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domingo, 16 de enero de 2011

Recicla tú, que a mí me da la risa

Dado que la legislación avanza a tal velocidad, veo que, en breve, dispondremos de una ley desarrollada en tropemil reglamentos, que nos permitirá reciclar más y mejor, con lo que todos seremos tan felices como nuestras abuelas, cuando conseguían hacernos un vestido y dos juegos de cama con las enaguas que llevaban bajo el vestido el día de su boda y que, según nos contaron, procedían de la herencia de una tía abuela suya, solterona ella, que se las legó, aunque entonces eran unos visillos de la puerta de un balconcillo en la casa de su tío Perico. Eso sí que era reciclaje y lo demás tonterías.
Recuerdo que mi propia abuela hizo, en una ocasión, una muñeca de trapo chulísima, para cuyo vestuario utilizó un picardías mío (sí, en serio, yo tuve un picardías, hace unos cuarenta años) y a la que puso por pelo un pulpo de lana que había hecho mi hermano en el cole. Era un ejemplo de cómo todos los objetos, incluso un picardías horroroso y un pulpo, pueden tener otra vida, travestizados en fermosa muñequita.
Entonces era todo mucho más fácil: a tu tía le hacían un vestido con el faldón de la mesa camilla y, cuando ya no le valía (o estaba de él hasta las pelotillas, o ambas cosas), te lo legaba a tí que, como gilipollas que eras, te ilusionabas grandemente cuando te contaba su longeva historia y te creías depositaria de una tradición secular, como cuando los jóvenes nobles medievales heredaban la espada que llevara su bisabuelo a las cruzadas, pero que no llegó, porque la cambiaron por una arroba de vino en cualquier taberna del recorrido entre Guadalajara y San Juan de Acre. Pero tú eras tan feliz y, cuando a tí ya no te valía, o estabas hasta la pelotilla de la falda de los cojones, intentabas endiñársela a otra más pequeña y más ilusa que tú, pero era trabajo inútil, porque alguien más pequeño (fundamentalmente más delgado) que tú, es fácil encontrarlo, pero alguien más iluso... es imposible.
Otra cosa que podías reciclar eran los cuadernos viejos: les arrancabas las páginas garrapateadas por alguien y te valían para el cole... Hay que joderse, que te quedaban sólo cuatro o cinco páginas, al generoso hermano que te lo cedía le compraban uno nuevo y tú ahí, con una mierda cuaderno, con la espiral roñosa, con pegatinas de algún hortera en la tapa, tenías que hacer los deberes de mates y, encima, aguantar el tipo cuando te miraban con cara de "joder, qué cutre". Yo creo que, por eso, no hacía los deberes, para no tener que hacer público el zafarrancho de los cuadernos.
Aun así, había cosas que no se reciclaban: no solías heredar ni zapatos sudorosos (menos mal), ni bragas, ni palillos de dientes. Como bien decía la abuela de la que hablo más arriba "siempre hay que dar gracias a Dios". ¿Os imagináis a vuestro hermano heredando vuestras bragas? ¿Qué lado del palillo utilizaríais para limpiaros los dientes y cuál las uñas? Para evitar situaciones comprometidas, estas cosas iban a la basura o nuestras madres las hacían trapos (las bragas, no los zapatos malolientes).
Pero ahora todo es más fácil y mejor, gracias a las etiquetas de los productos. Cada vez que compras algo, miras la etiquetilla y tienes ahí toda la información (si contiene algún aditivo E-nosécuánto, si se puede lavar en frío, si es de puro nylon...) incluida una flecha redonda y absurda, que viene a significar: "recíclame si eres tan lista, tú".
Y la flecha nunca miente: ni cuando te obliga a ir en una dirección que tú no querías, ni cuando te manda a los cubitos del reciclaje. Pero, averigüe Vargas a cuál.
¿Qué hacéis vosotros, por ejemplo, con el papel de las magdalenas? En teoría, debería ir al contenedor azul, que es papel pero ¿las migas que se quedan pegadas? ¿Se supone que tienes que rasparlas para poder echarlas al contenedor de la basura orgánica? Pues vaya un plan. Porque yo, magdalenas, no es que coma muchas, pero cuando me da por hacerlo, caen seis o siete... Me he comprado un cuchillo especial para raspar los vestigios del papel y poder reciclarlo más bonito que un San Luis.
Los bastoncillos de las orejas ¿van a la bolsa amarilla? Digo yo que habrá que arrancarles el algodón, limpiarlo de pringue y echar, el propio bastoncillo, a la amarilla, el algodón, al contenedor de ropa usada (tal vez alguien, con quince o veinte millones de pelusillas, consiga algodón suficiente para hacerse una camiseta) y la cera, al de los residuos orgánicos. Conclusión, no os limpiéis nunca las orejas con bastoncillos, os podéis perforar el tímpano. Mejor esperad a que se os forme tapón y os lo quita el otorrino con agua de mar.
¿Debo lavar los vasos de los yogures antes de tirarlos al contenedor de envases? Yo propongo que, una vez a la semana, los que tengáis, pongáis un lavavajillas de envases para el reciclaje, donde podréis lavar los susodichos vasitos, los bricks de la leche, los tarros de los garbanzos y algunas otras pijotadas más. Así llevaréis todo al contenedor tan limpito.
Ah, y que no se os olvide quitar las grapas de los cuadernos, periódicos, etc., cuando los tiréis al contenedor de papel, que luego parece que se reciclan un montón de toneladas al año y resulta que, la mayoría, son espirales de alambre, grapas y otras cosas repugnantes que no cuento.
Por último, mandad con la ropa usada la falda horrorosa que habéis heredado y los visillos de la abuela, que a alguien le aprovechará.
Luego, por favor, no leáis las noticias que dicen que el 70 % de las cosas que se separan no se pueden reciclar por falta de medios, porque os cagaréis en las muelas de quien os lo cuente, después de quince horas diarias de raspar migas de magdalenas, desmontar bastoncillos de las orejas, lavar botellas de aceite viejas, quitar grapas a los periódicos y salir de vuestras casas en la noche cerrada y disfrazados, para que nadie sepa que sóis vosotros los que habéis echado esa horrible falda más vieja que el baúl de la Piquer (que también era reciclado).
No sé yo vosotros, pero esto del reciclaje me ataca y hacerlo todo bien es un estrés y un sinvivir.

4 comentarios:

  1. Yo es que no re-ciclo, yo requete-ciclo, es más, no tengo ni tiempo de hacer un blog, como para ponerme a desgrapar kleenex..., por cierto, los mocos ¿hay que separarlos también? el otro día vi en un documental que son muy buenos para cicatrizar las heridas, así que además hay que guardar un frasquito de cristal de los más pequeños que tengáis para reunir en él las secreciones nasales que os vayáis encontrando por el camino, eso sí que sería ya el no va más del recicle. TAmbién se pueden rellenar almohadones con los pelillos de la barba de afeitarse el hombre de la casa (o del sobaquillo si no te has hecho la láser); me gusta más este auto-recicle, lo de llevar las cosas a distintos contenedores, no me mola ¿qué pasa con los daltónicos? ¿y si meten el cartón en el amarillo porque no los distingue? ¿eh?, pues me solidarizo con los daltónicos y no reciclo ¿quién me asegura que el conductor del camión no sea él mismo daltónico y vaya confundiendo una parada sí y otra no los colores, ¿eh?, bueno pues un estrés y un sinvivir. (Creo que se me ha reblandecido el cerebro por algo que he comido, venía en un envase reciclado).

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  2. La sabia voz de mi hermanuela, como siempre, aclara y puntualiza. Tienes razón con lo de los mocos: por supuesto, hay que separarlos de los kleenex y, ya que pueden tener aplicaciones homeopáticas, lo mejor es guardarlos. De momento, el tarro de vidrio parece la mejor opción, ya que los del agua mineral te dicen que no recicles el plástico, que es venenoso... Curiouse.
    En lo que no estoy tan de acuerdo es en lo de aprovechar los pelillos de las barbas porque, no es por nada, conozco a los hombres de tu vida y me juego las orejas y no las pierdo, a que las almohadas pincharían lo suyo y eso sí que sería un estrés y un sinvivir.
    En cuanto a los daltónicos, vuelvo a inclinarme ante tu sapiencia, debe ser por eso por lo que vi un día a un inglés intentando hablar por teléfono en el contenedor de los vidrios: se creyó que el agujero para meter las botellas era el de las monedas y llevaba ya más de ochocientos euros perdidos cuando le sacamos de su error. Luego vino el camión del reciclaje y al conductor le hicieron los ojos chiribitas. Creo que yo también estoy desvariando...

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  3. (ADVERTENCIA: ESTE COMENTARIO PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DE CIERTOS LECTORES, SOBRE TODO SI ESTÁN COMIENDO O VAN A COMER. GRACIAS)

    Llevaba un tiempo alejado de este estrés y sinvivir (es decir, tan tranquilo) y compruebo que se siguen tratando asuntos que me afectan. Tengo un niño que aún usa pañales. Por ejemplo, ¿en qué cubo se echan los pañales? La caca del niño debe ir al cubo de lo orgánico. No tengo la menor duda. Y sin embargo, la celulosa debe ir al contenedor del papel, mientras que la parte plástica le corresponde al cubo amarillo. Si el niño no anda muy suelto, puedo quitar el moñigo, echarlo al cubo y luego intentar separar la celulosa del plástico. ¿Pero y si el niño está con diarrea? ¿Debo proceder como con las magdalenas?

    Un estrés y un sinvivir.

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  4. Creo, concu guapo, que el mecanismo de las magdalenas se podrá aplicar a los pañales de esa preciosidad de enanillo que tienes, mientras no se diseñe un sistema igual o más eficaz y, a la par, menos repugnante. Item más, ha llegado a mis cerosos oídos (consecuencia de haber eliminado los bastoncillos de mi bolsa de aseo) que los fabricantes de navajas suizas están preparando el lanzamiento al mercado de un nuevo modelo, el "ocho usos", que incluirá un raspador de porquerías orgánicas varias. Lo único, en las instrucciones recomiendan especial cuidado, para no utilizar el mismo "gadget" para extender el paté. Por si acaso, no nos lo prestes en la peña...

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