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viernes, 19 de noviembre de 2010

Una caña sólo, que me tengo que ir

Probablemente, la de arriba sea una de las frases más largamente repetidas a lo ancho y alto de nuestra piel de toro y... además, una de las mentiras más repugnantes. ¿Quién, realmente, se toma sólo una caña porque se tiene que ir? Una madre que ha dejado a los hijos por doquier (no abandonados por ahí, mal pensados, sino en el cole, casa de la abuela, un cumpleaños, ballet, etc.), un diabético (si se toma más de una, malísima cosa) o alguien tan absolutamente disciplinado que nunca se encontrará en la lista de mis amigos (a lo mejor, por fortuna para él, porque mis amigos son como yo... o casi).
La primera vez que me recuerdo diciendo tamaña tontería, fue hace unos quince años, después de un examen. Palabrita que yo estaba convencida de irme a mi casa, que tenía cositas que hacer (si bien no recuerdo cuáles). Pero ahí entra la truculenta mente de los colegas: en un momento que vas al váter, hala, ya te han pedido otra. Con esa dinámica, te pasas la mitad de la tarde en el váter y la otra mitad bebiéndote lo que te piden mientras estás ahí dentro. Qué agobio, de verdad.
Y eso sólo es la primera. Luego, a alguna mente privilegiada se le ocurre pedir una tabla de quesos (qué ricos, oye) y, claro, el queso pide tintorro... o cerveza, como era en este caso.
Luego, como empieza la gente a alegrarse, pues hay que brindar por unos y otros, los cumpleaños pasados, presentes y futuros y la tía de la abuela del cuñado del camarero, que pone cara de póker pero, seguro, está hasta la bolilla de tí y tus colegas, ahí armando bulla y dando el coñazo. Y no os echa porque, al fin y al cabo, os estáis dejando las pelas.
Después, hay que brindar por el Atleti, que fue el último año que ganó la liga (snif), decir unas cuatrocientas tonterías, entre ellas "oye, que yo me tengo que ir". Y vosotros diréis: vamos a ver, ¿para qué tenías que irte tropecientas horas después? Pero tú ya no recuerdas exactamente qué es lo que tenías que hacer, aunque supones que era algo medianamente importante, si no, no habrías dicho que sólo querías una caña.
Entonces aparece en la tasca alguien que conoce a alguno de tus amiguetes y vuelta a empezar: que si "cuánto tiempo", que si "tómate algo", que si "mira, ésta es ésa y ése aquél", presentaciones diversas que dan para otras tantas cañas. Tú, ahí, subsumida en vasos (mola el palabro, lo decía una jefa mía), que se te acumula el trabajo y la cosa se agrava, porque cada vez te haces más pis.
En ese momento, descubres que alguien pidió una de bravas y te las tienes que apretar, porque se están quedando frías, pero otro alguien te larga otra cerveza para que pasen, porque es mentira, no se están quedando frías, queman como demonios y te has escaldado la lengua. Piensas, por enésima vez, qué porras pintas tú ahí, si tenías, en realidad, que irte... Pero tu voluntad es cada vez más débil. Por fortuna, de otra forma, quedarías como una nenaza aburrida y la fama cuesta, como decían en la tele hace milientos siglos.
A todo ésto, las once de la noche... y tú tenías que irte a las cinco, malhaya sea tu suerte. Así que alguien te dice "si ya no llegas, tómate otra, mujer" y tú piensas que, efectivamente, de perdidos al río y te tomas una, que tampoco vas a ir muy lejos ya...
De esa forma llegas a la penúltima, porque el camarero siente compasión de vosotros y decide invitaros a una ronda. Nos ha jodío, doscientos millones de euros en una  tarde, es para invitarte a seis o siete, no a una... Generoooooooso. Y tú no vas a decir que no, claro está, que te quedan doce brindis más por la exaltación de la amistad y esas cosas que pasan ya a estas alturas. Oéoéoéoé.
Total, que llegas a casa a las mil y te encuentras lo que tenías que hacer, tan mono ello. Pero menudo cuerpo que traes para ponerte a resolverlo.
Qué queréis que os diga, nunca se puede creer que te vas a tomar una sola caña, porque jamás lo haces y, al final, es un estrés y un sinvivir.

5 comentarios:

  1. Que gran profesora de la vida he hallado en tí oh gran malele, menos mal que desde hace tiempo eso a mí no me pasa, porque dejé de beber, aunque ahora que estoy volviendo tampoco me pasa, supongo que seré un coñazo que no veas, después de todo...
    Snif snif, aunque a lo mejor es que no puse desodorante....

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  2. Gracias, gracias, así me gusta, que alguien escarmiente en cabeza ajena. No me acordaba, es verdad que dejaste la bebida, pero no recordabas dónde.
    En cuanto a lo de ser un coñazo, debe ser también de familia, oye, y a mucha honra. Snif y más snif (yo sí que me puse, son amargas lágrimas).

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  3. Es que en el fondo ir a tomar una caña es como ir a por el pan... un estrés y un sinvivir.
    Muaka.

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  4. Lo de "sólo una" se le dice al marido o la mujer correspondiente, "que me he encontrado a equis y tomamos una y voy para casa", lo peor es lo que dices, que cuando llegas a casa tienes la cena por hacer, los niños por bañar, .... eso sí que es un estrés y un sinvivir. Por cierto, Pablo, éso de dejar de beber cuánto te va a durar? Ah, ya. Un beso.

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  5. Veo que no soy la única que no tiene voluntad. Eso anima, aunque también deprima un poquillo, a la vez. No entiendo la paradoja. Creo que me he liado...
    Ah, y Pablo no creo que esté ahora mismo en dique seco, porque no creo que en Letonia esté bebiendo agua de litines en ese French Bar que parece la versión báltica del Poli.

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