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viernes, 30 de marzo de 2012

Ese público que tanto me quiere y a quien tanto debo...

No sé si cuando entráis en este, mi blog y el vuestro, tan regonito él, os fijáis en esa ventanita que, a la derecha, tiene unas cuantas fotitos pequeñitas, bien monas. Creo recordar que, cuando empecé con él, en el diseño original se llamaba algo tan poco sugerente como "seguidores del blog". Pues vaya nombre más insulso. Fue una de las primeras cosas que modifiqué en la plantilla y la cambié por el título que tiene ahora, "Mis leales y guapísimos", que, aparte de quedar muy bien, sirve para que veais que os quiero "bucho buchísibo" (pelotaaaaa, pelotaaaaaa, diréis. Pues sí, ¿qué "pacha"?).
El caso es que miro con muchísima curiosidad esta linda ventana, que no deja de sorprenderme y llenarse, ella de gente y yo de alegrías bien regordas. Al principio tenía sólo un par de retratillos: mi "hemmano" y Belén. Por cierto, que Fernando me comentaba las aventuras que pasó para poder colgar su sonriente carita, que estuvo a punto de desesperar cuatrocientas ocho veces (lo que os da una prueba de la tenacidad fraterna. Me emociono. Jaaarl).
"Moquito a moco", como todas las cosas en esta vida, el volumen de gente asomada a la fenestra, pues ha ido creciendo. Primero vi aparecer por allí a mis apuestos sobrináceos, majos ellos. De pronto, otro soleado día, me encontré ahí a Javier esquiando, a quien me costó distinguir, no sólo por el "Nick" (sí, ya lo sé, tío, soy más bien torpe), sino porque no sabía dónde estaba la lupa de las narices para ampliar la foto. Una pena de mujer, lo tengo asumido, pues qué se le va a hacer.
Luego, si mal no recuerdo, apareció por aquí Marisol, qué alegría verla por estos pagos, que ya tenía la casa dos pisos de gente mirándome y haciéndome "asín" con la manita (y por "asín" me refiero a un regio saludo, no al célebre gesto con el dedo medio, que conste).
Y Yayo, que llegó después de una juerga en la peña en la que le puse la cabeza como un bombo a base de promocionar esta cosilla...
Un día, según estoy entrando, a ver si hay algún comentario por ahí para contestar, ¡zas! me encuentro a Eloy (bueno, a medio Eloy, que no se le ve la cara entera), fíjate tú, qué iluuuuu, más gente leyendo mis chorradas. Y Jaimón, que creo se volvió medio tarumba para incluirse en la lista de "los más buscados". Ya, lo único que falta, es que pongas una foto, guapooo.
Mis fermosos cuñaaaaaaaaaaaaos, Juancar y Ángel, qué decir de ellos (mejor no digo nada...), cuando los vi llegar recordé aquellos versos:

Asómate a la vergüenza,
cara de poca ventana
y dame un vaso de sed,
que vengo muerto de agua.

Ciento ocho años esperando verles por aquí, no los recibí con banda de música porque no tengo, pero les mandé sonoros besitos que ignoro si escucharon (snif) y di por aquí varias volteretas, al tiempo que gritaba "¡viva, viva!", no sin antes asegurarme de tener desconectada la webcam, claro.
¿Pensabais que ya estaba todo resuelto con más miembros de "la famiglia" reconociendo públicamente que leen mis tontunas? Pues ni de coña. Vuestro mal ejemplo va corriendo por ahí, hasta tal punto que, hace unos días, cuando entro ¡me encuentro a Higinio! ¡Holaaaaaaaaaaa, colegaaaaa!
Pero no os vayáis a creer: hay mucha más gente por ahí pululando, que no se atreve a poner su foto (pero si sois muy guapos) pero me deja algún comentario: mis hemmanitas Mari y Mardelotos (fermosaaas), mi Gusi (oficialmente "Anónimo de Zaragoza", como la novela de Jan Potocki o como se escriba), Taza y sus lapidarias frases, Víctorquepocoteprodigasmajo, la Silvi, que me tuvo riendo media hora con el tema del semanario de bragas... Y mi concu, que tiene cierta tendencia a contar cosas tronchantes...Y seguro que me dejo alguno en el tintero, pero no me voy a poner ahora a revisar las 66 diabólicas entradas, para ver quién me hizo comentarios por doquier.
Vamos, que con tanto público, me cuesta a veces un poco escribir alguna gilipollez, porque digo "¿qué harán si no les gusta?". Esto en Horche es una pregunta absurda, pues tirarme al pilón, claro está. Así que intento pergeñar tontunas cada vez más gordas, para que paséis un buen ratejo, más que nada por compensar el trabajo que os costó colgar la foto a unos y escribir los comentarios a otros y las dos cosas a unos pocos; para no acabar echando unos nados en la fuente que, aunque ya no hay mulas y el agua no se pone verde, sigue estando fría; para que no me deis collejas cuando me veais por la calle; para que me sigáis invitando a unas cañejas de vez en cuando... En fin, esas cosas. Ah, bueno, y porque vosotros os reís cuando las leéis, pero yo, en algunas ocasiones, me descojono solita mientras las escribo.
Pero claro, resulta que tener el ventanuco lleno de gente y prácticamente todas las entradas con comentarios, además de por encima de cuatro mil visitejas a éste, mi humilde y un tanto chiflado "loft" en la "güés", pues hay que sucumbir a las "peticiones del oyente". Así que, tras haber leído el comentario de mi "hemmano", mis sobrinos y, últimamente de la prima Elvi (por cierto, que a ver si escribes, rica - ya sé que me dirás que cuando yo te llame para tomar café en Alcalá... -), pues he decidido cambiar el fondo y el color de la letra, para que no se os caigan los ojos al suelo, ni tengáis que cambiaros las gafas dos veces al año, como yo, ni nada. Ahora bien, si de esta luminosa manera encontráis unas erratas que lo flipáis, no os sorprenda, que mi extraña topez me permite ver mucho mejor letras negras en fondo blanco, que letras verdes en fondo lila (¿o no es así? ¿Me he vuelto a confundir de diseño? Buaaa...).
Ahora sólo espero que, viendo que vuestras medidas de presión han tenido éxito, no esperéis que adopte más cambios, como poner un fondo de alegres florecillas, frases cursis en el encabezamiento, fotos mías vestida de tirolesa, o que cambie el tono habitualmente gamberro y políticamente incorrecto del blog para hablar de los entresijos (o la casquería, como se prefiera) de la política internacional, los grandes maestros de la filosofía o las últimas jornadas futbolísticas. Porque eso sí que sería, además de un coñazo, un estrés y un sinvivir.

jueves, 22 de marzo de 2012

Y tó lleno bichos...

Que conste que la frase no es mía, sino de un coleguita de mi hermana, que definió así el Masai Mara o como se llame el sitio al que te llevan de safari cuando vas por África. Por lo que contaba, no podemos ni imaginarnos la cantidad de bicharracos que hay por ahí pastando. Claro, como en la tele sólo enfocan a las leonas, te crees que están ahí, solitas, en medio de la sabana, hasta que aparece un despistadillo rumiante, como quien no quiere la cosa... y se lía parda. Pero no, resulta que hay unos cuatrocientos mil millones más de bichejos por ahí, pero te tienes que poner un poquito más lejos para verlos todos.
El caso es que, durante mucho tiempo, he pensado que, con la excepción de mi casa cuando llego en verano a limpiarla, aquí estábamos libres de la invasión de animalejos, porque estaban todos en Kenia... Hasta que, hace relativamente poco, un acontecimiento aparentemente trivial ha venido a abrirme los ojos y he comprobado que también nuestro mundo civilizado está "tó lleno bichos".
Últimamente venían hablándome por aquí y por allá de las excelencias de un champú que, según me decían, está pensado para caballos. Y yo me pregunto ¿ni los pobres caballos están exentos de tales coqueterías? Dentro de poco habrá también rimmel para caballos, lencería para caballos y qué sé yo qué más. Los veremos en las peluquerías poniéndose mechas, haciéndose los cascos con manicura francesa, peinándose la cola con coleteros de Dora, la Exploradora... Qué desastre, de verdad, "vanita vanitatis" en versión caballuna. Y todo por nuestra culpa, que les hemos llenado la cabeza de sandeces.
Pero, como de costumbre, mi razonamiento no era, que se diga, muy correcto. Han tenido que explicarme, despacio y con dibujitos, que el champú con el que, de toda la vida, lavaban a los caballos para que estuvieran bien lustrositos antes de correr el "Grand National" y otras competiciones cuyos nombres desconozco, ahora lo han comercializado para uso humano porque es la leche de bueno para suavizar nuestras greñas, poblar nuestras calvas y dejarnos tan monas... Eso sí, supongo que un 200% más caro, que ya que a nuestros equinos no se la pueden clavar, pues a nosotros, hala. A restregarnos el cogote con champú de borricas. Lo siguiente será que nos convenzan de lo buenísimo que sería para nuestros pies calzar herraduras, que se desgastan menos que los tacones.
En fin, que me sugestiono con el asunto voy y me compro un bote para hacer la prueba, que todo el mundo me dice que le va estupendo y se les ponen unas pelambres que da gusto de rubias, brillantes y con el liso asiático ése de las narices... Pues a mí no, como ya podéis imaginaros: se me han quedado los pelos todos de punta y ásperos como un escobajo. Mis fermosas guedejas, merced a este champú, parecen... crines. Lógico. Es lo que tiene lavotearte con champú de caballos. De hecho, es tan requetebuenísimo que en la tienda me recomendaron que no lo utilizara mucho, que no conviene. Pues sí que estamos bien.
Esta absurda experiencia me ha recordado otras, más antiguas, también relacionadas con otros bichos y no me ha quedado más remedio que contarlas aquí, porque si se las comento a la gente en el curro huyen, asegurando que tienen a los niños en el horno o urgencias similares (snif).
Por ejemplo: ¿os acordáis cuando se puso de moda la baba de caracol? ¡Qué cosa más repugnante, por favor! Con la rabia que te da cuando algún bebé te chorrea las babas espesas y llenas de migas de pan por la cara mientras le estás haciendo el avión y resulta que nos dio por coger las de los caracoles, que son mucho más asquerosas y empezar a restregárnoslas por todas partes. Puaj. Hasta alguien conozco que le recomendaron esas puras babas, sin crema ni nada, para tratarse las verrugas y llevaba las manos como recién sacadas de la boca de un alien. Ignoro si se le fueron las verrugas pero, la verdad, yo hubiera preferido andar por el mundo con las zarpas como si llevara un puñado de chufas a restregarme los efluvios de esos gasterópodos cabrones con los ojos en los cuernos.
Siempre que veía en la tele el anuncio de marras, en el que te decían que llamaras a no sé qué número de teléfono y te mandarían más y más tarros de crema a unos precios sorprendentes (¿sorprendentes? Lo sorprendente es tener que pagar por esa pringue) me quedaba flipada viendo cómo se la daban por aquí y por allá y aseguraban tener la piel más joven, haber perdido de un plumazo todas sus arrugas, haberse curado de la celulitis, la lepra y no sé cuántas virtudes más. Vamos, hombre, por favor. ¿Habéis conocido a alguien que comprara esa guarrería? Pues eso.
¿Y qué me decís de la "crema de la vaca"? Nunca supe si se llamaba así por haber sido diseñada exclusivamente para vacas, por estar fabricada con vacas o porque se les puso en los mismísimos a los que la comercializaban, pero me daba un mal rollo... Con el cariño que le tengo yo a las vacas, que hasta mujo en mis ratos libres... Imaginarme que las hacían paté para que yo me lo untara en el ombligo y se me pusiera moreno... Otras veces pensaba que eran las vacas quienes debían dársela para tomar el sol, tal vez así no se quedaran a manchas blancas y negras, como si tuvieran vitíligo... Pobres vacas mías, si a ellas les importa un rábano estar o no morenas, lo mismo que a mí, la verdad. Pues pasando de la crema de la vaca.
Más ejemplos: en mis no muy lejanos (mentiraaaaaaa, mentiraaaa) años de estudiante, aprendí que los fenicios y los romanos fabricaban el tinte púrpura machacando los caparazones de no sé qué caracol, o de algún otro animalejo repugnante, seguramente marino. Total, que los patricios y esas gentes se envolvían las nalgas con telas teñidas con cascaritas de caracola. Espero que no se pincharan el culo con algún resto. Bueno, pues el té que espurrea la máquina del curro tiene un color parecido y, de hecho, una compañera asegura que lo preparan con cochinillas machacadas... Me he pasado al café, aunque otro colega asegura que la leche auténtica no puede hacer esos espumarajos y que, con toda seguridad, sea fairy. Pues sí que estamos buenos.
Luego está una cosa que llaman goma laca o algo parecido, que sirver para frotar y refrotar los muebles de la abuela y dejarlos bien regonitos. Yo pensaba que era un barniz, pero me dicen que no, que es un pringue preparado con restos de más y más repugnantes bichos. La próxima vez le doy a la mesilla una mano de purpurina, que seguro que no tiene nada de eso.
En fin, que ya veis cómo están las cosas, "toas llenas de bichos". Y yo digo ¿alguno der estos productos tendrá la etiqueta tan mona de "no testado en animales"? Porque el champú de caballos, habrán tenido que probarlo con caballos, imagino ¿o lo probaron primero en humanos, para asegurar que los caballos podrían usarlo sin peligro?; las babas de caracol ¿se le ocurrió comercializarlas a un guarro o probaron primero a ver cómo se les arreglaban las goteras de la cáscara? ¿Probaron la famosa crema bronceadora en vacas o esperaron primero, a ver si se achicharraban las señoras? ¿Dieron a beber el té a las cochinillas y, una vez comprobado que no fallecían las trituraron y las metieron en la máquina del trabajo? ¿Limpian las larvas los huecos de los árboles en que viven con la susodicha goma laca y los dejan bien brillantitos?
Ignoro la respuesta a todas estas preguntas, pero allá donde miro encuentro un producto "lleno bichos" y no sé si seguir la corriente y utilizarlo o morirme de asco. Esto es un estrés y un sinvivir.

lunes, 5 de marzo de 2012

Pasteles, bombones y nueces de macadamia

Llevo una temporada que, por motivos que no alcanzo a comprender, toneladas de dulces se cruzan en mi camino... con desastrosos resultados para mi cinturita de avispa. Ya sé que tod@s empezamos el año con los mismos propósitos, entre ellos quedarnos hech@s un@s sílfides, para poder lucir el bikini en verano... Y también sé que tardamos nada más unos quince minutos en mandar al cuerno tan loables intenciones. Pero este año, no sé si por alguna conjunción astrológica, voy a renunciar al consabido régimen, no por desidia, sino por las constantes granizadas de tartas, bizcochos, helados, etc. que me están cayendo, sin ninguna compasión. Ya le dije una vez a mi sobrino que huír de semejantes fenómenos meteorológicos es de "copardes", que sólo hay una salida digna y es sucumbir a la tentación. Claro, así me luce el pelo.
Por ejemplo, ¿por qué este Carnaval a todo el mundo le ha dado, no sólo por preparar orejas, sino por convidarme? Pues dos compañeras me han traído cantidades ingentes de orejas que hubiera sido una descortesía rechazar, con la de tiempo que lleva prepararlas. Y ya que las tienes, las pruebas, joder, qué ricas. Tratas de distinguir los diferentes sabores que las conforman y, claro, en esta inocente actividad te has comido kilo y medio sin darte cuenta. Menos mal que no me dio por mojarlas en chocolate, sólo en ponerles miel por encima. Lo menos me ahorré catorce calorías... Eso en junio se notará.
Pensaréis que, una vez pasado el Carnaval, este problema se habrá resuelto por sí solo para ser sustituido por un repentino ataque de bacalao y potajes, pero os equivocáis. Los malignos dulces me siguen acosando:
Ahora resulta que han abierto, cerca de mi academia de inglés, una tienda de chuches para adultos, una especie de franquicia sueca, que se llaman algo impronunciable que empieza por "oo" ("ooh, qué buenos, o algo parecido). Entras y te sientes como si fueras a tomar el té con Willy Bonka, qué barbaridad. Montañas de caramelos, bombones, ositos de gominola bañados en chocolate, esas nubecitas que ahora, no sé por qué, se llaman "masmalous" o algo parecido; regalices de todos los tamaños y sabores, bolitas de arándanos (¿cómo no habíamos descubierto aquí el enorme potencial de los arándanos? Seguro que sólo los utilizamos para hacer algún licor) y de coco (qué miedoooo), yo qué sé, la locura. Te dan una especie de cogedorcillo, una bolsita y, hala, a la carga, que todo tiene el mismo precio. Vamos, que practicar inglés me va a llevar a la diabetes antes de acabar el trimestre. Snif.
La cosa, obviamente, no acaba ahí. Resulta que reviso los tickets descuento del supermercado y veo que tengo un 10 % en helados y la mala pata de descubrirlo el día que han repuesto género y tienen como once mil vasitos de vainilla y nueces de macadamia. Y yo me pregunto ¿por qué está tan bueno ese jodío helado, si la vainilla es la cosa más insulsa que existe? Supongo que será por la macadamia, ¿qué cojones es la macadamia? Así que lo miro en la wikipedia y me entero de que es una planta de la familia de las proteáceas (aaaaah, aclaradooo) y que no sé cuántas variantes son venenosas. Espero que la que utilizan para los helados no lo sea porque, si no, ya me habría muerto... Creo que, para evitar a cualquiera que venga a casa el riesgo de intoxicarse, es mejor que me lo coma yo todo... Me parece que voy a reventar. Menos mal que se me han acabado los vales.
Si hago un breve examen de conciencia compruebo que he pasado los últimos quince días sometida a la tiranía de las bolitas de arándano, las de coco, las orejas de Carnaval y las nueces de macadamia. ¿Será por eso por lo que no me caben los pantalones?
Pero el ataque de la glucosa continúa: todavía queda sufrir la maldición de los bizcochos caseros de chocolate y avellanas. ¿A qué mente perversa se le ocurrió tan herética y deliciosa receta? ¿Por qué todo el mundo aprovecha los cumpleaños de los amigos para prepararlos? ¿Por qué estoy invitada a tales fiestas mistéricas? Lo ignoro, pero todavía tengo migas en los bolsillos.
El caso es que, si lo analizas fríamente, podrías evitar con cierta facilidad estas desconsideradas agresiones contra la línea: bastaría con rechazar amablemente las orejas alegando, por ejemplo, que de lo que se come, se cría (o, más educadamente, decir que estás a régimen sólo de acelgas, o algo así); salir de clase de inglés por el lado contrario: así, además de una paseata de una hora, que te sentará fenomenal te evitarás pasar por la maligna tienda; tirar los tickets de descuento, salvo cuando sean para productos dietéticos y sin azúcar; declinar las invitaciones a las fiestas de cumpleaños diciendo que te has quedado encerrada en el váter y no puedes salir hasta que venga el cerrajero; renunciar a meter las manos en los bolsillos (además, no es nada elegante) y luego lamer las migas de los dedos... Así conseguirías llevar una vida mucho menos dulce y tus lorzas te lo agradecerían. Podrías dedicarte al ejercicio intensivo, las crudités y, en todo caso, investigar sobre las virtudes de las nueces de macadamia separadas de su triste envoltorio de vainilla; renunciar a todo tipo de interacción social (celebraciones con los compañeros, cumpleaños de los colegas...) y convertirte en un ser autista, delgadito y, posiblemente, económicamente mejor situado, porque te ahorrarás una pasta en dulces...
Pues vaya una mierda; prefiero seguir siendo prisionera de la lorza y disfrutar de estos arranques de chocolate y nueces. Que la vida sin pasteles es un estrés y un sinvivir.