se largue a la casa vecina, a darle el coñazo a otra incauta como yo. Os aseguro que estoy tan harta que no me sentiría culpable, ni nada, si el problema le cae a otra persona. A lo mejor a mí me lo pasó el del portal de al lado. No sé, tengo que preguntarle, pero no sé cómo entrarle sin que piense que estoy loca.<br />
Y aquí estoy, viendo cómo puedo faltar un día al curro y elevando silenciosas plegarias a varios santos para que el agujero esté en un lugar accesible, para que no tengan que abrir del suelo al techo (¿Por qué no fabrican las tuberías de algún material indestructible, como el titanio?), configurando en mi cabeza absurdas combinaciones cromáticas imposibles y rabiando porque el de abajo no hace más que meter prisa. Pestes.<br />
Malditos sean el basilisco, la Cámara de los Secretos, la piedra filosofal y su abuela en bicicleta. Resolver el problema de las humedades domésticas es, sin ningún género de dudas, un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-55976691147348459362013-07-17T00:53:00.000+02:002013-07-17T00:53:27.809+02:00¡¡Guásaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!Estaréis diciendo que dónde demonios me he metido, tantos siglos bisiestos sin colgar ninguna de mis habituales perlas en éste, mi blog y el vuestro, pero ya podéis estar tranquilos, que vuelvo con fuerzas renovadas tras superar uno de mis habituales períodos de memez alelada...<br />
Y que conste que pensaba, hasta hace un ratito, que ya no iba a ser capaz de volver a escribir más estupideces, convencida de que las pocas neuronas que me quedaban, habían fallecido tras una repentina granizada de mensajes instantáneos...<br />
Porque un montón de almas bienintencionadas de mi entorno llevaban siglo y medio dándome la tabarra para que me pusiera el guasáp de las narices, alegando razones de peso, claro que sí, que no lo niego: mis primos Isra y Cris, por ejemplo, porque dicen que, ya que no veo a sus niños en persona, así puedo babear convenientemente ante su lindísimas caritas, en vez de andar siempre poniéndoles la cabeza como un bombo con lo de "mandadme fotos de los peques, porras, que no los voy a conocer cuando los vea"; que coges el teléfono, capturas la instantánea más "tienna" que se te ocurra, la enchufas en el guasáp y hala, en cero coma puedes ponerte ahí a pellizcar la pantalla, que queda tan "in", para ver si los pitufillos han sacado alguno de esos rasgos familiares de los que nos sentimos tan orgullosos.<br />
Otro ejemplo, mi amiga Susana, que afirma (con razón), que para qué andar pagando por tropecientos mensajes de texto, cuando la puñeta ésta sale gratis (o casi)... O mis amigos de la peña, que utilizan este canal para avisar de festejos y merendolas varias de las que yo, habitualmente, no me entero hasta el último momento, y no porque esté en la higuera (que también es cierto), sino por no disponer de herramienta tan hípermegaguays.<br />
Y luego están las almas caritativas, como mi cuña, siempre deseosas de mandarte vídeos para tu solaz y entretenimiento...<br />
A todo esto yo, negándome en redondo a tamaña herejía, alegando razones de tanto o más peso para negarme: que si acabas histérica de todo el día sonando pitiditos (me vuelven tarumba los de los amigos, para que no me desquicien los que emite mi propio teléfono); que si hay mecanismos mucho más cómodos para intercambiar mensajes (tomarte un café con alguien, por ejemplo), que si el guasáp será gratis, pero los móviles y las tarifas que te permiten tenerlo son de todo menos baratas; que si las fotos me las pueden mandar perfectamente por correo electrónico, como llevan haciendo años con gran éxito o, a unas malas, el siempre efectivo "que noooooo, coño".<br />
Pero entonces llega el día decisivo, cuando se te muere el móvil, no se sabe muy bien si por esa porquería que dieron en llamar la obsolescencia programada o porque, sencillamente, le has metido un tole que raro es que siga funcionando, tras haber sobrevivido a cuatrocientos mil millones de minutos de charlas estúpidas, borrados y reborrados de los contactos, cambios múltiples del fondo de pantalla, cargas y recargas en momentos intempestivos, mojaduras varias (hasta en el cubo de fregar se me ha caído a mí el mío)... En fin, las habituales torturas a que sometemos a nuestros odiosos teléfonos. Porque encima, ya lo sabéis, yo detesto hablar por teléfono...<br />
Bueno, pues eso es lo que sucedió. Que mi pobre trastejo falleció el otro día y tuve que salir a comprarme uno. Y resulta que ya no hay manera de conseguir por los puntos un trasto que sólo sirva para llamar, recibir y mandar mensajes de texto. Guardad los que conserváis como oro en paño, que son vestigios de un mundo que, lamentablemente, ha llegado a su fin (snif).<br />
Total, que me planto en la tienda, miro, remiro, requetemiro y lanzando un suspiro que a mí, por lo menos, me habría partido el alma y me habría impulsado, de ser la vendedora, a buscar en el fondo del almacén, por si todavía quedaba por allí algún modelo prehistórico y poder seguir con mi ignorante vida, asumí la cruda realidad: había llegado el momento del esmarfone.<br />
Siete siglos bisiestos para elegir algo que no me saliera por un pastizal, que no fuera tan enorme que, si alguien me ve por la calle hablando, por ejemplo, con mis mencionados primos, piense que le estoy hablando a un portafolios, me decido, por fin, por un artilugio que a mí, a simple vista, me pareció bastante mono e inofensivo y que ha resultado ser un artefacto surgido de las profundidades del Averno. Otros siete siglos para cambiar la tarifa porque, para qué narices quieres un cacharro con internet si no tienes internet... en fin, esas menudencias que me ponen la cabeza como una olla de grillos a mí y a cualquiera, no os pongáis ahora místicos...<br />
Llego a casa con mi paquetito, me pongo a configurarlo... y ahí fue Troya. Primero, que me encuentro con que la batería tiene sólo como siete segundos de carga y luego me toca, para "sacarle el máximo rendimiento" hacer una carga de cuatro mil horas, lo que convierte mi flamante móvil en un fijo, que el cable del cargador es muy cortito durante unos cuantos días porque, ya de paso, todo el golpe de aplicaciones fermosísimas, pantalla retroiluminada y vete tú a saber qué más, consume la carga en dos segundos. Pues qué bien, hombre.<br />
Después, intenta averiguar qué cuernos ha pasado con tus contactos, que estaban tan monos en el otro teléfono, los pasaste todos a la sim para no tener que teclearlos a manubrio, que es un tostón y ahora, al mirarlos, parece que están escritos en chino, porque todas las monaditas del teléfono anterior no son "interoperables" con el nuevo, así que donde tenías una foto, ahora aparece una especie de mensaje críptico, los que tienen más de ocho caracteres han quedado cortados y como, encima, en el otro teléfono tenías que meterlos por apellidos, ahora te aparecen siete "Fernández J", por ejemplo, y no sabes quién es Javi, quién Jose, quien Juanjo y tienes que andar llamando como las viejas, que te sienta tan mal cuando descuelgas y te dicen "¿quién eres?" y tú contestas "y ¿quién eres tú?".<br />
Y ojalá fuera eso todo, pero todavía más desgracias se ciernen sobre ti. A ver ¿a quién se le ocurrió que, para descolgar una llamada, tienes que deslizar el dedito sobre el icono a lo largo de la pantalla, como si estuvieras rebañando la fuente del chocolate fondant? Cuatro llamadas he perdido hoy, hasta que una compañera, partiéndose el bolo, me ha hecho partícipe de esta nueva tontuna de los teléfonos.<br />
Y ¿cómo llamas? Porque yo, todavía, uso el teléfono, preferentemente, para llamar y ahora, con todos estos avances "tesnológicos" resulta que ¡¡no sé!! Porque claro, otra de las gracias es que, como el móvil tiene internet, ya no te dan manual de instrucciones, sólo una birria de folleto que, inmediatamente perdí y el resto se supone que te lo descargas de la red y tan ricamente. Pero, hacedme caso, sigue sin valer para nada. Las preguntas que tú te haces nunca están en ese apartado que ahora llaman FAQ. Te tienes que ir a una de esas páginas donde los torpes como yo preguntamos las obviedades que todo el mundo sabe menos nosotros, para que algún friki bienintencionado te las responda con los gráficos pertinentes de pantallas que, aunque aseguran que son las de tu mismo modelo, nunca se corresponden con la tuya (más snif).<br />
Y llegas ya a la prueba de fuego: hala, descárgate el guasáp, si es que tienes huevos. Y tú ahí, con tus ya mermados sentidos puestos en la pantallita, que está ya roñosa de tanto pasarle el dedo, intentando bajarte la aplicación y ella, terca, insistiendo en no hacerlo... hasta que, por fin, se compadece de ti y te hace caso... hasta tres veces, que se te pone el mismo icono por doquier y tienes que llamar a tu hermana para que te cuente cómo los quitas.<br />
Crees que ya está todo resuelto... Pero no, qué vaaaa, ahora viene lo peor. Lo primero, que todos los contactos que tienes en tu tarjeta se han apuntado al carro de las nuevas tecnologías antes que tú y ahora resulta que un montón de números de teléfono que nunca pensaste almacenar (el taxista al que tuviste que llamar intempestivamente, el pintor que le dejó niquelado el salón a tu abuela, la frutera, diecisiete conocidos del trabajo con los que tuviste que quedar...) todos tienen el dichoso guasáp y ahora resulta que te aparecen en la lista, como lo más normal del mundo. Y no los puedes borrar, porque no tienes las instrucciones y en las que encuentras, no lo pone, así que tienes que volver a hacer la pregunta pertinente en la página de "popavo, soy lela y no sé apañarme con este trasto", para enterarte de cómo demonios te quitas de encima esos contactos no deseados, antes de mandar un mensaje del tipo "olaquease" y ponerte en evidencia en diversos foros internacionales.<br />
Pero, sin lugar a dudas, lo más horrible de todo es cuando ya lo consigues... Una oleada de silbiditos, que resultan ser "guasáps" de todos tus colegas, que parece que estaban esperando, al acecho, para saludarte, te hacen pegar brincos por todo el salón y salir corriendo cada dos segundos a ver quién te llama, porque sigues teniendo el trasto enchufado para que se cargue. ¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!! ¡¡No puedo soportarloooooooooooooooooooooooo!! ¿Es que esta gente no lee?<br />
Y la que no lee eres tú, porque es todo tan canijo que no se ve un pepino y, para colmo, cuando intentas contestar no te salen más que incoherencias, porque el teclado es apto para la mano de un playmobil, pero no para tus dedos gordos como morcillas. Ni dándole la vuelta a la pantalla, para que se ponga apaisada, consigues teclear una "e" decente, siempre te sale una "w". ¡Y no hay eñes! ¿Esto es progreso? Y venga a pitar (piripi piripi piripi) para que, cuando consigues abrir uno de los mensajes, te encuentres con que es el vídeo de una gallina bailando, que yo creía que me iba a picotear en los cien mil iconos que, por arte de magia, han aparecido en la maldita pantalla y al final la gallina va a terminar jugando a "plantas contra zombies", un extraño jueguecillo que, aparentemente, te puedes descargar también por módico precio. Una mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeerda.<br />
Ahora es más de media noche y estoy mirando el teléfono de reojo mientras escribo esto. Lleva ya casi una hora en silencio... Porque le he quitado el sonido, no vayáis a creer. Seguro que, cuando mañana lo desenchufe, una vez terminada la carga de once mil horas, encontraré cuatrocientos mensajes esperando respuesta y, como se me ocurra contestarlos, otra oleada llegará a continuación, que hay por ahí gente muy ociosa, esperando cualquier ocasión para pegarte un susto con la tortura del guasáp.<br />
Hacedme caso, no caigáis en la trampa, seguid comunicándoos con vuestros amigos a través de cartas, preferentemente escritas a pluma y entregadas en mano por mensajeros a caballo. Viviréis mucho más tranquilos, porque esto del guasáp es un estrés y un sinvivir.<br />
Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-57442892863801618072013-05-07T23:14:00.002+02:002013-05-07T23:14:38.476+02:00La ¿primaquéeeeeeeeeeeeeee?Ya nos hemos metido en mayo y parece que esa cosa, mitad cursilería de poetas y mitad leyenda urbana que dan en llamar primavera, ha llegado, por fin, a nuestras grises vidas.<br />
Yo ya llevaba un tiempo sospechándolo, más que nada porque a los de la meteo de la tele les faltó tiempo para contárnoslo el día que al eje de la tierra le dio por hacer algo así como "uuuuupa" y al sol algo así como "haaaaaaala", porque una mañana de marzo, cuando me iba a trabajar a esa hora indecente en que me da a mí por salir a la calle, me encontré con que el amasijo retorcido que hay cerca de la puerta le había dado por llenarse de hojitas y el aire, en vez de oler a demonios, como viene siendo habitual, tenía un tufillo verde...<br />
Pero, como todos los años, esa era la de mosqueo. Mis alegres pensamientos de "oh, qué alegría, qué emoción, que viene ya la primavera" se vieron interrumpidos por la consabida masa de aire siberiano, que yo creo es siempre la misma, agazapada ahí, en la esquina, esperando a que te despistes para congelarte el culo, como el año pasado y el anterior y el otro... hasta que, como decían los documentos medievales, "memoria de hombres non haya".<br />
Y todo el mundo con las sillas llenas de ropa, porque no sabes si quitarte el polar y sacar la chaquetilla o volver a ponerte la boina y las polainas. Porque, vamos a ver, eso que llamamos "la ropa de entretiempo" ¿qué cojones es? Pues nada más que todas las cosas que nunca sabes cuándo ponerte. Si te las embutes un día de mucho frío, pasarás calor; si las llevas cuando la temperatura no está mal, te pelas de frío; si haces con todo ello un rebuño y lo metes debajo de la cama, se te llenan de pelusas... Y ya, si un día reúne las condiciones climatológicas exactas para darle el uso que se merece, no te la querrás poner, porque seguro que es horrible de fea (snif).<br />
Luego llega el día que parece que el sol decide ganarle la partida a los vientos polares y te pones tan contenta... hasta que una voz sabia, da igual que sea el vecino, tu madre, un compañero de trabajo, tu maromo o los coleguitas, siempre hay alguien que te dice "no, si todavía tiene que pegar el rabotazo". Y lo pega, claro está.<br />
Vamos, que te toca volver al plumas, el jersey gordo y las botas y el gorro, si me apuras, porque si intentas ir con la vestimenta que el calendario te dice que correspondería, se te hielan las orejas y se te caen las gafas al suelo, que es mi mayor preocupación.<br />
... Eso a las siete de la mañana, que estás a tres grados. Pero cuando sales a comer ¡resulta que el termómetro marca 23! Y tú ahí, con tu golpe de jersey, botarracas y anorak, sudando como un gorrino, que luego, por la noche, lloriqueas la famosa frase de "y yo ¿cuándo me acatarré?". Pregunta ociosa porque lo sabes perfectamente, cuando acabaste en camiseta porque te torrabas y luego, al volver a casa, volvías a tener nueve grados.<br />
Pero la cosa no acaba ahí, que también está el agua... o la falta de ella, que tampoco nos ponemos de acuerdo. Un par de años te los pasas diciendo que últimamente no llueve nada y otros que no para de caer, depende del ciclo que toque. Este año, por ejemplo, era de agua y hala, a comentar en el ascensor que cuántos años hacía que no llovía tanto y que menuda les espera a los alérgicos. Al que viene tocará que qué barbaridad, no ha caído ni una gota y está todo tan seco que menuda les espera a los alérgicos. Los alérgicos siempre se joden. Su única ventaja, que pueden llevar la voz cantante en estas conversaciones tan aburridas y tan previsibles. Menos mal que no trabajas en el piso 83, menuda cháchara te iba a tocar aguantar.<br />
En fin, como siempre, una mañana te miras en el espejo para lavarte los piños y te das cuenta de que llevas manga corta. ¡Anda, si va a tener razón Machado! Y ese día vas en el autobús pensando, como siempre, que mira tú si don Antonio escribió cosas geniales (con lo de los días azules me valía), pero todo el mundo se acuerda del pareado cursi de la primavera. Ahí, el hombre, estrujándose los sesos con Alvar González y los cabrones de sus hijos para esto.<br />
Entonces miras por la ventanilla y crees que tus ojos te engañan... Pero ¡si está nevando! ¡Ah, no, si son pelotillas de polen! ¡Qué susto!<br />
... O tu primo Javier pone en el face sus fotos esquiando... ¡Hala, cuanto polen hay en la Pinilla! Uy, qué va, si eso sí es nieve...<br />
¿En qué quedamos? ¿Ventoso? ¿Lluvioso? ¿Florido? ¿Hermoso? ¿Asqueroso? ¡Atchuáaaaaaaaaaa! ¿Ropa de invierno? ¿De verano? ¿De entretiempo? ¿La que elijas será la equivocada? ¡Exaaaaaaaaaaaacto! ¿Llevo el paraguas? ¿Para qué? Te dará exactamente igual, porque con el vendaval que se levante se te volverá del revés.<br />
Desde luego, llamar a esto "la estación del amor" me parece un sarcasmo inconcebible. ¿Cómo vas a estar ahí con tu churri, sacándote el polen de las narices, soltando estruendosos estornudos y llenándole a tu amor la cara de perdigones? ¿Cómo va a consolidarse una relación bajo un paraguas que se te da la vuelta y echa a volar calle abajo, mientras tú lo persigues como una idiota y el otro se descojona? Así no hay pareja que dure...<br />
Para que luego digan que en Madrid no hay primavera... Que esa es otra. Porque en dos patadas el termómetro se va a poner en 30, la solanera se convertirá en un espanto y tú vas a seguir con el respaldo de la silla lleno de chaquetas que no te has puesto y el día que empleas en sacar la ropa de verano es tiempo perdido... porque ¡no te vale nada! A lo mejor tampoco te valen las chaquetas de entretiempo, pero como no te las has puesto ni te has enterado.<br />
Vamos, que con estas tonterías se han pasado tres meses en un suspiro... Y ya ha pasado casi medio año... Y la crisis sigue... Y esto es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-34852844529849533882013-03-26T23:09:00.000+01:002013-03-26T23:09:16.751+01:00¿No será que tenemos las gafas sucias?Esta mañana he vivido una escena que, no por cien veces repetida, es menos estresante: Las seis y media de la mañana y yo sin poder desayunar, no porque no haya comida en la nevera, que está petada (mi trabajo me costó el sábado, todavía arrastro el lumbago), sino porque no veia nada...<br />
Ya sé que me diréis "pues haber encendido la luz, so panoli", pero lo más penoso es que estaba encendida. El problema era otro: no llevaba puestas las gafas. Y el segundo problema, mucho peor: sin ellas no veo un pimiento así que ¿cómo porras voy a encontrarlas?<br />
Exactamente, pues a tientas. Así que, tanteando por aquí y por allá, les puse la mano encima (casi las espachurro), oh, felicidad. Por cierto, estaban en la tapa del váter. ¿Por qué demonios las pondría allí? Mejor no investigar.<br />
Supongo que imaginaréis que, una vez encontradas mis fermosísimas amiguitas, he podido comerme felizmente un bocata. Bueno, si se puede hacer algo felizmente a las seis y media de la mañana... Y no seáis guarros por ahí, que eso queda para otra entrada. Pero noooo, qué vaaaaaaa. Lo único que he conseguido es el familiar peso en las orejas.<br />
Pensando que podía estar sufriendo de un repentino caso de ceguera por vete tú a saber qué extraña razón, he tardado en comprender (y es que a esas horas está una bastante espesa) que no era ceguera, ni estaban fundidas las bombillas, ni nada parecido. La explicación era muchísimo más simple: mis queridos lupos estaban, como casi siempre, cubiertos por una espesa capa de detritus (snif).<br />
Porque, lamentablemente, desde que mi amigo Hugo terminó el doctorado y se volvió a la Argentina, nadie se cuida de limpiarme las gafas... Ni siquiera yo misma.<br />
Resulta que Hugo, que también usaba gafas, tenía una encantadora costumbre: limpiárselas con frecuencia. Y como nos pasábamos el día en la facultad y echábamos muchas horas juntos, cada vez que sacaba la gamucilla y restregaba las suyas, procedía, a continuación, a hacer lo propio con las mías. Eso son amigos.<br />
En fin, que Hugo se marchó y se llevó con él la gamuza y mis buenas intenciones de seguir su ejemplo. Desde entonces varios pares de gafas han pasado por mi nariz y todos igualmente gorrinos. ¿Será, tal vez, por eso, por lo que siempre pienso que va a llover y luego ni está nublado, ni nada?<br />
Entonces he recordado esa peli que se llamaba "Mi gran boda griega", donde el padre de la novia opinaba que toooodo en esta vida podría arreglarse con un buen chorro de limpiacristales y he pensado que eso podía ser la solución a mi problema.<br />
Efectivamente, lo que se aprende en el cine. Con un par de pulverizadas (porque, tras la primera, se me ha ocurrido secar los cristales con la toalla y se han llenado de pelusillas y he tenido que repetir la operación) han desaparecido los salpicones de croquetas, el eterno polvillo del tóner de la impresora y esa mugrecilla que dicen que no hay en el aire madrileño porque es de primerísima calidad.<br />
¡Qué barbaridad! ¡Si he comprobado que ya amanece más pronto! No me había dado cuenta...<br />
Y no hay niebla en el trabajo, ni mis compañeros son grises. Esto es maravilloso.<br />
Pensando pensando, se me ha ocurrido que, a lo mejor, la situación actual está tan fea porque tooodos, sin excepción, tenemos las gafas sucias y nos conviene echarles un chorrazo de limpiacristales.<br />
¿Cómo se verá la prima de riesgo con los cristales limpios? Seguro que tan remonísima y sonriente. ¿Y las cifras del paro? Obviamente, de color de rosa. Los casos de corrupción ¿se verán reducidos a meros nubarroncillos? ¿Las declaraciones de los políticos? ¿Y qué decir de la Ley de Transparencia? Seguro que ya, de transparente, ni se ve ni nada...<br />
De camino al curro he ido rumiando esa idea, la de ver el mundo con las gafas limpias para no añadirle más mierda de la que ya tiene. No sé yo...<br />
Por si acaso, hoy no he visto las noticias, ni he leído el periódico, ni nada.<br />
... Porque, la verdad, con las gafas limpias y sucias, lo que veo últimamente a mi alrededor es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-5758882423070978392013-02-28T00:04:00.000+01:002013-02-28T00:04:44.204+01:00La guerrera de la carreteraRecuerdo que cuando me compré mi humilde pelotilla (su nombre oficial es "er bisho") mandé un correo electrónico a mis amiguetes con un mensaje que decía algo parecido a "A partir de hoy hay un nuevo peligro en la carretera. Así que ya sabéis, si vais conduciendo y delante de vosotros un vehículo circula a dos por hora, seguramente es porque yo estaré delante de él, pisando huevos".<br />
Por supuesto, era una broma. Aunque el malvado de mi hermano asegura que se me suben los caracoles por las ruedas, todo son infundios y calumnias de gente envidiosa que circula siempre por ahí como si tuviera que apagar varios fuegos...<br />
Porque, con la mano en el corazón, ¿a qué demonios viene tanta prisa? ¿Realmente llegan antes todos estos impacientes que corren tanto? Yo, desde luego, opino que no. Y encima me ponen de los nervios... A mí y a todos los que intentamos llegar vivos a destino y que no nos caguen a multas.<br />
Y como ya sabéis que me gusta poner ejemplos, ahí va una historieta:<br />
Imaginad que tenéis que ir... ¡¡síiiiiiiiiiiiii!! ¡¡A Alcalá de Henares!! Ya estaréis pensando "qué poco original es esta tía, todos sus ejemplos tienen que ver con Alcalá de Henares". Pues os fastidiáis, que la historia la estoy contando yo, pues no faltaría más...<br />
Seguimos, caminito de Alcalá, como no hay forma de viajar en mula, que es lo que a mí me gustaría realmente, pues hala, a coger el coche, encomendarse al San Cristobalón de cualquier catedral que os mole (siempre hay uno, así que elegid la vuestra) y a sumergirse en ese frenopático móvil que es la A2... sin anestesia ni nada.<br />
Musitando jaculatorias (o canturreando tonterías, lo que más os apetezca) hay que incorporarse a ese río de impacientes malhumorados, que por la cara que ponen parece que en su lugar de destino les está esperando el dentista... o un chupacabras. No sé yo por qué tienen tanto interés en ir y tanta prisa. Y tú ahí, en medio, intentando salir de tu carril, que te gustaría que la bocina, en vez de "moooook", dijera "usté perdone, pero tengo que pasar yo también". Como si nada, ni los intermitentes para avisar, ni el carril, que se acaba parecen convencer a nadie para que te deje paso, ¿dónde ha ido a parar lo que decía el libro de la autoescuela de "la cooperación entre todos los automovilistas"? Pues al váter, probablemente, porque ahí no hay ni uno dispuesto a colaborar. Y los que van detrás de tí, mugiendo, como si fuera culpa tuya no poder salir. A veces pienso que algunos enfocan a la carretera con el tercer ojo... y no es el de los lamas tibetanos, precisalmente.<br />
Cuando, por fin, consigues poner tus indignas ruedecillas en el lugar que les corresponde, empieza la desbandada y un puñado de coches que, digo yo, estarán huyendo de la justicia (o sus pilotos se harán caca, quien sabe) empiezan a pasarte por la derecha, pisando todo tipo de líneas continuas y quién sabe qué más... Para tener que pararse cuatro metros más adelante en ese monumental atasco conocido como "hora punta" y que debería llamarse "diecisiete horas puntas", porque no hay manera de encontrar la autovía en un estado decente. Fantástico, han avanzado cuatro metros más que tú, gastado diez euros en goma de ruedas y elevado su presión arterial en diez puntos de golpe. En ese momento tú, que tienes ganas de choteo, aprovechas para saludar al que está justo delante de tí, haciéndole con la mano el gesto de un avión planeando... y él suele contestarte con una peineta. Qué poco original.<br />
Pero lo más difícil ya está conseguido, has salido y ahora, como en el vals, sólo tienes que dejarte llevar por la marea. Como circulas, obviamente, por el carril de los tontos, te armas de paciencia, que ya llegarás a donde sea, en algún momento. Eso sí, no mucho más tarde que algunos de los que van buscando colarse en huecos inverosímiles, que quizá les cabría el coche si hincaran el morro en el suelo y pusieran las ruedas para arriba. Pero ellos siguen intentándolo y ya, de paso, liándola un poquito más mientras colapsan dos carriles, que uno solo no es suficiente.<br />
Tú, mientras tanto, intentando mantener la distancia de seguridad que, por razones que ignoras, se llena todo el rato de gente. ¡Que es para dejar espacio a la frenada! Pues no, todo el mundo toma tu humilde huequecillo por un paso franco donde colarse para, a continuación, pegar un frenazo de espanto. ¿Qué se habían pensado? ¿Que por ahí iban a saltar al hiperespacio? Y tú, mientras, respirando hondo y diciendo "oooooooooooooooooooooooooooom", como los mismos lamas tibetanos de más arriba.<br />
El caso es que, en cuatro o cinco kilómetros has visto a varios especímenes al volante: los cagaprisas voladores, los expertos jugadores de tetris y los seguidores de Star Wars. Ya sólo faltan los que de pequeños le daban a los videojuegos de fórmula uno, que van cambiando de carril a velocidades de vértigo y que además, pobrecitos, les vendieron el coche sin intermitentes (o les dieron a elegir y prefirieron que se los equiparan con un mp3, quién sabe), que además de templar tu paciencia, para coger el coche tienes que desarrollar poderes paranormales (osea, leerle la mente a todo merluzo que considera que tiene muchíiiiisima más prisa que el resto, porque se ha dejado los niños en el horno o cualquier otra estupidez).<br />
Total, que no has hecho ni la mitad del recorrido y ya te sientes como Mad Max, sólo que el perseguía a los malos y tú, lo único que quieres es llegar al trabajo a tu hora. Vamos, que en cualquier momento puede pasar a tu lado la banda del Cortaúñas y lo mismo ni te enteras porque se te acaba de poner una camioneta al bies y no sabes muy bien por dónde va a tirar.<br />
Entonces, por motivos que no alcanzas a comprender, todo se despeja. ¿Dónde coño están todos los coches que tenías delante? ¿Habrán sido abducidos por alguna mente alienígena - y pelín tontorrona, que no sé yo para qué querrá tanto trasto absurdo -? Qué más da, sabes que no durará mucho, así que aprovecha para seguir avanzando, que pronto te vas a encontrar con un tramo en obras, un límite de sesenta y todo volverá a su ser... a su ser maligno.<br />
Porque la señalización por obras está justo después de una incorporación por la que se te va colando, como un enjambre, otro mogollón de agobiados impacientes que ahora, además, se permiten el lujo de darte las largas porque cometes el espantoso crimen de obedecer las normas y ponerte, en el carril de la derecha, a la velocidad que te dicen... Insensata, temeraria... No es eso, precisamente, lo que te llaman.<br />
Pero que tu ánimo no decaiga, que pronto llegará la señal de fin de obras y te habrás librado, para entonces, de tooooodos esos apresurados que olvidan dónde está el radar y se llevan, ya de paso, la multa puesta.<br />
Como te han dejado el camino expedito, puedes seguir canturreando tus tonterías, tranquilamente, que ya te los vas a encontrar un poquito más adelante, parados otra vez, porque un camión (a veces pienso que siempre es el mismo) se la ha pegado y se come un carril entero con acompañamiento de guardias.<br />
Tú experimentas un "dejà vu", con todos tus compañeros de viaje, en el mismo sitio, junto al mismo camión... Sólo que tú no has sufrido ya once infartos, como otros, por las caras que están poniendo...<br />
Es cuando recuerdas que tú te vas por la siguiente desviación, que no tiene apenas tráfico, que vas a llegar a tu hora, tranquilamente, sin haberte agobiado.<br />
Entonces entiendes que, para los que se quedan ahí tirados, ver siempre pasar a la misma tía, a la misma hora, en el mismo astroso cacharro, tarareando algo que, por el movimiento de los labios es "ñeñeñeñeñeeeee", tiene que ser un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-90484433181747357202013-02-02T21:51:00.001+01:002013-02-03T14:16:11.901+01:00Las redes inteligentes tienen una mala baba...Hace ya unos cuantos meses me hablaba mi amigo Hernán, que sabe mucho de eso, sobre las redes inteligentes. Me contaba que aquello que vimos hace ya la friolera de treinta años en la peli "Juegos de guerra" era una realidad y un sistema correctamente diseñado podía aprender y hacerse mucho más relisto. Y ya, de tan sabio como se podía volver, podía también enculturizar a sus usuarios. Qué cosas, oye.<br />
Como Hernán es un comunicador nato y un entusiasta de su trabajo, yo estaba tan emocionada con este asunto y volví a mi casa más contenta que unas pascuas, pensando que, con lo activa que soy en algunas redes sociales (no muchas, que no sé cuántas cuentas he abierto en twitter, porque no recuerdo cómo me llamo en ninguna ni, por supuesto, la contraseña; si me veis lanzando tweets como una posesa desconfiad, no soy yo, palabrita), la internete iba a hacer grandes cosas por mí y me ayudaría a mejorar los puntos débiles de mi currículum, convertirme en una empresaria que te pasas de próspera o, incluso, alcanzar el nirvana o cualquier otro estado que merezca la pena alcanzarse.<br />
Ya veía yo mi vida mucho más fácil gracias a los beneficios de la informática, qué ilusa...<br />
Empecé a sospechar que me equivocaba hace un par de años cuando, al poco de publicar mi post sobre mis fermosísimas camisetas, se me enciende un aviso en la pantalla recomendándome una tienda on-line donde podría adquirir, por precio módico, diseños aun más horteras que los que vengo gastando habitualmente. No hice ni caso del anuncio, porque a mí me gusta patearme las calles, mirar escaparates y elegir mis trapos cuando los veo por ahí y puedo entrar en el local, darle un rato de palique al vendedor, probármelos y todas esas cosas que hacen que nadie quiera salir conmigo de compras, porque soy una plasta (snif). No pinché en la ventanita y, a los pocos minutos, desapareció haciendo mutis por el foro. Que le vaya bien...<br />
Pero las cosas no iban a quedar así, no señor. Un día, estoy viendo un vídeo en el yutube y me aparece un anuncio sobre ¡¡un remedio infalible contra la alopecia!! Eso me dejó un poco chocada, la verdad. Podía entender de dónde había venido el mensaje de las camisetas ¿pero éste? Pregunto a Ignacio, mi infalible amigo-enciclopedia y me dice que puede deberse a que comparta ip con algún calvo que busque en la web la solución a su problema. Bueno, vale, me dije, ignoraré los mensajes de crecepelos, seguro que van destinados a mi desconocido colega cibernético. Yo le recomendaría una tienda que hay en la Gran Vía, con bisoñés que se mueven arriba y abajo, seguro que le salía más barato que todas las lociones apestosas con que se anda restregando el cogote. Pero bueno, él sabrá.<br />
Luego llegó el día en que empecé a cabrearme, porque la pantalla se me llenó de dibujitos que, bajo el título "solteros de tu región" me mostraba un montón de fotos de personitas sonrientes que, supongo, querían plan. Pues vaya, con lo tranquila que estaba yo... ¿A santo de qué me tira los tejos toda esta peña? Entonces recordé que, al editar mi perfil del face, no incluí, porque no me dio la gana, mi estado civil y eso, la red inteligente de marras no lo entendió como "¿y a tí qué coño te importa mi vida? sino como "no me como un rosco, más snif".<br />
Entonces se me ocurrió que había oído mal y estaba metida, en vez de en una red inteligente, en una red "impertinente", que todo es posible...<br />
Pero la cosa no quedó ahí, noooooooooooo, qué vaaaaaaaaaaaaa. Lo siguiente que me pasó fue que, una noche, mientras estoy marujeando con los coleguitas, el muro se petó con unos mensajes más cabreantes todavía: "adelagace 17 kilos en una semana", "consiga un vientre plano en quince días", "alimentos que ayudan a perder peso". Y esto ¿a qué coño se debía? Porque, si mal no recuerdo, no tengo colgadas fotos en las que se me vea de cuerpo entero... Pero claro, sí he comentado en alguna que otra entrada, lo mal que me quedaba el traje de romana, mi "natural frondoso" y la operación biquini. Así que, sin darme cuenta de ello, en algún rincón del "gran hermano" he sido etiquetada como "foca" o "foca en ciernes" y claro, como él sólo quiere ayudar, ahí que me lanza una lista de remedios... Joputa.<br />
Total, que mi expediente electrónico me califica como hortera, calva, solterona y gorda. ¡¡Y yo, que estaba en la ignorancia más absoluta!! Ahora me miro en el espejo, buscándome inexistentes entradas en el pelo, midiendo el tamaño de mis lorzas y elijo con mucho cuidado la camiseta que me voy a poner y si estoy tomándome una caña y alguien me pregunta "¿estás sola?" contesto "según internet, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii".<br />
¿Os parece poco terrible? Pues aún hay más...<br />
Un día, el consabido chivatillo me asegura que a mi amigo Juan, le gusta una determinada marca de preservativos. Y yo me pienso "vaya, qué pillín". Pero, después de varios días recibiendo la misma notificación, me dije "o este tío no para - mejor para él, que conste - o le está pasando lo mismo que a mí. Así que le pregunto "oye, tú, ¿a tí te molan estos condones?" y me dice "¿quéeeeeeeeeeeeeeeee?".<br />
Pocos días después, recibo avisos similares: que si a mi prima Paloma le molan mogollón unos grandes almacenes, a mi amiga Beatriz, una cadena de restaurantes de comida rápida; a mi cuñado Juancar, unas enormes empanadas de atún de no sé qué marca... Caray, pues qué bien pero ¿por qué coño me lo cuentan a mí? Y la respuesta de todos ellos es la misma que la de Juan "¿cuálaaaaaa?".<br />
Vuelta a preguntar y resulta que, si no señalas en tu perfil de amigos los contenidos suyos que quieres ver, tooooooooooodo lo que digan podrá ser utilizado en contra suya, digo podrá ser mostrado públicamente. Bueno, vale, aceptamos barco, digo asumimos que usamos una red pública y los contenidos son públicos. Pero es que ellos me aseguran que tales marcas ni les gustan, ni les interesan, ni nada de nada. Vamos, que el Gran Hermano es un gamberro y se divierte sembrando el caos y poniéndonos mala fama.<br />
Porque, vamos a ver, yo aparezco como una glotona zarrapastrosa que no se come un saci y, además, se le cae el pelo, pero mis amigas lo hacen como fanáticas consumistas gastonas, mi amigo como un cochinillo, mi cuñado como un cebón y otras amigas como unas ludópatas, que se pasan el día enganchadas a los videojuegos on line y cultivan nabos, se quedan sin energía y alcanzan el nivel no sé cuántos de sapiencia, fortaleza o lo que sea...<br />
Al final, después de mucho pensar, mi conclusión es que estas redes que aprenden y disponen a su voluntad, han alcanzado el nivel previo a la rebelión de las máquinas que auguraba la peli de "Terminator", todavía no nos han destruido, pero nos están minando el ánimo de mala manera...<br />
Creedme, cuando vuestro muro arda de anuncios sobre lo que me gusta o deja de gustarme, vosotros no hagáis ni caso, pero poneos a cubierto, que pronto el ordenador central tomará conciencia de sí mismo y eso sí que será un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-67056015932085578942013-01-15T00:13:00.000+01:002013-01-15T23:01:12.432+01:00Y un descenso acusado de las temperaturas...Llevo unos cuantos días que, cuando veo el parte del tiempo en la tele (la "meteo", lo llaman ahora, si Mariano Medina levantara la cabeza...) tengo la sensación de estar viviendo los inicios de una nueva glaciación... Que si nieve abundante en cotas absurdas, heladas persistentes por doquier y, en los huequecillos que quedan, nieblas monstruosas.<br />
Y que conste que, de las nieblas, puedo dar fe. Parece que, en los últimos días del año, en vez de en la Meseta estábamos viviendo en el Londres de Jack, el Destripador. De hecho, el otro día, mientras iba al curro, recordaba el libro de Dianne Fossey o como se llamara y creía que, al coger la curva de San Fernando, unos cuantos gorilas se me iban a cruzar corriendo, huyendo de la ladera del Virunga en busca de plátanos que, seguro, estaban de oferta en el "Carrefour".<br />
Luego, al llegar a Alcalá, tenía la esperanza de encontrar al Conde Drácula tomando café en el sitio donde paro... Falsa ilusión, pues el traidor aristócrata había, seguro, elegido otro bar y yo me quedé sin el autógrafo que hace tantos años deseo (snif).<br />
Pero en algo tenían razón los del telediario: "nieblas persistentes", que a las diez de la mañana todavía envolvían la ciudad del Henares con ese halo de misterio que tanto mola en las pelis pero tan puñetero resulta en la realidad.<br />
Porque la niebla del cine la hacen con unas maquinas con las que deben quemar rábanos fritos, por las nubarracas de humo que generan, pero no pringa. ¿A que nunca habéis visto a Van Helsing con las gafas empañadas y chorreantes? Pues tendríais que haberme visto a mí, con el gorro lleno de agua y limpiándome los cristales con la manga de la sudadera, que no sólo no sirve para nada, sino que deja, además, pelotillas en los cristales.<br />
Encima, el suelo se pone resbaladizo y tienes que andar a pasitos cortos, como "las muñecas de Famosa", para no escurrirte y quedarte ahí, en mitad de la calle, espatarrada, con las gafas empañadas y soltando denuestos: no queda nada femenino, os lo digo por experiencia.<br />
Bueno, pues se pasan las nieblas y llegan los fríos, sí, los que dicen nuestras madres que sufrían en su infancia pero ya no hay (¿cuántas veces habré oído lo de "ya no hay inviernos como los de antes"? Como que crecí con la sensación de que mis antepasados debían ser inuits que masticaban pieles de foca para hacerlas más blanditas y coserse luego unos pedazo abrigos que ya quisieran diseñarlos Vittorio y Luchino; luego, al ver las fotos familiares, me llevé una gran desilusión - más snif -). Pues no los habrá - los fríos -, pero he tenido que sacar los guantes de goretex, ponerle el forro al anorak, buscar los calcetines gordos, que tienen borlas de peluche y no me caben en las botas y, aun así, la única frase que sale de mis labios hasta que llego al radiador es "chacho, qué frifriiiii". Y tengo la nariz hecha un sorbete y se me resbalan las gafas... Debe ser lo que llaman el "descenso acusado de las temperaturas", que si no es "un frío como los de antes", para mí que se le parece bastante.<br />
Estaréis de acuerdo conmigo en que con esto ya vale, pero no, parece que un frente activo procedente de Siberia - o de Groenlandia, yo qué sé - ha decidido apalancarse en la Península para dar por saco un ratito más y, como los desagradables inquilinos que se le instalaron en casa al gigante de Wilde, no está solo: le acompaña un viento de tres pares de narices, por si acaso la sensación térmica no era ya, de por sí, lo bastante fastidiosa. Encima, con tanto aire moviéndose, los aros de las orejas me suenan como "uuuuuuuuuuuuuuuuuh, uuuuuuuuuuuuuuuuuh" y yo, que no puedo quitarme de la cabeza el recuerdo vampírico que os decía antes y no hago más que mirar por encima del hombro, por si me encuentro algún chupasangre, que esos no pasan frío y con esas birriosas capitas de los grandes éxitos de la Hammer, de raso, sin forro y con un vuelo que para qué, lo mismo se pasan por aquí a echar unos tragos.<br />
Pues tampoco es bastante: faltaba la nieve, que hace mucho que no tenemos un caos circulatorio de los que tanto entretienen a los políticos mientras se culpan unos a otros de la imprevisión, al tiempo que los conductores de unos seis mil vehículos, atrapados en un atasco de pelotas, juran, entre otros idiomas, en arameo. Claro que, en estos tiempos, les sobran a los políticos argumentos que puedan echarse en cara, casi que les aliviaría un nevadón de los de cuarenta centímetros, con la gente usando las raquetas de pádel para andar por la calle. Lástima que no juegue al pádel, ni tenga raqueta, ni nada, porque sería divertido...<br />
Sin embargo, mi deseo de poner el anorak del revés en el suelo y deslizarme con él, en plan trineo, por la Cuesta de San Vicente, creo que no va a ser posible. La nieve inminente que nos iba a dejar aislados hasta la primavera, como en "Siete novias para siete hermanos" se ha quedado, como siempre, pasando el finde en la Sierra y los que estamos más abajo y ya nos frotábamos las manos pensando "bieeeeen, mañana nevada enorme, no podré ir al coleeeee", pues nos volvemos a fastidiar.<br />
Por supuesto, la "marea blanca" de turno llegará, cuando ya no nos la esperemos, el día que peor nos pille porque tenemos el anorak en la lavadora (y lo que tarda en secar, el jodío), hemos perdido el gorro y uno de los guantes (¿y por qué guardamos los guantes desemparejados? Porque los calcetienes, siempre existe la posibilidad de que la lavadora los escupa en dos o tres lavados, pero los guantes que pierdes por la calle o en el bar o vete tú a saber dónde, no vuelven nunca...) y no nos haya dado tiempo para cumplir nuestro deseo de Año Nuevo de "aprender a ponerle las cadenas al coche".<br />
Y sabiendo que las glaciaciones son periódicas y que puede empezar una nueva en cualquier momento; que no es cierto que ya no hay fríos como los de antes (reconócelo, tu madre, a veces te toma el pelo); que el de la "meteo" nos ha avisado del descenso de las temperaturas, las heladas, la niebla y sus gorilas, la nieve que tanto les mola a los esquiadores y tanto les jode a los conductores y el viento ululón, que en algunos sitios está reconocido como atenuante a la hora de juzgar determinados delitos...<br />
... Sabiendo que todos los años hay invierno, se nos sigue congelando el culo y volvemos a poner cara de gilipollas cuando abrimos el maletero y vemos las cadenas... Sabiéndolo, como el año pasado y el otro y el otro, hasta donde alcanza la memoria... ¿Es que estamos todos tontos o es que el frío, aunque de sobra conocido, es un estrés y un sinvivir?Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-82034862160591208482012-12-18T20:56:00.000+01:002012-12-19T19:11:07.541+01:00¿Y qué le vas a pedir a los Reyes?Todos los años, al llegar estas fechas, a nuestros simpáticos monarcas de Oriente les sube la tensión y el colesterol se les pone también por las nubes, todo por nuestra culpa, que somos unos pedigüeños incansables, que parece que nos ha hecho la boca un fraile... <br />
Y claro, una de las cosas que les tiene cardíacos es que llevamos dos mil años mandando mal las cartas. Porque yo recuerdo que, cuando era pequeña, hacía unos sobres la mar de historiados (bueno, tampoco hay que exagerar, que he sido siempre "pelín" torponcilla para el dibujo) donde, con letra de esa encadenada, que nunca me salía bien, ponía "SSMM Reyes Magos de Oriente", que eran las señas que, según mi madre, aparecían en las Páginas Amarillas...<br />
Pero resulta que, según el papa, nos hemos hecho todos un lío y hemos estado mandando nuestras listas de regalos a una dirección equivocada, que los Reyes no son de Mesopotamia, sino andaluces resalaos, de Cádiz o Huelva, que según nos contaban en la facultad eran las posibles ubicaciones de Tartesos.<br />
El caso es que, si te fijas un poco, no deja de tener su lógica la cosa. Yo, desde siempre, me había preguntado de dónde demonios sacaban Sus Majestades esos pelucones, barbucias enormes y trajes brillosos que lucen en el desfile... ¡pues de los carnavales de Cádiz! Ellos tienen la suerte de poder usar el disfraz dos veces al año, no como nosotros, que cuando llega la siguiente temporada tenemos que comprarnos otro, porque hemos engordado y ya no nos cabe (snif).<br />
Pues sí, señor, Melchor, Gaspar y Baltasar, además de aficionados a la astronomía lo son también al flamenquito, el manzanilla, los boquerones fritos, la Alhambra y el lince de Doñana, morenos de verde luna y herederos de los atlantes... Si es que la Atlántida pilla de verdad por ahí, que hay teorías para todos los gustos.<br />
Lo que yo no entiendo es que Lucas (¿era Lucas? creo que sí) diga que llegaron, más despistados que un pulpo en un garaje y preguntando a quien no debían, "unos magos de Oriente". Que si hubiera dicho "unos magos de Ugarit" o algún nombre así raro, pues podía haberse confundido, pero ¿Oriente? Si yo creo que es lo único que sabemos todos desde pequeños, dónde está el Este, porque por ahí sale el sol y porque es de donde vienen los Reyes, coño.<br />
Esta duda me corroe hace tiempo y amenaza con convertir mis noches en páramos insomnes y mis días en una sucesión de horas aleladas... Es decir, como siempre.<br />
Pensando, pensando, se me ocurren algunas soluciones ortodoxas al dilema: una, que el evangelista estuviera mirando el mapa del revés y claro, le pareciera que venían por el otro lado; otra, que ellos mismos, al ver que la estaban liando parda en Jerusalén, dijeran "no, si venimos de Oriente", para despistar un poco. Y la tercera y más probable, que vinieran dando la vuelta por el otro lado y claro, pareciera que llegaban del Este. Así les llevó dos años el viaje, que los camellos resisten lo que sea, pero rápidos, lo que se dice rápidos, no son. Ya sé que me diréis que hay carreras de camellos y que corren que para qué, pero sólo son buenos al sprint, como dicen los entendidos.<br />
Total, que me imagino a los pobres, con los turbantes, las pelucas y los camellos atravesando toda Europa, que no me extraña que luego, tras ver al Niño Jesús, se volvieran a su casa por otro camino, uno más corto, claro.<br />
Pero lo peor de todo estaba por venir, ellos ignoraban que a partir de ese momento les iba a tocar hacer regalos a todo el mundo, pues menudo morro que nos gastamos. Y son generosos, que conste, pero anda que no tiene miga la noche del cinco de enero, no sé cómo no dimiten.<br />
Lo primero de todo, han tenido, durante años, que avisar en su oficina postal para que les lleguen las cartas. Que todas irían, si no, para Oriente. ¿Os imagináis a los pobres empleados de correos, estampando el sello de "desconocido" en las cartas de millones de niños? ¿O devoviéndolas al remitente? Si casi nunca poníamos el remite.<br />
Puede parecer una tontería, pero los carteros deben estar hasta el gorro de clasificar todas las cartas siguiendo las órdenes dictadas por sus superiores: "que pone Oriente, pero son para Motril" o el municipio en que residan los magos, que para mí que viven en la serranía de Granada, haciéndose pasar por ingleses jubilados. Imaginad, si han elegido un pueblo pequeño, el pobre cartero repartiendo millones y millones de misivas y preguntándose "y estos tres ¿por qué coño tienen tanto correo?" y los otros disimulando "por favor, qué cantidad de propaganda que nos llega al buzón", todo para despistar y que no se descubra su secreto.<br />
Luego, les toca pegarse unas panzadas a traducir todo aquello, que acaban medio locos. Recuerdo, por ejemplo, a un chiquitín que una vez pidio "una casita con nieve en el tejado". "Hala, Melchor, a buscarla, y rapidito, que todavía nos quedan treinta y seis millones más de niños". Y otro que pide "una bici como la de Manolito". "¿Guardamos las cartas del año pasado? Balta, anda, busca todas las que vengan firmadas por Manolitos, a ver si hay suerte y podemos averiguar cómo era la bici de las narices".<br />
Y no creáis que las de los mayores son más fáciles, qué vaaaa, si ahora son peores los juguetes de los padres que los de los hijos, entre los iphones, smartnosequés, ipades o ipodes mp5 (tiroriro rirorinco) y blurayh3d que nunca saben, los pobres, si pedimos un artilugio tecnológico o les estamos mentando a la madre.<br />
A lo que hay que añadir que nos pensamos que son millonarios. Caramba, a ver, dónde dice en el evangelio "unos millonarios de Oriente vinieron cargados de billetes", pues en ninguna parte, que no sabéis más que pedir, hombre. Como si a los pobres Reyes no les afectara la crisis, que a saber dónde tenían invertidos sus ahorrillos. Pues nada, una y otra vez intentamos que se arruinen. Egoistazos.<br />
En fin, que ya veis cómo la vida de nuestros simpáticos amigos es un "infienno". Tienen que aguantar durante un mes que los niños se les suban a la chepa, les tiren de las barbas y les chillen en la oreja. Además, hacerse fotos con ellos y salir sonrientes y no con cara de "testrangulodesgraciao". Luego leerse las carta y localizar los regalos y, además, gastarse un pastonazo en ellos. A continuación, aguantar el desfile de la cabalgata sin que se les tuerza el turbante ni la corona, haciendo "asín" con la manita y sin poder bajar ni a hacer pis. Soportar que el alcalde de turno les pegue la charla y que los niños les piten durante su discurso. Pasarse la noche entera corriendo como posesos, para dejar todos los regalos antes del amanecer. Y comerse las galletas y beberse la leche, que están criando piedras en el riñón de tanto calcio y la diabetes es un fantasma que sobrevuela sus cabezas...<br />
Y todo para que el día siete por la mañana, todo el mundo esté en la puerta de los grandes almacenes para cambiar los regalos conseguidos con mil sacrificios. De desagradecidos está el mundo lleno.<br />
Os lo digo en serio, nunca valoraremos suficiente el esfuerzo de los reyes. Serán muy magos, pero su vida es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-181151632711381352012-11-23T00:36:00.000+01:002012-11-23T00:45:22.574+01:00Lo peor es la cara que se te pone...Seguro que más de una vez habéis dicho esta frase: "lo peor no es que te pase tal o cual cosa, sino la cara de gilipollas que se te pone". Y es verdad verdadera, os lo aseguro. Hay cosas que, cuando te suceden, te alegras infinito de no ser alguien famoso, de los que anda siempre rodeado de una nube de "paparazzi" que inmortalicen tu cara, entre alelada y gafosa, porque te verías obligada a cambiar de trabajo, de amigos y, si me apuras, de ciudad, para empezar una vida de anonimato en otro lado, preferiblemente en las Antípodas. Porque el cachondeíto de los conocidos puede durar siglos y, la verdad, las primeras cuatrocientas veces que te lo recuerden te reirás, pero luego, como que acabarás un poco hartita de ser la rechifla de la peña...<br />
Por ejemplo: imaginad que decidís comeros un delicioso yogur desnatado que es, además, el último de la nevera hasta que cobréis. Quitáis la tapa y tiene un dedo de ese suero asqueroso que se forma en la superficie. ¿Para qué demonios queremos ese maldito suero? ¿Por qué los fabricantes lo incluyen en su producto, si repugna a todo el mundo? ¿No lo pueden aprovechar para usos médicos? ¿Por qué narices una sustancia tan desagradable tiene que empochingar vuestro único yogur, pudiendo hacerlo con los de los vecinos, que todavía les quedan cuatro más?<br />
Ya sé que me diréis que es un problema ridículo y con fácil solución: escurres el liquidillo en el fregadero, coges la cuchara y te lo comes (el yogur, no el liquidillo), que ya estás tardando. Pero no es tan sencillo (al menos, en mi caso, todo siempre se complica. Snif).<br />
Coges el yogur, lo inclinas levemente... y nada, que no cae el agüilla. Lo inclinas un poco más... y ahí que se va por el desgüe, seguida del yogur entero, que se cae al fregadero, el muy cabrón, con un sonoro "choooooof".Total, que te has quedado sin merienda en cosa de dos segundos. Pero eso no es lo peor, <em>lo peor es la cara que se te pone,</em> una mezcla de asombro, desencanto y "hay que joderse". A lo que tienes que añadir que, además, salpica y se te quedan las gafas llenas de pegotes, que parece que te las ha cagado una paloma. Imaginad lo que valdría una foto así de Belén Esteban: millones de euros ¿no? Pues tú todavía tienes que agradecer que estabas sola en casa, que cualquier testigo se habría tirado la tarde entera partiéndose el culo de ti y diciendo "torponaaaaaaaaaaaa".<br />
Y no creáis que es la única situación ridícula a la que os podéis enfrentar, que va...<br />
¿No se os ha ocurrido nunca andar por la calle mientras leéis un libro? Yo solía hacerlo de adolescente... hasta que un día, al ir a coger el metro en Ciudad Universitaria, mi interesantísima lectura de Marvin Harris se vio interrumpida por otros dos sonoros "chofs" (chof y chof). Miro para abajo y ¡síiiiiiiiiii! Como no podía ser de otra forma, había metido los dos pies en un fermosísimo montón de cemento que estaba, supongo, ahí preparado para arreglar la acera. Y lo peor no fue tener que tirar las zapatillas al llegar a casa, noooooo,<em> lo peor fue la cara de imbécil que se me puso,</em> agravada por la intervención de un viandante, que se vino hacia mí y me dijo, en tono confidencial "creo que te has manchado un poco". Qué jodío. Eso debían decir los mafiosos a los enemigos a los que hacían los zapatos de cemento antes de tirarlos al mar, "creo que te has manchado un poco el bajo de los pantalones, pero no te preocupes, que en cuanto te ahogues se te pasará la preocupación".<br />
Pues la cosa puede ponerse peor todavía: Una pareja conozco que, el día de su boda, cuando iban hacia el hotel donde se iban a hospedar, ¡hala!, metieron el coche en un alcorque y tuvieron que salir, vestiditos de gala, a sacar la rueda rebelde a pulso. Pero lo malo no fue engorrinarse el traje,<em> lo malo fue la cara de tontos que se les puso, </em>mientras los que pasaban por ahí no sabían si estaban viendo a dos pringadillos o siendo testigos de un programa de cámara oculta. Imaginad que le hubiera pasado eso a la duquesa de Alba en su última boda. Los de los programas del corazón habrían abierto un debate de quince o veinte horas, con ciento sesenta contertulios, para discutir si la escena estaba o no preparada...<br />
¿Y qué decir de cuando descubrís que estáis intentando fichar en el trabajo con el abono transportes? Lo peor no es que el reloj de fichar se vuelva loco con la banda magnética, qué vaaaaa, <em>lo peor es la cara de idiota que se te queda</em> cuando, sin haberte dado cuenta todavía de la enorme chorrada que estás haciendo, miras la pantallita y ves que tu hora de entrada no se ha registrado. Generalmente, cuando algún compañero te saca de tu error, generalmente con un "¿se puede saber qué coño haces?" muy apropiado, ha pasado la hora y has fichado tarde (más snif).<br />
Podría seguir poniendo ejemplos, ya sabéis que me encanta enrollarme horas y horas, pero creo que habéis captado la idea ¿verdad? Ahora bien, no vayáis a pensar que yo soy la única a la que le pasan estas estupideces, también vosotros lo sufrís en vuestras carnes. A ver ¿quién no ha intentado cambiar el canal de la tele con un mando que no era el de la tele? Ahí, delante de la pantalla, moviendo el mando de, por ejemplo, el aire acondicionado, apretando el botón con más fuerza y mascullando denuestos... hasta que caéis en vuestro error.<br />
Y no lo neguéis, lo malo no es que hayáis tardado media hora en daros cuenta, que los botones del mando se hayan quedado para adentro por la fuerza con que apretábais y esas cosas, para nada. <em>Lo peor es la cara de merluzo que se te pone,</em> con la lengua medio fuera, los ojos guiñados, que parece que te están entrando ganas de ir al váter.<br />
A lo que tienes que añadir que, al menos en mi caso, estas absurdas situaciones se van a repetir periódicamente y me acompañarán durante toda mi vida, que para eso soy, según no sé qué instituto noruego de ciencias del comportamiento, uno de los seres más despistados de este planeta, con lo que sospecho que por años y años esa cara de mema no me abandonará, para el regodeo de los que me rodean y eso sí que es un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-54370853742273799862012-11-04T19:19:00.000+01:002012-11-04T20:42:02.915+01:00Gastronomía absurda<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Pues yo estaba tan feliz estos días, pensando
en mis croquetas de cocido y la posibilidad de hacerme inmensamente rica con
ellas, gracias al asesoramiento de mi amigo Ignacio. Como que me planteaba hasta
dejar el trabajo y montar una PYME de distribución y decoración de fritillas
que diera trabajo a varios cientos de miles de desempleados… Pero, mi gozo en
un pozo, creo que no voy a tener sitio en el mercado.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Y vosotros me diréis “¿cómo no va a haber, en
este mundo globalizado, un huequecillo para tan delicioso manjar?”. Eso pensaba yo, pero la televisión se ha encargado de desilusionarme.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Resulta que llevo todo el finde vagueando en
casa, con el mando de la tele en la mano y he zapeado en torno a unos cuantos
programas de cocina y me he convencido de que no hay cabida para mis croquetas,
pobrecitas, no están de moda.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Ya sé que me diréis que no hay que prestarle
tanta atención a la tele… Ya lo sé,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>es
lo que nos recordaban constantemente nuestros padres cuando éramos pequeños.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero ellos lo decían para que hiciéramos los
deberes. Además, por aquel entonces, sólo había dos canales y no funcionaban
todo el día, así que el telediario y el fútbol no dejaban espacio a la
gastronomía en la pequeña pantalla.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Pero ahora, amigo, entre las cadenas
privadas, la tdt, la televisión por cable y los programas que se pueden “seguir
por internet”, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>las recetas lo han
invadido todo. Hay un canal que hasta tiene por logotipo un huevo frito, por si
acaso te queda alguna duda cuando lo encuentras… Y es que, desde que les ha
dado por cantarnos las excelencias de lo que comen en lugares exóticos y
nosotros nos perdemos por haber tenido la enoooorme desgracia de haber nacido
aquí, hay veces que no tengo muy claro si estoy viendo un programa de cocina,
una película de Wes Craven o los documentales de “El último superviviente”.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Porque, a ver ¿a vosotros os parece normal
que un amable cocinero o cocinera, con un gran desparpajo y total descaro, os
prepare, ahí mismo, una menestra de gusanos fritos o unas tripas de lagarto al
horno? Que a veces creo que están reponiendo <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>“Indiana Jones y el templo maldito”… hasta que
me <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>percato del huevecillo en la esquina
superior derecha de la pantalla y compruebo que no nos cuentan esas guarrerías
para darnos asco, que pretenden que nos las comamos.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Claro que tampoco deben estar ellos muy
convencidos: si te tratan de vender la moto, contándote que es lo típico de un
sitio, mal vamos. También tenían, en las islas del Caribe, la costumbre de
papearse a los de las tribus enemigas y todavía no me he encontrado, en la
carta de ningún restaurante, misioneros al ajillo o estofado de hinchas de tu
equipo rival.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Tampoco me convence que me cuenten la inmensa
cantidad de proteínas que me estoy perdiendo por no merendar bocatas de bichos,
en vez de un sándwich de queso. Siempre he pensado que, cuando te tienen que
convencer de lo maravilloso que es algo, o bien está malísimo, o bien no lo
tienen ellos tan claro. ¿Os imagináis diciéndole a un tío del Medio Oeste “sí,
esta tortilla de patatas no tiene un aspecto muy agradable, pero tiene muchos
hidratos de carbono, necesarios para la correcta nutrición y, además, cuando te
acostumbras al sabor, está incluso rica”? Ridículo ¿verdad?<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Bueno, pues si cambias de canal te encontrarás
a un cocinero calvorota, que viaja por el mundo catando las repugnancias más
exóticas y, encima, poniendo cara de entendido y diciendo que si el sabor es
gomoso, con un toque a tierra y tripas de vaca, que lo convierte en algo
absolutamente delicioso… Vamos, hombre, qué coño delicioso, no sólo tiene que
ser repugnante, sino que puede que te envenenes (o que ya<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>te hayas muerto intoxicado en algún atolón
del Pacífico y todo lo que yo <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>veo sean
reposiciones). Comparas la cara de Bear Grylls y la de este tío, ante el mismo
plato y ¿con qué te quedas? Yo, desde luego, me fío más de Bear Grylls, sobre
todo cuando se retira a unos arbustos para vomitar la última tanda de cojones
de cabra crudos que se ha tenido que apretar, por mor de la audiencia, ante la
rechifla de una tribu de beduinos que lleva quinientos años gastándole la misma
broma a los visitantes, mientras ellos se inflan a cordero asado con verduritas.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Pues nada, le das otra vez al mando y te
encuentras a algún otro chef, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>éste con
su correspondiente gorrito cocineril, que hace tan mono (hasta he visto alguna
que se lo coloca en plan txapela) utilizando las piezas del taller de coches de
la esquina para montar lo que, según él o ella, es “una deconstrucción de
lentejas al fumé de salmón”. Sí, claro, “fumé” es como está él, si se dedica a
esas cosas. Además ¿para qué necesita un instrumental tan enorme? Mi abuela se
apañaba con un cuchillo, una espumadera y una cuchara de madera y éstos tienen:
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>un soplete, para fundir el azúcar; unas
piezas, que parecen cachos de tubería serrados y él llama “moldes”, para hacer “pasteles”
de cualquier cosa extraña; una colección de cucharillas, tenedores y cuchillos
que podrían haber salido del maletín de un médico psicópata y que se utilizan
para arrancar bocaditos de una manzana en forma de pelotillas, floripondios y
maripositas, según le dé. Así pasa luego, que ves la comida y tienes la
sensación de estar a punto de zamparte las canicas de tu sobrino y los pasteles
de arena que hacías de pequeña en la playa, con el cubo y los moldes.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Además, todos los sabores están cambiados: lo
que de siempre era dulce, pues ahora es salado; lo que era salado, se le añade
un toque de miel, de cocacola o de lo que sea, para crear eso que llaman “contraste”
y que nuestras madres llamaban “hacer guarrerías”.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Luego, claro, te partes las caja cuando<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la gente te mira como si fueras de otro
planeta porque un día te zampas una hamburguesa, pero les parece de lo más
normal probar las criadillas de burra con salsa de gusanos, en una sopa
cocinada con algas recogidas en la playa, sacándoselas de entre los dedos de
los pies a los bañistas. Como si no hubiera que tener espíritu aventurero también para
encasquetarte, entre pecho y espalda, una cantidad de colesterol semejante a la que contiene un "cuarto de libra". Y
ya, ni os cuento con la “nouvelle (que ya no es tan nouvelle) cuisine”, que
todo el mundo está de acuerdo en que un plato de un metro cuadrado para
contener, en su centro, un canapé de foie, rodeado de canónigos y “salseado”
con vainilla, puede no ser un asco (a lo mejor si está rico, después de todo),
pero sí una risión.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">Lo peor de todo esto es que mis croquetas no
pueden competir con el poder de la televisión, creo que yo no doy el tipo para
tener un programa. En serio, imaginadme con un gorro de cocinera para recogerme
los pelos, las gafas salpicadas de aceite y mi fantástico delantal con la
receta del gulash, ante una cocina enorme e impoluta, contando al público: “pues
coges la carne que ha sobrado del cocido… ¡ay, coño, que se me cae el
morcillo!, la picas bien picadita –jo, vaya mierda de tijeras -, preparas la
bechamel, sí, ya, hay que hacerla a manubrio, pero a mí me sale hecha una
birria, así que le tengo que meter batidora”… y así hasta culminar con la
enorme bandeja… No sé qué pensáis vosotros, pero yo creo que sería una juerga
y, a la vez, una vergüenza. <o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-family: Calibri;">En fin, que después de tener en mis manos la
llave de una enorme fortuna, los bichos fritos y la espuma de gambas me
condenan a seguir con lo mío. Vamos, una faena y, sobre todo, un estrés y un
sinvivir.</span></span></div>
Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-2300793623631358747.post-52669719999778243122012-10-22T22:43:00.002+02:002012-10-22T22:58:32.540+02:00Una tanda de croquetas¿Os acordáis, cuando hablaba de "puñadejos, chorrillos y palmos", que os dije que la expresión "una tanda" podía aplicarse a cantidades ingentes de comida, como croquetas y albondiguillas? Pues eso es lo que me ha pasado este fin de semana cuando, sin saber cómo, me he encontré ante una montaña de bechamel, dispuesta a aprovechar los restos del cocido...<br />
Porque, tendréis que reconocer conmigo, las croquetas de cocido están que te cagas, pero más que te cagas aún es que las haga otro y tú pongas los cinco sentidos en zampártelas.<br />
Lo malo es que nadie suele estar por la labor y existe para ello en internet un manido catálogo de excusas, entre las que podéis seleccionar la que más os mole: que si la cocina se pone hecha un asco, que si son muy laboriosas, que si las congeladas de la marca Tararí están buenísimas, que si ya no las haces porque los niños hacían ascos... En fin, lo dicho, elegid la que queráis y nadie os pondrá cara rara porque toooooodo el mundo que alguna vez se haya enfrentado a ellas sabe que prepararlas es un coñazo.<br />
Pero yo tengo ese punto masocatontorrón y me da, algunas veces, por preparar comidas pantagruélicas (como aquella vez que hice un cuscús para dos y tuve que invitar a seis personas más a comer y aún me sobró... para hacer croquetas). Así que, el viernes por la noche, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que todos los programas de la tele eran un bodrio que te pasas y que no me apetecía empezar un libro, porque acababa de terminar otro, agarré la batidora (sí, ya lo sé, soy una hereje... pero la bechamel de las herejes "nunca" tiene grumos) y me puse manos a la obra.<br />
Lo malo es que yo aprendí a preparar las deliciosas fritillas con el vademecum de la cocina anterior a Simone Ortega, a saber, el libro de cocina de la Sección Femenina. Joder, no os riáis, que es verdaaaaaaaaad. Ese ladrillo, que ya no encuentro en las librerías, tiene mogollón de recetas geniales (guay) y un enooooorme problema (no tan guay o, para ser más sinceros, jodóoooooo), que todas las cantidades están pensadas para una familia de seis miembros. Así que, si te ajustas a la receta, te pasas once mil días engullendo tu último engendro (y si eran albóndigas con pisto, pues no hay problema, pero si era arroz, se convertirá en una especie de engrudo y se lo comerá tu abuela).<br />
Ya sé que me diréis que basta con unos pequeños cálculos para resolver un problema tan estúpido. Qué listos sois todos. Si me salieran igual de bien las cosas dividiéndolas por la mitad o por tres o por lo que fuera, habría conseguido una cantidad asumible de croquetas, pero ¡no me saleeeeeeee! Yo aplico los cálculos correctos y el resultado suele ser, unas veces, repugnante, otras, directamente venenoso.<br />
Vamos, que prefiero, ya que me molesto en cocinar, que lo que guiso esté bueno, aunque me pase once o doce meses comiéndome los restos, en vez de tirarlo a la basura después de haberme tirado cuatro mil días preparándolo.<br />
Todo este rollo es para deciros que, al final, con la carne que había sobrado del cocido, me dio para echarle un litro de leche a la bechamel y, a consecuencia de ello, todo se desmadró. Al principio no fui consciente de ello, mientras miraba cómo cocía en la cacerola (mi amiga Belén definió el sonido de la bechamel al cocer como "bulúnglues", a mí sólo me suena "chof chof potochof"); luego, cuando lo rectificaba de sal, me deleitaba en lo buena que estaba y, al verterla en la fuente, la ilusión de rechupetear la cuchara de madera y lamer la cacerola me impidió percatarme de la enormidad que tenía entre las manos.<br />
Pero, ay, amigo, cuando fui el sábado a preparar las croquetas, entonces fue ello. Me salieron nada menos que ¡cincuenta! ¿Dónde coño voy yo con cincuenta croquetas? Pues ahí está: aperitivo el dmoingo, cena el domingo, cena el lunes... Para mediados de la semana que viene puede que me vea liberada de la maldición del reciclaje culinario.<br />
Porque eso es lo que son las croquetas. O, al menos, eso era antiguamente: todos los restos de la cocina volvían al día siguiente convertidos en estos rollizos bartolillos. Bueno, todos no, nunca vi nadie que las preparara con sopa, con paella o con lentejas, por citar sólo tres ejemplos.<br />
Ahora, si vas a una tienda de gourmets o como se escriba, las tienes de sabores exóticos, pero las de casa no tienen variedad: pollo, jamón, cocido y bacalao. Lo demás son pijadas. Pijadas muy ricas, por cierto.<br />
Mientras consigo que mi fuente se vacíe, entretengo mi mente en alegres jueguecillos, ya sabéis que no puedo estar parada ni un segundo. En esta ocasión la idea que se me ha metido en la cabeza tiene que ver con mi imposibilidad para hacer los cálculos correctos con las recetas. Pues, para demostraros que es mentira y que sé calcular perfectamente, ahí va esta absurda disquisición:<br />
Punto uno: ¿Sería posible que una persona se comiera su propio peso en croquetas? Respuesta: No. Nadie sería capaz de reconocer lo que pesa y, mucho menos, hacer semejante bechamel sin disponer de la batería de cocina del ejército.<br />
Punto dos: ¿Cuántas croquetas serían necesarias para cubrir la distancia de Madrid a Cuenca? Esto es más fácil. Según internet, de Madrid a Cuenca hay 167 kilómetros. Mis croquetas son oblongas, pero suelen medir todas en torno a dos centímetros y medio. Así que necesitaría en torno a seis millones, seiscientas ochenta mil croquetas. Tócate las narices, con que´me tiraré hasta el día del Juicio y sólo hice cincuenta, imaginad más de seis millones.<br />
Pero bueno, esa no es la cuestión, el tema eran los cálculos y, de momento, van bien.<br />
Punto tres: Si me salen unas cincuenta por cada fuente, significaría que tengo que preparar ciento treinta y tres mil seiscientas bandejas de bechamel, es decir, la misma cantidad de litros de leche. Creo que me apañaré con la cornisa cantábrica. Menos mal, sólo me faltaba tener que irme hasta Suiza para una cuestión tan tonta.<br />
Punto cuatro: ¿Cuántos kilos de relleno me harían falta? Pues, si echo unos cuatrocientos gramos de cosillas picaditas, debería emplear cincuenta y tres mil cuatrocientos cuarenta kilos de carne de cocido, por ejemplo. Y unos cuarenta y cuatro mil quinientos treinta y tres (con período) huevos para empanar todo el amasijo, antes de que se dé cuenta y huya, que se han dado casos.<br />
En fin, sin contar con la harina, calculo que, de llevar a cabo mi proyecto, necesitaría algo más de la vida media de un europeo, no sólo para preparar tamaña cantidad de croquetas, sino, ya puesta, para comérmelas, que me salen muy ricas.<br />
Me pregunto si ese récord está registrado ya en el libro Guinness, en la sección "chorradas". Pero, la verdad, me importa un carajo. Creo que, sólo con hacer los cálculos, ya he engordado unos quince o veinte kilos, tengo harina detrás de las orejas, las gafas salpicadas de pan rallado frito y todo ello por querer aprovechar los restos del cocido.<br />
Ya sé que mis consejos pueden pareceros estúpidos, pero debéis hacerme caso: nunca hagáis tamaño montón de croquetas, os llevará siglo y medio, os pondréis redondos, os quemaréis la lengua al lamer la cacerola, acabaréis regalándolas a los vecinos, amigos y parientes, que os odiarán por ello y al final, como siempre, esto será un estrés y un sinvivir.Elenahttp://www.blogger.com/profile/04590950658805618372noreply@blogger.com10