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lunes, 28 de febrero de 2011

Nuevos límites de velocidad, ¿pa qué?

Llevo un par de días ojiplática, como dice una amiga, con la nueva medida para la recortar el consumo de petróleo. Sí, ya sabéis, eso de reducir la velocidad máxima en autopistas y autovías a 110 Kms hora. Y, claro está, se me ocurren muchas cosas:
La primera es cómo convertir esa velocidad, en kilómetros por hora a otra más asumible, como leguas por ratejo. Ya sé que vais a pensar que estoy más pallá que pacá pero es que, de verdad, esta cuestión me ha dejado tan perpleja que trato de recuperarme del estado catatónico obligando a mi mente a realizar sucios jueguecillos, como el cambio de unidades que ya propuse en una de mis últimas entradas. No me servirá de nada pero, al menos, me entretengo. No como vosotros, que estáis ahí mano sobre mano, ociosos, más que ociosos.
La segunda es si esta vez me daréis, por fin, la razón, y convendréis conmigo en que es mucho más práctico viajar en mula, pues a todas las ventajas que ya enumeré, hay que añadirle que no te multan por exceso de velocidad. No se las puede meter en autovía pero, de verdad, ¿para qué queréis meter una mula en la autovía? ¿Es que estáis tontos?
La tercera y última es que, los que estamos condenados a conducir en hora punta, no llegaremos jamás a desarrollar esas velocidades de vértigo (snif). Así que, a lo mejor, podría rebajarse más aún la velocidad, por ejemplo, a 4 leguas por hora (máomeno), que viene a ser lo que recorremos entre nona y vísperas, en fin, lo que tardamos en volver del trabajo. Vendría a ser como lo de los niños pequeños, "ñeñeñeñeñe, que a mí no me jode, porque ya estoy jodida de antes". Penoso, pero sublime, a la vez.
¿Alguno de vosotros se comió el marronazo del puente de la Cea, el otro día? Porque yo sí (mas snif) y, la verdad, hubiera dado mis ahorros queridos, si los hubiera tenido, por llegar a poner mi humilde bishillo a 110. Jajá. 110 veces me escuché el cedé que llevaba, que no es lo mismo. Nunca, hasta entonces, había pensado que podía llegar a cansarme de los "Shocking Blue" y su "Nunca te cases con un ferroviario". Y es que, bajo la presión adecuada, todos los mitos caen. Qué penita, maaaadre.
Pues eso, tres horas para que, encima, me desviaran a la M-40, maligna vía que te lleva  donde ella quiere, no donde tú necesitas. Lo bueno era que todo el mundo andaba tan despistado como yo, sin saber en qué carril ponerse, porque todos eran los de los  tontos (el mío más, como siempre). Me hubiera gustado saludar a los otros conductores, para darles ánimos, pero pensé que, lo mismo, creían que buscaba plan, así que no hice nada... salvo intentar leer los carteles por los que iba pasando y que, según ellos, te llevarían en un pispás a cualquier sitio incomprensible (a ver, ¿a dónde va a parar la P-8300? ¿Y la R que R?). Lo único que quedaba claro era cómo volver a San Fernando, para salir de nuevo al atasco. ¿Por qué no? Hay gente a la que le mola.
En esos casos, cuando consigues leer un nombre que te suena - no sé, "Jacometrezo", por ejemplo-, hay que ver la ilu que te hace, te crees que has encontrado a un viejo amigo y que el mundo vuelve a ser tuyo... Tururú. A todos los demás les pasa lo mismo que a ti, es la única calle que conocen de todo el galimatías ése de "preseñalización con señalización para señalizar una señal que no señala nada porque se ha roto" o algo así, que te contaban en la autoescuela, qué tiempos aquéllos, así que salís todos por la misma y, hala, como en procesión. a 20... (centímetros por hora).
Ya sé que alguna va a decir que, por los Madriles, somos todos mutantes y estamos acostumbrados a comernos tamaños marronazos sin morir de un patatús y, en cierta medida, tiene razón. Lo malo es cuando te pasa como a mí aquel día: que te estás meando desde que has salido de la ofi. ¡Qué maaaaaaaaaaaaal!
En fin, que a pasito de tortuga reumática, hasta el gorro del disco que llevaba puesto, sin tener ni guarra de lo que había pasado (síii, yaaaa, me vais a decir que por qué no puse la radio; pues muy fácil: porque se me olvidó sacar la antena del maletero y no sintonizaba una mierda) y, encima, haciéndome pis, hubiera dado las gafas, que es la más valiosa de mis posesiones, por poder poner el coche a 110, aunque sólo fuera un ratito. A eso se le llama relatividad (¿relativiqué?).
Así que, si queréis estar contentos a pesar de la nueva medida, seguid mi consejo, no tenéis más que pasar vuestra vida en un continuo y repugnante atasco. Si conseguís sobrevivir sin que os suba la tensión, el colesterol, los triglicéridos, las transaminasas y las paredes (bueno, por las paredes os subís vosotros), os dará igual, porque el nuevo límite velocidad será para vosotros como lo del viaje de vacaciones a Marte: algo que oís por ahí pero estáis seguros nunca se va a producir.
Entiendo que es una mierda, pero oye, cada cual se consuela como puede. Porque yo no sé si vamos a ahorrar mucho petróleo, pero esto va a ser un estrés y un sinvivir.

3 comentarios:

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  2. A 110 multas no sé si pagaremos, pero hostias que nos vamos a pegar ni dudarlo, porque por la autovía o autopista vas a 130 y te peinan el retrovisor todos, digo TODOS los coches, así que a 110 en vez de que Lucía pregunte 257 veces "cuándo llegamos" mejor nos vamos a la playa en el ave, con la sombrilla en clase Preferente, la pamela y la hamaca, que se jodan los políticos (que son los únicos que pagan los billetes preferentes del ave, evidentemente)

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  3. Veo que mi entrada de esta semana ha levantado ampollas. Tomadlo con calma, criaturillas, empezad a buscar un sitio donde os vendan una mula a buen precio y ganaréis en calidad de vida, no contaminaréis más en jamás de los jamases y, por ende, quedaréis de modelnas que ni os cuento. Que es que no aguantáis ni una avispa en la punta del capullo, de verdad.
    Trato de imaginarme a Lucía viajando de Zaragoza a Girona en mula y seguro que lo acababa disfrutando. Si es que estáis contaminadas por las prisas de la vida madrileña, aunque estéis lejos. Eso sí que es un estrés y un sinvivir.

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