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martes, 18 de diciembre de 2012

¿Y qué le vas a pedir a los Reyes?

Todos los años, al llegar estas fechas, a nuestros simpáticos monarcas de Oriente les sube la tensión y el colesterol se les pone también por las nubes, todo por nuestra culpa, que somos unos pedigüeños incansables, que parece que nos ha hecho la boca un fraile...
Y claro, una de las cosas que les tiene cardíacos es que llevamos dos mil años mandando mal las cartas. Porque yo recuerdo que, cuando era pequeña, hacía unos sobres la mar de historiados (bueno, tampoco hay que exagerar, que he sido siempre "pelín" torponcilla para el dibujo) donde, con letra de esa encadenada, que nunca me salía bien, ponía "SSMM Reyes Magos de Oriente", que eran las señas que, según mi madre, aparecían en las Páginas Amarillas...
Pero resulta que, según el papa, nos hemos hecho todos un lío y hemos estado mandando nuestras listas de regalos a una dirección equivocada, que los Reyes no son de Mesopotamia, sino andaluces resalaos, de Cádiz o Huelva, que según nos contaban en la facultad eran las posibles ubicaciones de Tartesos.
El caso es que, si te fijas un poco, no deja de tener su lógica la cosa. Yo, desde siempre, me había preguntado de dónde demonios sacaban Sus Majestades esos pelucones, barbucias enormes y trajes brillosos que lucen en el desfile... ¡pues de los carnavales de Cádiz! Ellos tienen la suerte de poder usar el disfraz dos veces al año, no como nosotros, que cuando llega la siguiente temporada tenemos que comprarnos otro, porque hemos engordado y ya no nos cabe (snif).
Pues sí, señor, Melchor, Gaspar y Baltasar, además de aficionados a la astronomía lo son también al flamenquito, el manzanilla, los boquerones fritos, la Alhambra y el lince de Doñana, morenos de verde luna y herederos de los atlantes... Si es que la Atlántida pilla de verdad por ahí, que hay teorías para todos los gustos.
Lo que yo no entiendo es que Lucas (¿era Lucas? creo que sí) diga que llegaron, más despistados que un pulpo en un garaje y preguntando a quien no debían, "unos magos de Oriente". Que si hubiera dicho "unos magos de Ugarit" o algún nombre así raro, pues podía haberse confundido, pero ¿Oriente? Si yo creo que es lo único que sabemos todos desde pequeños, dónde está el Este, porque por ahí sale el sol y porque es de donde vienen los Reyes, coño.
Esta duda me corroe hace tiempo y amenaza con convertir mis noches en páramos insomnes y mis días en una sucesión de horas aleladas... Es decir, como siempre.
Pensando, pensando, se me ocurren algunas soluciones ortodoxas al dilema: una, que el evangelista estuviera mirando el mapa del revés y claro, le pareciera que venían por el otro lado; otra, que ellos mismos, al ver que la estaban liando parda en Jerusalén, dijeran "no, si venimos de Oriente", para despistar un poco. Y la tercera y más probable, que vinieran dando la vuelta por el otro lado y claro, pareciera que llegaban del Este. Así les llevó dos años el viaje, que los camellos resisten lo que sea, pero rápidos, lo que se dice rápidos, no son. Ya sé que me diréis que hay carreras de camellos y que corren que para qué, pero sólo son buenos al sprint, como dicen los entendidos.
Total, que me imagino a los pobres, con los turbantes, las pelucas y los camellos atravesando toda Europa, que no me extraña que luego, tras ver al Niño Jesús, se volvieran a su casa por otro camino, uno más corto, claro.
Pero lo peor de todo estaba por venir, ellos ignoraban que a partir de ese momento les iba a tocar hacer regalos a todo el mundo, pues menudo morro que nos gastamos. Y son generosos, que conste, pero anda que no tiene miga la noche del cinco de enero, no sé cómo no dimiten.
Lo primero de todo, han tenido, durante años, que avisar en su oficina postal para que les lleguen las cartas. Que todas irían, si no, para Oriente. ¿Os imagináis a los pobres empleados de correos, estampando el sello de "desconocido" en las cartas de millones de niños? ¿O devoviéndolas al remitente? Si casi nunca poníamos el remite.
Puede parecer una tontería, pero los carteros deben estar hasta el gorro de clasificar todas las cartas siguiendo las órdenes dictadas por sus superiores: "que pone Oriente, pero son para Motril" o el municipio en que residan los magos, que para mí que viven en la serranía de Granada, haciéndose pasar por ingleses jubilados. Imaginad, si han elegido un pueblo pequeño, el pobre cartero repartiendo millones y millones de misivas y preguntándose "y estos tres ¿por qué coño tienen tanto correo?" y los otros disimulando "por favor, qué cantidad de propaganda que nos llega al buzón", todo para despistar y que no se descubra su secreto.
Luego, les toca pegarse unas panzadas a traducir todo aquello, que acaban medio locos. Recuerdo, por ejemplo, a un chiquitín que una vez pidio "una casita con nieve en el tejado". "Hala, Melchor, a buscarla, y rapidito, que todavía nos quedan treinta y seis millones más de niños". Y otro que pide "una bici como la de Manolito". "¿Guardamos las cartas del año pasado? Balta, anda, busca todas las que vengan firmadas por Manolitos, a ver si hay suerte y podemos averiguar cómo era la bici de las narices".
Y no creáis que las de los mayores son más fáciles, qué vaaaa, si ahora son peores los juguetes de los padres que los de los hijos, entre los iphones, smartnosequés, ipades o ipodes mp5 (tiroriro rirorinco) y blurayh3d que nunca saben, los pobres, si pedimos un artilugio tecnológico o les estamos mentando a la madre.
A lo que hay que añadir que nos pensamos que son millonarios. Caramba, a ver, dónde dice en el evangelio "unos millonarios de Oriente vinieron cargados de billetes", pues en ninguna parte, que no sabéis más que pedir, hombre. Como si a los pobres Reyes no les afectara la crisis, que a saber dónde tenían invertidos sus ahorrillos. Pues nada, una y otra vez intentamos que se arruinen. Egoistazos.
En fin, que ya veis cómo la vida de nuestros simpáticos amigos es un "infienno". Tienen que aguantar durante un mes que los niños se les suban a la chepa, les tiren de las barbas y les chillen en la oreja. Además, hacerse fotos con ellos y salir sonrientes y no con cara de "testrangulodesgraciao". Luego leerse las carta y localizar los regalos y, además, gastarse un pastonazo en ellos. A continuación, aguantar el desfile de la cabalgata sin que se les tuerza el turbante ni la corona, haciendo "asín" con la manita y sin poder bajar ni a hacer pis. Soportar que el alcalde de turno les pegue la charla y que los niños les piten durante su discurso. Pasarse la noche entera corriendo como posesos, para dejar todos los regalos antes del amanecer. Y comerse las galletas y beberse la leche, que están criando piedras en el riñón de tanto calcio y la diabetes es un fantasma que sobrevuela sus cabezas...
Y todo para que el día siete por la mañana, todo el mundo esté en la puerta de los grandes almacenes para cambiar los regalos conseguidos con mil sacrificios. De desagradecidos está el mundo lleno.
Os lo digo en serio, nunca valoraremos suficiente el esfuerzo de los reyes. Serán muy magos, pero su vida es un estrés y un sinvivir.