Vistas de página en total

sábado, 26 de marzo de 2011

Perpleja

Mi apretada agenda me ha mantenido lejos de vosotros, oh impresentables lectores, que no hacéis comentarios, ni nada (la Gusi y mi hemmana se salvan, por supuesto) más tiempo del que yo quisiera. Pero ahora, merced a un trastillo que me ha regalado mi maaaaaaaama, acompañado de una conexión usb, puedo permitirme el lujo de soltar mis peroratas andequiera, así que os vais a cagar, ya no tendréis reposo ni los fines de semana, ni en las horas que no son tarifa plana, ni la madre que os parió, pero en el fondo os encanta, así que no os quejéis.
Bueno, a lo que iba: Llevo varios días pensando en esas pequeñas cosas que me rodean y me dejan completamente perpleja, no sé si, como ya comentaba en otra entrada, mis sesos se han hecho, definitivamente, agua (o puches) y tengo alucinaciones o, lo que realmente pasa, es que no soy yo la única que se ha vuelto lela sino, más bien, la única que lo reconoce.
Y, como siempre, me explico:
Voy el otro día, felizmente, a pasearme por Getafe, pero no en la acepción preferida de mi cuñado, sino en la literal, vamos, que iba a Getafe, en tren, y veo un lindo cartelillo en el vagón, una especie de cristalito, con un dibujito la mar de regonito, de uno de esos martillos de diseño que te ponen para las emergencias y un rótulo que dice: "Martillo rompecristales. Romper el cristal para acceder al martillo". Así, con dos cojones y sin anestesia ni nada. Y yo me pregunto, ¿cómo coño voy a romper el cristal, si el martillo está detrás? Lo he buscado en internet y lo he encontrado, definido como "la paradoja del martillo". No me digáis que no mola. La mente preclara que produjo este inefable cartelillo debería ser premiada en todos los foros y, si me apuráis, en algunos, dos veces. Con un par.
Si esa fuera la única paradoja que me encuentro por ahí escrita, pensaría que es, unicamente, una genialidad de alguien que está esperando, oculto en algún rincón del vagón, a ver si alguien se da cuenta de la chufla. Pero no, de verdad, la cosa se repite, como las instructiones de algunas latas, que pone: "Consumir preferentemente antes de mirar abajo". Menos mal que nos avisan, de verdad, si no, al darle la vuelta para mirar abajo, nos tiraríamos todo por encima... Al menos, yo lo haría. Hoy me he echado ya seis cocacolas encima de la camiseta por hacer caso al rotulillo. Snif.
Con todo esto, a lo mejor pensáis que la vida moderna nos ha vuelto, definitivamente, gilipuás, pero no, hijos nooooo, la cosa viene de antiguo. De verdad, tengo un saco de anectodillas de este tipo. A saber:
En mi no lejana infancia (y esas risitas, por favor, que se callen) recuerdo haber visto en el metro un cartel imprescindible en la colección de cualquier friki, "Prohibido fumar o llevar el cigarro encendido". Qué cachondo, de verdad, así que la gente entraba con el piti en el vagón y, si el picapica le decía algo, contestaba, "síii, lo llevo encendido pero, por mis ninios, no estoy fumando, ni lo haré hasta que salga". Te cagas. Ya, recordar la multa que te podía caer por llevar el cigarro encendido (cinco pesetas), era de traca, pero puede que entonces fueran un capital, qué se le va a hacer.
¿Y recordáis aquel que decía "asiento reservado para caballeros mutilados"? Debían estar puestos desde el año 40 porque, si no, no me lo explico. Yo nunca vi un caballero mutilado, pero siempre me llamó la atención que fuera el único asiento que disponía de reposabrazos (sólo uno y no formaba parte del asiento, sino que estaba atornillado a la pared del vagón), porque, en mi cabeza, los caballeros mutilados tenían la pinta de Cervantes y yo me preguntaba, ¿para qué demonios querá un manco un reposabrazos? A día de hoy, aún lo ignoro.
Otro muy divertido era el que te aconsejaba, como una madre amante que se preocupa por sus churumbeles: "antes de llegar a su estación prepárese para salir". Algunos ignoraron tan sabio consejo y todavía siguen circulando por la misma vía, p'alante y p'atrás, porque no fueron capaces de bajarse donde querían. Un infierno, por eso están tan llenos los vagones en las horas puntas, por la gente que no se preparó para salir y sigue allí encerrada. Ven a los que entramos y salimos y nos envidias y se sienten desgraciados. A veces, cuando el tren vuelve a ponerse en movimiento, te hacen gestos obscenos por las ventanillas. A mí me recuerda la película esa de Buñuel... aunque creo que era una iglesia, no un vagón de metro.
O las señales de prohibido aparcar, en algunos sitios: te encuentras dos señales, al principio y al final del tramo, con las rayas cruzadas, cada una con una flechita que señala a la otra, el suelo entre ellas pintado con un zigzag amarillo y aun ponen un cartel que dice "prohibido aparcar". A lo mejor no quedó bastante claro con toda la parafernalia ya desplegada, lo mismo hace falta también un agente de proximidad que, a todos los coches que circulen, vaya parándolos e informando a sus atónitos conductores: "oiga, que ahí, donde las señales de no aparcar, ni estacionar, en el espacio señalado por la pintada amarilla y por las flechitas, pues que no se puede aparcar, ni parar, ni nada" y los conductores le contestarán, "aaaaaaah, entonces, ¿aparcar puedo?".  "No, señor, no puede" y, al día siguiente, junto a las señales, el guardia y todo lo demás, hay dos coches de la municipal repartiendo panfletos informativos y una cola de vehículos esperando para aparcar.
De verdad, os contaría muchas más de estas chorradas, pero preferiría que hiciérais vosotros memoria y me contárais las que habéis visto con vuestros propios ojillos, porque me tengo que ir a comer, que ya son más de las tres. Y como comprenderéis, estar lampando de hambre, con la comida sin hacer y pegada al teclado, todo al tiempo, es un estrés y un sinvivir.

2 comentarios:

  1. aparte del "peligro, hombres trabajando", que me ha encantado siempre, a mí lo que más me gusta es ver los nombres de los pueblos por el camino. Me gustaba especialmente el camino a Lisboa, que tenía "Alonso de Ojeda", a ver, cómo se llaman los de ese pueblo? Alonsinos? Alonsoojedinos? Vale, también estaba Deleitosa y Garaicejo. He buscado los gentilicios en internet y casi me parto de risa.

    ResponderEliminar
  2. Siempre recordaré aquello de "no parar la hoja con la mano" en una sierra eléctrica, o en no se qué pueblo de américa que está prohibido atar una jirafa a un poste de la luz los viernes...Como decía el anuncio, el ser humano es maravilloso

    ResponderEliminar