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sábado, 30 de octubre de 2010

Halloween

Tengo unos cuantos vecinitos, entre los seis y los doce años, a los que sus padres todavía no dejan salir a la calle solos. Así que, los pobres, se dedican a dar por saco a los vecinos, visitándonos en ocasiones señaladas. Son un puñadillo, así, pequeñitos, con cara de bichejos. No sé cómo se llama ninguno, ni si son hermanos o primos, ni dónde viven exactamente. Quién sabe, a lo mejor son de alguna urbanización del extrarradio y sus padres los traen aquí para que nos den la tabarra a nosotros... Cualquier cosa sería posible.
Ellos aprovechan cualquier circunstancia para llamar a las puertas. En Navidad, por ejemplo, vienen a pedir el aguinaldo. Y no sólo te sacan los cuartos (como no tienen bolsita para guardar el dinero, sino que se lo tienes que echar en la pandereta, te toca darles un billete para que no se les escurra por los huecos), es que, encima, tienes que oirles cantar (gññññññ).
En Semana Santa, vienen vestidos de nazarenos, con un cirio en la mano, desfilando con solemnidad en el portal, entonando lúgubres cánticos y llevando a cuestas una Última Cena. Bueno, esto, en realidad, es mentira. Me podía dar un yuyu si me los encontrara de esa guisa. Pero quién sabe, los considero capaces de todo.
En San Juan, por ejemplo, llenan el portal de ascuas y lo cruzan descalzos. Ya van cinco incendios... Que no, hombre, que esto también es mentira...
Lo que sí es verdad es que, en las noches como hoy, vienen a hacer el "truco o trato". No sé cuándo se ha introducido esta repugnante costumbre en nuestras vidas, pero ahí está. Qué estrés, de verdad, cada vez nos volvemos mas yanquis, ¿por qué no vendrán vestidos de alcarreños, a vender queso y miel?
Cuando llaman a mi puerta recuerdo las películas aquéllas en las que Jamie Lee Curtis (no sé si se escribe así, os fastidiáis) huía perseguida, por un tiarrón, grande como un armario ropero, que llevaba un cuchillo cebollero (ojalá, por cierto, cortara el mío tan bien como ese) y se la quería cargar en Halloween. Y me imagino abriendo la puerta de golpe y diciendo: "ñeñeñeñeñeñeñe" y persiguiéndoles con la espumadera... o con un hacha, yo qué sé. Para ver si, de verdad, les molan tanto las historias de miedo.
Pero nunca lo haré, por supuesto. Lo que hago, cuando suena el dindón, es apagar la tele y las luces. Me quedo muy quietecita en la oscuridad, en silencio, respirando entrecortadamente. Ellos pulsan el timbre un par de veces más, pero yo no me muevo ni hago ningún ruido. Les oigo, al otro lado de la puerta, murmurando: "Pues yo creo que sí está". "Pues yo no veo ninguna luz, ¿oyes tú algo?" Y así un ratillo.
Hasta que, rendidos, convencidos de mi ausencia, llaman a la puerta de al lado.
Me río suavemente de mi habilidad (jiejiejiejie), otro año he vuelto a librarme del acoso de los monstruitos. Me prometo que, al año que viene, esto no sucederá. Abriré la puerta muy sonriente, fingiré cara de horror al ver sus lamentables disfraces y les ofreceré unas bolsitas de chuches, para que estén contentos y no me tiren huevos a las ventanas. Para que se pongan gorditos y se les piquen los dientes. Para que sus madres y padres me odien por cebarlos indiscriminadamente.
Mientras vuelvo a encender la luz y a poner la tele (esto me lleva un buen rato, porque estoy intentando hacerlo con el teléfono y no me doy cuenta hasta la cuarta vez) me prometo a mí misma que, al año que viene, NO ME COMERÉ YO LAS CHUCHES QUE COMPRÉ PARA HALLOWEEN. Que me he fundido seis euros en gominolas y regalices, los dientes se me han puesto gordos, de tanto azúcar y tengo las manos tan pringosas que he ido dejando manchas en los picaportes de las puertas. De hecho, al intentar encendenr la tele, se me han quedado pegadas dos teclas del teléfono en los dedos.
Ya lo sé, es lamentable, pero lo reconozco. A mis años, sigo siendo adicta a las chuches. ¿Alguien puede decirme dónde está la sede de "Golosos anónimos"? Esto es un estrés y un sinvivir.

5 comentarios:

  1. coño pues el susto que me he llevado yo con el rollo este del jalowin ha sido de traca, que llaman a la puerta y vemos a 7 NIÑAZOS (joder daban miedo de verdad, había hasta dos negros de casi dos metros)y te plantan lo del truco-trato, que hostias cualquiera dice truco al ver la cara de malos malísimos que tenían. Letiiiiiiii trae las chuches que teníamos guardadas para la tía Malele...
    Rauda y veloz apareció Leti con las chuches y los monstruitos se fueron tan agradecidos, a lo mejor eramos los primeros en darles algo a los pobres esto es un estrés y un sin vivir. ¡¡marica!!

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  2. Que asco de Hallowen, pero bueno, yo siempre aprovecho para ponerme guapo en Hallowen y así las mujeres (eso sí, dan un poco de asco ellas con sus maquillajes y sus sangres de pega) solo me miran a mí, porque el resto de personas son repugnantes...Qué estrés

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  3. Recuerdo además que el último Halloween me la pegué con el coche!!

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  4. Es verdad, recuerdo tu hostión. Nosostras estábamos viendo el musical de Mecano, en Guada, y tú llamando a tu padre, que tenía uno de sus momentos teniente.
    Me contaba tu madre que, cuando llegó a la curva del delito, se encontró, en vez de guardias civiles, un montón de diablejos, que eran tus colegas que habían ido a ayudarte. Y allí falleció el coche de mi páaaaaaaapa, que tenía los mismos años que tú. Jaaaarl.

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  5. A mí me ha tocado comprar calabaza con lucecita dentro, organizar merienda para padres y niños, con tortilla de patatas con y sin cebolla, disfrazarme de bruja, Carlitos de fantasma, Yolanda de señora Esqueleto, Lucía de araña asquerosa y padre Guzmán no necesita disfraz, él es horrible de oficio. Menos mal que se ha pasado ya.... Aquí los niños no van pidiendo chuches por las casas, las piden in situ.... Mirad si ha sido estrés que tengo un pedazo de contractura en la espalda de dos músculos....

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