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lunes, 5 de marzo de 2012

Pasteles, bombones y nueces de macadamia

Llevo una temporada que, por motivos que no alcanzo a comprender, toneladas de dulces se cruzan en mi camino... con desastrosos resultados para mi cinturita de avispa. Ya sé que tod@s empezamos el año con los mismos propósitos, entre ellos quedarnos hech@s un@s sílfides, para poder lucir el bikini en verano... Y también sé que tardamos nada más unos quince minutos en mandar al cuerno tan loables intenciones. Pero este año, no sé si por alguna conjunción astrológica, voy a renunciar al consabido régimen, no por desidia, sino por las constantes granizadas de tartas, bizcochos, helados, etc. que me están cayendo, sin ninguna compasión. Ya le dije una vez a mi sobrino que huír de semejantes fenómenos meteorológicos es de "copardes", que sólo hay una salida digna y es sucumbir a la tentación. Claro, así me luce el pelo.
Por ejemplo, ¿por qué este Carnaval a todo el mundo le ha dado, no sólo por preparar orejas, sino por convidarme? Pues dos compañeras me han traído cantidades ingentes de orejas que hubiera sido una descortesía rechazar, con la de tiempo que lleva prepararlas. Y ya que las tienes, las pruebas, joder, qué ricas. Tratas de distinguir los diferentes sabores que las conforman y, claro, en esta inocente actividad te has comido kilo y medio sin darte cuenta. Menos mal que no me dio por mojarlas en chocolate, sólo en ponerles miel por encima. Lo menos me ahorré catorce calorías... Eso en junio se notará.
Pensaréis que, una vez pasado el Carnaval, este problema se habrá resuelto por sí solo para ser sustituido por un repentino ataque de bacalao y potajes, pero os equivocáis. Los malignos dulces me siguen acosando:
Ahora resulta que han abierto, cerca de mi academia de inglés, una tienda de chuches para adultos, una especie de franquicia sueca, que se llaman algo impronunciable que empieza por "oo" ("ooh, qué buenos, o algo parecido). Entras y te sientes como si fueras a tomar el té con Willy Bonka, qué barbaridad. Montañas de caramelos, bombones, ositos de gominola bañados en chocolate, esas nubecitas que ahora, no sé por qué, se llaman "masmalous" o algo parecido; regalices de todos los tamaños y sabores, bolitas de arándanos (¿cómo no habíamos descubierto aquí el enorme potencial de los arándanos? Seguro que sólo los utilizamos para hacer algún licor) y de coco (qué miedoooo), yo qué sé, la locura. Te dan una especie de cogedorcillo, una bolsita y, hala, a la carga, que todo tiene el mismo precio. Vamos, que practicar inglés me va a llevar a la diabetes antes de acabar el trimestre. Snif.
La cosa, obviamente, no acaba ahí. Resulta que reviso los tickets descuento del supermercado y veo que tengo un 10 % en helados y la mala pata de descubrirlo el día que han repuesto género y tienen como once mil vasitos de vainilla y nueces de macadamia. Y yo me pregunto ¿por qué está tan bueno ese jodío helado, si la vainilla es la cosa más insulsa que existe? Supongo que será por la macadamia, ¿qué cojones es la macadamia? Así que lo miro en la wikipedia y me entero de que es una planta de la familia de las proteáceas (aaaaah, aclaradooo) y que no sé cuántas variantes son venenosas. Espero que la que utilizan para los helados no lo sea porque, si no, ya me habría muerto... Creo que, para evitar a cualquiera que venga a casa el riesgo de intoxicarse, es mejor que me lo coma yo todo... Me parece que voy a reventar. Menos mal que se me han acabado los vales.
Si hago un breve examen de conciencia compruebo que he pasado los últimos quince días sometida a la tiranía de las bolitas de arándano, las de coco, las orejas de Carnaval y las nueces de macadamia. ¿Será por eso por lo que no me caben los pantalones?
Pero el ataque de la glucosa continúa: todavía queda sufrir la maldición de los bizcochos caseros de chocolate y avellanas. ¿A qué mente perversa se le ocurrió tan herética y deliciosa receta? ¿Por qué todo el mundo aprovecha los cumpleaños de los amigos para prepararlos? ¿Por qué estoy invitada a tales fiestas mistéricas? Lo ignoro, pero todavía tengo migas en los bolsillos.
El caso es que, si lo analizas fríamente, podrías evitar con cierta facilidad estas desconsideradas agresiones contra la línea: bastaría con rechazar amablemente las orejas alegando, por ejemplo, que de lo que se come, se cría (o, más educadamente, decir que estás a régimen sólo de acelgas, o algo así); salir de clase de inglés por el lado contrario: así, además de una paseata de una hora, que te sentará fenomenal te evitarás pasar por la maligna tienda; tirar los tickets de descuento, salvo cuando sean para productos dietéticos y sin azúcar; declinar las invitaciones a las fiestas de cumpleaños diciendo que te has quedado encerrada en el váter y no puedes salir hasta que venga el cerrajero; renunciar a meter las manos en los bolsillos (además, no es nada elegante) y luego lamer las migas de los dedos... Así conseguirías llevar una vida mucho menos dulce y tus lorzas te lo agradecerían. Podrías dedicarte al ejercicio intensivo, las crudités y, en todo caso, investigar sobre las virtudes de las nueces de macadamia separadas de su triste envoltorio de vainilla; renunciar a todo tipo de interacción social (celebraciones con los compañeros, cumpleaños de los colegas...) y convertirte en un ser autista, delgadito y, posiblemente, económicamente mejor situado, porque te ahorrarás una pasta en dulces...
Pues vaya una mierda; prefiero seguir siendo prisionera de la lorza y disfrutar de estos arranques de chocolate y nueces. Que la vida sin pasteles es un estrés y un sinvivir.

7 comentarios:

  1. Aaaaahhhh, el asunto de los arándanos, si no vienes pronto nos lo beberemos todo sin tí y no se puede comprar más porque lo venden solo en los pueblos de frontera del Pirineo.... En cuanto a lo de las calorías, yo ya he desistido y me he puesto en la talla 50 más feliz que una perdiz. Y que le den al resto. Mua a todos.

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  2. Ah, y por si no la habéis descubierto, lo que de verdad mooooola es el apartado de helados de Mercadona. A mí me gustan los minihelados, que te comes tres o cuatro y parece que no te has comido nada....

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  3. No me recuerdes los helados del Mercadona, menos mal que no tengo ningun cerca... Pero llevo dos días acosada por los pastelitos árabes, con los dedos llenos de miel y pistachos en las orejas, ¡qué ricos! Supongo que esta semana engordaré otros veinticinco kilos. Snif y más snif.

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  4. Os comunico que hay unos heladitos en Mercadona que están hechos "sin azúcares añadidos". Están un poco menos buenos, pero se hace una la ilu de que no engordan ni la mitad (pffff) y se come el doble, claro.
    Otra tentación para los muy golosos, un bote de leche de condensada de kilo, cucharadita a cucharadita viendo una peli. Es lo que hace mi ksto, que luego me echa a mí la bronca porque me gusta más un saco de palomitas.
    Tanto lo dulce como lo salado, como su carencia, convierten nuestro día a día en un estrés y un sinvivir.
    Por cierto, a ver cuándo quedamos y nos tomamos unas birras con bombones.
    Ósculos para todos.

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  5. ¿Y qué me dices de las magdalenitas pequeñitas? Porque una bolsa puede caer entera viendo la tele, tranquilamente.
    Sobre palomitas tampoco digo nada, que soy de las que coge el combo ése enorme en el cine y luego me paso la tarde entera buscando un palillo para sacarme las cascaritas de entre los dientes. Bueno, pues no es suficiente. En la primera parte de "El Señor de los Anillos", se me acabaron antes de que Frodo llegara a Rivendel y tuve que mandar a Javi a por más. Eso sí que fue un estrés y un sinvivir... Para "Las dos torres", directamente me compré dos cartuchos grandes. Una seeeeeed...
    Lo de las birras, cuando quieras, ya sabes que tengo preparado un pisco envejecido.

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  6. Como sois todas.. solo pensais en las golosinas y yo a dieta... menos mal que caté ese pisco envejecido.. claro que otros pocos, solo tres, se bebieron la botella enteritita y tamn agustito que estaban...¿Dormiriais bien?¿nooo???

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    1. Creo que alguno se levantó un poco perjudicado, pero no fui yo, que conste... Bien rico que estaba el pisquito.

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