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viernes, 18 de diciembre de 2015

Catálogo de chorradas

Llevo mucho tiempo anunciando a quien lo quiera oír que me persiguen las chorradas y mi gran amiga Belén dice que no es exactamente eso sino que, más bien, las chorradas están ahí, todas ellas, tan monas y yo lo que tengo es un ojo especial para detectarlas. Viniendo de Belén, me tomo el comentario como un elogio (ejem).

Lo bueno es que ahora, gracias al móvil, puedo aportar pruebas, muuuuuuuuucchas pruebas. Le copié la idea a Javier, un compañero del curro, que tenía, en aquel entonces, fijación por los adornos de los salpicaderos de los coches. Ignoro si su obsesión empezó en un intento inútil de averiguar cuántas variantes circulaban por España del famoso muñequito Elvis bailón que todo el mundo tenía menos yo (más que nada porque yo, por aquel entonces, no tenía coche. Podía haber llevado uno en el bolso y no desentonaría, en realidad, entre las mil estupideces que ya llevo, pero nunca se me ocurrió... menos mal, que cualquier día se me abre en público y bastante hago ya el ridículo con el monigote de Peppa Pig). Bueno, como siempre, estoy divagando, no tengo remedio, snif.

Creo que la primera tontuna consciente y que los modernos me excomulguen si así lo desean, que registré, fue un inmenso culo negro, con patas largas, que adorna una especie de plazoletilla en Oviedo, bajo el título, menos mal que nos lo explican, que no nos habíamos dado cuenta, "Culis monumentalis". Y conste que no digo que no sea arte, que lo es, que no mole, porque es un pasote, pero... ¡pedazo chorrada en medio de la calle!

Después de aquel maravilloso inicio asturiano, ya nada me contuvo, al contrario, encontré insospechados apoyos en mi causa de registrar toda aquella estupidez que pasa ante mis ojos en gente como mi hermano, considerado en todas partes hombre serio y asentado, cuando me mostró una foto del rótulo de una frutería que se llamaba "Manolo y Angelines", como nuestros tíos, lo que me hizo revolcarme de risa en un restaurante en medio de una comida familiar. Menos mal que los míos ya están acostumbrados a mis extravagancias. Si no ¿por qué iba mi amiga Gloria a enseñarme unas plazas de aparcamiento oblongas que había fotografiado desde la ventana del hotel en un viaje a la India y que resultaron ser para elefantes? ¿Y mi hermana y su paso por la famosa "Estación patatera" de Ochagavía? No tengo secretos para nadie, más snif.

Y eso que, muchas veces, no llego a registrar cosas realmente chocantes, porque estimo en más mi integridad que el testimonio documental. Por ejemplo ¿qué cara imagináis que se me puso cuando, en la sala de espera del aeropuerto de Riga, me veo de pronto rodeada de un grupo de unos treinta japoneses que se sientan en las sillas y empiezan, todos al unísono, a comer plátanos? Las leyes sobre el respeto a la intimidad me impedían fotografiar aquello y la posibilidad de que fueran expertos en artes marciales escacharrarme viva ahí en medio... Lo único que pude hacer fue contar mi experiencia por whatsapp a mis amigos Belén e Ignacio que, santos ellos, me dieron palique digital el tiempo suficiente para que se me pasara el ataque.

Porque os tengo que avisar, se pasa muy mal cuando tienes que contenerte la risa durante mucho tiempo, como aquella vez que, mientras esperaba para hacer unas fotocopias, la chica que estaba delante de mí le dio al dependiente para fotocopiar ¡un paño de ganchillo! Yo, al menos, estaba detrás de ella, así que me podía partir sin hacer ruido y no me veía, pero el pobre chico de las fotocopias estaba rojo no, lo siguiente.

En fin, que es más seguro para la integridad personal dedicarse a los objetos, que no se mosquean ni nada... Como el ya célebre cartel del "martillo rompecristales, romper el cristal para acceder al martillo", del que os hablé en otra ocasión o aquella vez que encontré un rótulo que me indicaba el precio de unos "sándwiches vegetales de pollo y atún" (¿mandeeeeeeeeeee?).

También ayuda mucho lo de estar en otro país, porque si te ven con el móvil en alto y cara de cachondeo haciendo fotos por doquier ya saben que, como guiri, se puede esperar de ti cualquier cosa. Así conseguí registrar, sin riesgo de recibir un escobazo, un cartel de una caja de ahorros en Luxemburgo ("Spuerkeess"), el de una droguería en Riga ("Drogas"), unos grandes almacenes en Atenas ("Fokas") y estupideces por el estilo. Pero España da para mucho, palabrita. Si no me creéis, visitad Pastrana, veréis cómo el mejor sitio para aparcar es la "Plaza del Moco".

Otro lugar, fuente inagotable de chorradas, son las puertas de los lavabos públicos. Quizá porque el único sitio en el que todos entendemos el contexto en que se realizan es el centro de exámenes del carnet de conducir, pero el resto... Todavía recuerdo uno de mis primeros días en la universidad, cuando estaba en el baño, sujetando la puerta con una mano y esas cosas, porque no cerraba bien y mis ojos se topan con un llamativo "Polisario vencerá" y debajo la contestación, con otra letra y color "¿a quién?" Qué penita que en aquellos tiempos no tuviera yo a mano una cámara (requetesnif).

Y no sigo, porque podría estar siglo y medio contando paridas, tantas que ahora tengo un catálogo de chorradas, que alimento con asiduidad, porque ya os digo que me persiguen... y se ha hecho tan célebre que los colegas me mandan las suyas para que las incluya, como Javier, que me mandó el rótulo de un salón de belleza y peluquería llamado "XiXi" o Jose, que descubrió la famosa tienda "Mi pollazo".

Total, que llevo una temporada intentando poner en orden mi catálogo y no hay manera. Día tras día encuentro cosas nuevas que añadir, los colegas me remiten otras y ya puesta, hago lo posible por colgarlas en el facebook, a ver si alguna consigue millón y medio de "me gustas" y se convierte en "trending topic" o como se llame, que no sé lo que es ni me importa y las fotos siguen llegando, por el móvil, por las redes sociales, por correo electrónico, me las suben a la nube... ¿cuántas son ya? ¿Cientos? ¿Miles? No lo sé, pero lo que tengo muy claro es que lo que comenzó como un inocente pasatiempo se convertirá pronto en un estrés y un sinvivir.