Pues yo estaba tan feliz estos días, pensando
en mis croquetas de cocido y la posibilidad de hacerme inmensamente rica con
ellas, gracias al asesoramiento de mi amigo Ignacio. Como que me planteaba hasta
dejar el trabajo y montar una PYME de distribución y decoración de fritillas
que diera trabajo a varios cientos de miles de desempleados… Pero, mi gozo en
un pozo, creo que no voy a tener sitio en el mercado.
Y vosotros me diréis “¿cómo no va a haber, en
este mundo globalizado, un huequecillo para tan delicioso manjar?”. Eso pensaba yo, pero la televisión se ha encargado de desilusionarme.
Resulta que llevo todo el finde vagueando en
casa, con el mando de la tele en la mano y he zapeado en torno a unos cuantos
programas de cocina y me he convencido de que no hay cabida para mis croquetas,
pobrecitas, no están de moda.
Ya sé que me diréis que no hay que prestarle
tanta atención a la tele… Ya lo sé, es
lo que nos recordaban constantemente nuestros padres cuando éramos pequeños. Pero ellos lo decían para que hiciéramos los
deberes. Además, por aquel entonces, sólo había dos canales y no funcionaban
todo el día, así que el telediario y el fútbol no dejaban espacio a la
gastronomía en la pequeña pantalla.
Pero ahora, amigo, entre las cadenas
privadas, la tdt, la televisión por cable y los programas que se pueden “seguir
por internet”, las recetas lo han
invadido todo. Hay un canal que hasta tiene por logotipo un huevo frito, por si
acaso te queda alguna duda cuando lo encuentras… Y es que, desde que les ha
dado por cantarnos las excelencias de lo que comen en lugares exóticos y
nosotros nos perdemos por haber tenido la enoooorme desgracia de haber nacido
aquí, hay veces que no tengo muy claro si estoy viendo un programa de cocina,
una película de Wes Craven o los documentales de “El último superviviente”.
Porque, a ver ¿a vosotros os parece normal
que un amable cocinero o cocinera, con un gran desparpajo y total descaro, os
prepare, ahí mismo, una menestra de gusanos fritos o unas tripas de lagarto al
horno? Que a veces creo que están reponiendo “Indiana Jones y el templo maldito”… hasta que
me percato del huevecillo en la esquina
superior derecha de la pantalla y compruebo que no nos cuentan esas guarrerías
para darnos asco, que pretenden que nos las comamos.
Claro que tampoco deben estar ellos muy
convencidos: si te tratan de vender la moto, contándote que es lo típico de un
sitio, mal vamos. También tenían, en las islas del Caribe, la costumbre de
papearse a los de las tribus enemigas y todavía no me he encontrado, en la
carta de ningún restaurante, misioneros al ajillo o estofado de hinchas de tu
equipo rival.
Tampoco me convence que me cuenten la inmensa
cantidad de proteínas que me estoy perdiendo por no merendar bocatas de bichos,
en vez de un sándwich de queso. Siempre he pensado que, cuando te tienen que
convencer de lo maravilloso que es algo, o bien está malísimo, o bien no lo
tienen ellos tan claro. ¿Os imagináis diciéndole a un tío del Medio Oeste “sí,
esta tortilla de patatas no tiene un aspecto muy agradable, pero tiene muchos
hidratos de carbono, necesarios para la correcta nutrición y, además, cuando te
acostumbras al sabor, está incluso rica”? Ridículo ¿verdad?
Bueno, pues si cambias de canal te encontrarás
a un cocinero calvorota, que viaja por el mundo catando las repugnancias más
exóticas y, encima, poniendo cara de entendido y diciendo que si el sabor es
gomoso, con un toque a tierra y tripas de vaca, que lo convierte en algo
absolutamente delicioso… Vamos, hombre, qué coño delicioso, no sólo tiene que
ser repugnante, sino que puede que te envenenes (o que ya te hayas muerto intoxicado en algún atolón
del Pacífico y todo lo que yo veo sean
reposiciones). Comparas la cara de Bear Grylls y la de este tío, ante el mismo
plato y ¿con qué te quedas? Yo, desde luego, me fío más de Bear Grylls, sobre
todo cuando se retira a unos arbustos para vomitar la última tanda de cojones
de cabra crudos que se ha tenido que apretar, por mor de la audiencia, ante la
rechifla de una tribu de beduinos que lleva quinientos años gastándole la misma
broma a los visitantes, mientras ellos se inflan a cordero asado con verduritas.
Pues nada, le das otra vez al mando y te
encuentras a algún otro chef, éste con
su correspondiente gorrito cocineril, que hace tan mono (hasta he visto alguna
que se lo coloca en plan txapela) utilizando las piezas del taller de coches de
la esquina para montar lo que, según él o ella, es “una deconstrucción de
lentejas al fumé de salmón”. Sí, claro, “fumé” es como está él, si se dedica a
esas cosas. Además ¿para qué necesita un instrumental tan enorme? Mi abuela se
apañaba con un cuchillo, una espumadera y una cuchara de madera y éstos tienen:
un soplete, para fundir el azúcar; unas
piezas, que parecen cachos de tubería serrados y él llama “moldes”, para hacer “pasteles”
de cualquier cosa extraña; una colección de cucharillas, tenedores y cuchillos
que podrían haber salido del maletín de un médico psicópata y que se utilizan
para arrancar bocaditos de una manzana en forma de pelotillas, floripondios y
maripositas, según le dé. Así pasa luego, que ves la comida y tienes la
sensación de estar a punto de zamparte las canicas de tu sobrino y los pasteles
de arena que hacías de pequeña en la playa, con el cubo y los moldes.
Además, todos los sabores están cambiados: lo
que de siempre era dulce, pues ahora es salado; lo que era salado, se le añade
un toque de miel, de cocacola o de lo que sea, para crear eso que llaman “contraste”
y que nuestras madres llamaban “hacer guarrerías”.
Luego, claro, te partes las caja cuando la gente te mira como si fueras de otro
planeta porque un día te zampas una hamburguesa, pero les parece de lo más
normal probar las criadillas de burra con salsa de gusanos, en una sopa
cocinada con algas recogidas en la playa, sacándoselas de entre los dedos de
los pies a los bañistas. Como si no hubiera que tener espíritu aventurero también para
encasquetarte, entre pecho y espalda, una cantidad de colesterol semejante a la que contiene un "cuarto de libra". Y
ya, ni os cuento con la “nouvelle (que ya no es tan nouvelle) cuisine”, que
todo el mundo está de acuerdo en que un plato de un metro cuadrado para
contener, en su centro, un canapé de foie, rodeado de canónigos y “salseado”
con vainilla, puede no ser un asco (a lo mejor si está rico, después de todo),
pero sí una risión.
Lo peor de todo esto es que mis croquetas no
pueden competir con el poder de la televisión, creo que yo no doy el tipo para
tener un programa. En serio, imaginadme con un gorro de cocinera para recogerme
los pelos, las gafas salpicadas de aceite y mi fantástico delantal con la
receta del gulash, ante una cocina enorme e impoluta, contando al público: “pues
coges la carne que ha sobrado del cocido… ¡ay, coño, que se me cae el
morcillo!, la picas bien picadita –jo, vaya mierda de tijeras -, preparas la
bechamel, sí, ya, hay que hacerla a manubrio, pero a mí me sale hecha una
birria, así que le tengo que meter batidora”… y así hasta culminar con la
enorme bandeja… No sé qué pensáis vosotros, pero yo creo que sería una juerga
y, a la vez, una vergüenza.
En fin, que después de tener en mis manos la
llave de una enorme fortuna, los bichos fritos y la espuma de gambas me
condenan a seguir con lo mío. Vamos, una faena y, sobre todo, un estrés y un
sinvivir.
Pues a mí leer esta entrada me ha dado ganas de merendar croquetas y no hormigas estofadas... Prueba clara de que mercado tienes.
ResponderEliminarQué alegría me das, Javier, un día de estos prepararé una nueva tanda en la peña y te invitaré a cenar por tus solidarias palabrejas. Hala, cómete un bocata, que yo voy a hacer lo mismo.
EliminarEn verdad estaba buscando algo con lo que animarte... como "La croqueta mas grande del mundo" para que así te animases a hacer las siguientes maravillas del mundo croquetil. Pero como no lo he encontrado en su lugar te paso el portal de "Mundo Croqueta", donde podrás ver, degustar, aprender y compartir tu hobby, e incluso hacer la ruta de la croqueta por el mundo, seguro que ahí te animan a hacer cualquier proyecto realidad. Y quien sabe, a lo mejor inventas un montón de sabores mas, por favor evita los exóticos esos de los programas de televisión... :-)
ResponderEliminarhttp://www.mundocroqueta.com
Sin animo de hacerles publicidad gratuita, me parecía curioso... en Internet se encuentra de todo.
¡Y no te dejes influenciar por la tele! los 5 minutos de gloria no sirven de mucho, pero hay que ver que bien sientan el mogollón de croquetas. :-)
Por cierto, si existía en "aquellos tiempos" de las dos cadenas de televisión, un programa de cocina: "Con las manos en la masa", claro que solo lo ponían una vez a la semana, en vez de la saturación que tenemos ahora de programas que te ponen hasta la nausea.
¡¡Es verdad!! No me acordaba de "Con las manos en la masa", cuando cantaban eso de "papas con arroz, bonito con tomate...".
EliminarMuchas gracias por el link de "mundo croqueta", qué ilusión, a ver si aumento mi registro de sabores y consigo reproducir el faro de Alejandría y otras exquisiteces... Lo que no sé si me saldría bien serían los jardines colgantes de Babilonia. Quizá esos se podrían reproducir mejor con brócoli, que tengo ahí preparado para la cena de hoy... ^_^
¿Os habéis fijado en que el tío ese que muestra lo ricos que están los gusanos fritos y las pústulas de vaca, además se empeña en que veamos cómo los mastica y los traga, que es más guarro que un puñao de mocos?
ResponderEliminarAmos, donde esté una croqueta como Dios manda, que se quite todo lo exótico.
Encima, pone siempre cara de estar comiéndose unas deliciosas setas, el muy jodío. Seguro que luego, cuando apagan las cámaras, se rasca la lengua en el gotelé de las paredes, mientras pota entre denuestos.
EliminarPues nada, con la página web que me manda Ignacio, de "mundo croqueta", conseguiré aumentar mi lista de sabores, que seguirán sin incluir las pústulas de vaca, los gusanos fritos y los cojones de cabra. Pues no faltaba más...