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jueves, 4 de noviembre de 2010

Los números mienten... y mucho

Venía pensando esta tarde en ese magnífico bolo que nos hemos tragado todos, sin pestañear siquiera: que los números son algo exacto y que si queremos ajustarnos a la realidad, lo mejor que podemos hacer es expresarlo mediante cifras. Eso lo deben decir los matemáticos, para que no desesperemos en el cole. Valiente cagada.
Cuando me voy al curro, por las mañanas, en un momento puedo ver tres relojes digitales diferentes: el del bisho (digo mi coche), el de fichar y el de la entrada. ¿Os lo imagináis? Qué listos. Pues sí, cada uno marca una hora distinta. En el caso de mi coche, encima, la hora de verano (aún no lo he cambiado, me suelo acordar en mayo, justo antes de volver al horario del calorcito, lo sé, soy un poquito desastre) más unos cinco minutos de adelanto. Y siempre me pregunto: ¿qué puta hora es? A quien le pida ayuda, siempre me dirá que el bueno es uno distinto, seguro. ¿Llego pronto, tarde, a tiempo? Lo ignoro. Snif.
Al volver, según salgo de Alcalá, en la fermosa rotonda de mis amores (sí, ésa, la más gorda) veo una señal monísima, que pone "40". Y yo, toda hábil, deduzco que es el límite de velocidad. Ilusa de mí. Me meto en medio del berenjenal, cagando leches, más o menos a 10 por hora y con un sólo carril (todo él de tontos, debe ser). Motivo, el de siempre: alguien, mejor dicho, varios alguienes, acompañados de enorme y acojonante grúa y una colección de conitos naranjas como sacados de una caja de Playmobil, están buscando el tesoro de turno (o embarcados en alguna obra, nunca se sabe muy bien). Lo cachondo es que la señal es amarilla, verbigracia, señal de obras. ¿Se está cachondeando de mí, entonces, el indicativo icterícico de los huevos? NO, es que miente, como todos los números.
Me pongo a pensar en las señales que indican velocidades improbables y veo, al mismo tiempo, que el cuentakilómetros tiene una rayita roja en el 130. Pero ¿el límite de velocidad en España no era 120? ¿Por qué me marca esa tontería? Y recuerdo que en la autoescuela decían que se aceptaba un desfase de un 10 por ciento, respecto al límite de velocidad, sin incurrir en sanción, porque podía deberse a la calibración de cada cuentakilómetros. No sé si esta chorrada será ahora válida, pero las cuentas siguen sin salirme. En teoría, si es así, podría subir hasta 132 kilómetros por hora, no a 130. ¿Lo redondean en 10 kilómetros por encima? Pues volvemos a lo que decía antes, que los números mienten, coño.
Pero no penséis que ahí acaban las tontunas, no, la cosa sigue: llego a Madrid y voy a recoger unos pantalones muy chulos (bueno, seguro que a vosotros os parecen una horterada, pero a mí me molan y soy yo quien se los va a poner, así que os fastidiáis) y me dice el tío: "¿qué talla gastas?", "una 44", le digo yo (menos risitas, ¿eh?). Viene con unos en la mano, con enorme pegatina que pone "46". Lógicamente pienso, ¿me está llamando culo gordo, el tipejo éste? Pero él, en cuanto me ve la cara, me suelta: "es que la 46 de esta marca es como la 44, dan poca talla." Y tan poca, hay que joderse. ¿Para qué le pondrán tallas? Bastaría con que el vendedor te mirara un rato el culo y sabría cuáles te valen, en vez de hacer tú el merluzo diciendo numerajos, que no valen para nada. Acabarás yendo a probarte unos vaqueritos, divinos de la muerte, de la talla 54 y tú, con cara de "esto es lo más natural del mundo" puedes decirle a todas las que te estén mirando y pensando, "pobre foca", alguna gilipollez como "no, si es que dan poca talla, me pruebo los más enormes y luego voy bajando, que es más fácil".
Pues no es todo, no vayáis a creeros. Al volver, en la parada del autobús, veo un fastuosísimo panel luminoso, donde aparecen los números de los autobuses  que pasan por allí y el tiempo de espera. Me fijo bien en el tropemil, el mío: 6 minutos. Mosqueada ya de tanto numerajo, empiezo a contar, al tiempo que miro la pantalla. Veo como van pasando los minutos y mi autobús desaparece de la pantalla, pero no aparece por la calle. En teoría, ya llegó, pero yo, junto con unas cuatrocientas personas que han llegado en esos supuestos 6 minutillos, seguimos ahí, con cara de tontos. ¿Para qué ponen ese panel? Saldría más barato un póster.
Cuando por fin llego a casa, saco un paquete de calcetines sin abrir y veo que pone "tallas de 36 a 40" (o algo parecido, he tirado la etiqueta, por falsa y por cabrona). Yo gasto un 38... ¡y no me valen! ¡¡¡¡Joder!!!! ¿También tengo gordos los pies? Debe ser eso, porque antes gastaba un 37. Es que cambiaron el tallaje de los zapatos, ¿véis como mienten, los muy bellacos?
Estoy segura que, cuando vaya a comprar el segundo volumen de "Sinuhe el egipcio" me dirán que ahora el tomo dos es el siete, que lo han cambiado en la editorial. Y me quedaré sin conocer el final de la historia. Menos mal que ya lo leí.
Hacedme caso, olvidaos de los números, que os engañan. Creer en ellos es un estrés y un sinvivir.

9 comentarios:

  1. Verdaderamente cierto y es que, en esta vida, solo puedes fiarte de tí mismo y de tu tía que siempre lleva razón...Como engañan los números, y cuántas veces me habrá dicho mi padre "te voy a dar un sopapo que te vas a cagar", y luego me diere dos. Bien hallado y bien recibido este segundo con el que aprendes que la vida es muy perra.Que sinvivir

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  2. Pues además que sí. Y no sabes lo que es que tú quieras comprarte un tanga y te aseguren que la talla que ellos tienen, que es dos números menos que la tuya, te va a ir de puta madre, porque son muy grandes. Luego vas por ahí como si te hubiera violado un elefante. Y, encima, no los puedes devolver, porque "ni se prueban, ni se cambian". Un estrés y un sinvivir.
    Cambiando de tema: ¿probaste mi receta del pollo a la naranja? Chachi.

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  3. Si los números de las tallas o los tortazos mienten, no os cuento lo que hacen los de los kilos y los de los años, esos bueno, a lo mejor no es que mienten, es que exageran, porque ¿de qué peso yo lo que peso y tengo la pila de años que tengo? mentira podrida (Dios mío en este momento, tengo más kilos que años, y palabra de honor que años tengo un huevo).
    Totalmente de acuerdo, un estrés y un sinvivir.

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  4. Hubo un tiempo en que los números no significaban nada en televisión, porque sólo había dos canales: VHF y UHF. Luego, llegaron las privadas y las teles en color, que tenían ocho y hasta dieciséis canales (¡increíble!) y entonces fueron apareciendo cadenas con sus números: además de las públicas (La 1 y La 2) Antena 3, Tele5, luego Cuatro y la Sexta... Todo estaba en su sitio, hasta que llegó la puta TDT y lo ha descogorciado todo. ¿Dónde pongo Clan TV, que les gusta a mis chavales? ¿Y Canal 24H, CHN, Intereconomía...? Además, hay cadenas con el mismo número: La Siete, Veo7.... ¡Paso! Yo en las tropecientas teles que hay en casa (a ver si un día las cuento) he numerado las de siempre y cinco o seis más que me gustan. Elegir el canal de las demás es un estrés y un sinvivir.

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  5. Ay, Fer, como buen periodista siempre pones el dedo en la llaga. Lo mismo me pasa a mí, que luego, la única que sabe localizar el Disney Channel es Leti. Yo, hasta ignoraba que lo tenía. La 10 ha desaparecido de mi menú (hasta hace poco estaba, palabrita) y, cada vez que intento poner un poco de orden en el caos, me sale un documento de 400 páginas que, encima, tengo que actualizar a manubrio. Y no quiero ni saber la que se nos viene encima con las versiones HD. Menos mal que, todavía, no tengo tele en 3D. Eso ya va a ser la rehostia.

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  6. En el asunto de las tallas lo hacen para que no nos deprimamos, yo tengo pantalones de la 52 y de la 56, así que prefiero creer que incluso cabría en una 50 y asunto arreglado. Pero almas de cántaro, no os habéis dado cuenta de que hace mucho tiempo ya de que ninguno de nosotros cree en los números? Pero si somos todos de Letras!!!! A ver si va a resultar que todos los de ciencias que nos vendían que iban a ser más millonarios que nosotros los números les han engañado.... Y están en medio de la crisis como todos. Eso es estrés y sinvivir, éso.

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  7. Mucha razón es lo que tienes. Dejémonos de números y vamos a comprarnos la ropa por letras, que es mucho más fácil. La G y punto (el chiste me ha salido solito).

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  8. ¡¡¡ESTAIS LOCOS!!! Yo si que creo en los números, sobre todo en el 33.693 con el que fui agraciado allá por los años 90 con 5.000.000 de las antigüas...y es que, amigos míos, algunas veces los números cantan y te arreglan un descosido, aunque luego sea un estrés y un sinvivir.

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  9. Pues hijo, tú cree en la numerología, que nosotros, el año pasado, hasta pedimos la lotería a Sort tras una serie de extraños y arcaicos rituales... y ná de ná, también era mentira.
    ¿Pudiste enmarcar el décimo? Yo conocí a un tío que coleccionaba billetes de los ciegos... pero sin premio, que conste. Pagaba por ellos una pasta y no le tocaban nunca (offffiamente), así que también debía creer en los números. Yo, insisto, soy una atea numérica.

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