Vistas de página en total

martes, 31 de enero de 2012

Los monstruos nos invaden (miedito)

El otro día, gracias a la tele, por todos denigrada (con lo que instruyeeeeee), se me abrieron los ojos una cuarta (de hecho, casi se me caen al suelo) y fui consciente, aunque no por primera vez, de que la realidad es mucho más terrible que la ficción. Al fin y al cabo, de eso va este blog con el que os suelo poner la cabeza loca también a vosotros.
Y es que, según un programa que estuve viendo hace un par de domingos, la expedición de Orellana al Amazonas, de la que se cumple no sé qué centenario, fue diezmada ¡por los vampiros! Atiza, constipado, como decía mi amiga Anuski.
La reacción lógica ante tan terrible noticia es huir despavorida, entre estentóreos alaridos, hacia la tienda de ajos más próxima. Pero ya sabéis que no me gusta dejarme llevar por los arrebatos y, aun estando éste absolutamente justificado, no quise que corriera el pánico entre la población. Lo mismo era yo la única persona del mundo que estaba viendo aquel programa en ese momento y podían acusarme de sembrar el caos. Así que decidí investigar los fríos hechos con un poco de tranquilidad y reunir suficientes pruebas para desmentir la afirmación (en caso de obtener resultados negativos) o tener material para escribir otro de mis habituales bodrios (en caso positivo). Al final, sigo sin saber si el Conde Drácula se ha hecho una casita de verano en la jungla boliviana pero, por desgracia, he comprobado que los monstruos existen, están entre nosotros y nos acosan, pero el escepticismo que se extendió entre nosotros a partir del siglo XVIII nos impide darnos cuenta.
¿Y qué es lo que pasa? Pues lo que insinuaba en mi entrada de leyendas urbanas: que a algunos se los come un bicho y no sólo nadie pone remedio, sino que ni nos damos cuenta. Menos mal que, como de costumbre, estoy yo aquí para abriros los ojos.
Según un personaje de Elena Fortún, "un mostro" era "un renoceronte". Pero la realidad es mucho más terrible: los monstruos que viven a nuestro alrededor son los mismos que pueblan el folklore y las pelis de terror. Nos sabemos al dedillo la forma de derrotarlos, pero no lo hacemos por incrédulos. Snif.
Lo de los vampiros, por ejemplo: sales con un grupo de colegas y, a medida que avanza la noche, el grupo se va reduciendo, de forma lenta, pero segura. Cuando, por la mañana, tratas de contactar con los desaparecidos, los encuentras pálidos, ojerosos, dicen sentirse cansados y no hacen más que beber agua, lo que es clara prueba de que han sido convenientemente succionados por algún chupasangres. Ellos se escudan en la resaca y, por culpa de su rechazo, el mal se extiende (más snif).
Otros monstruos que nos acosan: la última vez que tuve que abrir el bote sifónico del baño, comprobé que el hombre-hombre lobo aprovecha para venir a ducharse a mi casa cuando yo estoy en el curro. ¿De dónde si no salen esos quinientos metros cúbicos de pelos que lo obstruyen? Así que, si estáis en mi casa una noche de luna llena y oís un mugido, tranquilos, que soy yo; pero si es un gruñido lobuno, no esperéis, ¡huid, insensatos! (ya lo decía Gandalf).
Pero lo peor no es eso: no es el hombre-lobo la única criatura maligna que me "okupa" el váter sin permiso. También el Monstruo de la Laguna Negra recorre mis desagües y sale, de vez en cuando, a darse un garbeo por ahí. Lo delatan unas huellas mojadas de pies con enormes y mal recortadas uñas (chof, chof). Hay quien dice que estos rastros son míos, pero os aseguro que me corto las uñas de los pies siempre que hace falta. Es el monstruo, qué jodío, que ya podía coger la fregona, tampoco cuesta tanto. Pues no, el cabronazo sigue el aroma a pescado que sale del frigorífico, que no se me ocurre otro motivo para sus repugnantes visitas.
Aun hay cosas peores, el metro a las seis de la mañana, por ejemplo. Está invadido por los zombies. Cuando voy a trabajar entro en el vagón poniendo la mirada vacía y emitiendo suaves ruiditos (grmgrmgrm), para camuflarme entre ellos y que no me muerdan el cogote. Creo que hay más personas que hacen lo mismo, lo cual quiere decir que la plaga de los muertos vivientes se puede controlar... Aunque tengo mis dudas cuando veo las marabuntas furiosas que se abalanzan sobre los expositores de las rebajas en los grandes almacenes. Si rebuscas con suficiente interés, debajo de los jerseys de punto puedes encontrar puñaditos de sesos frescos, pero no están rebajados, no os dejéis engañar.
Y no me digáis que nunca os habéis encontrado un fantasma... o un fantasmón, porque yo conozco unos cuantos. Si vosotros no habéis tenido esta experiencia, os los regalo, porfi, anda...
Esto ya es para nota, un amigo mío afirmaba estar poseído por Carmen Sevilla. Medio en broma empezó a imitarla y le salía tan bien que ya no fue capaz de dejarlo, era el alma de todas las fiestas y llegó a fantasear con comprarse ovejitas. Él no fue consciente de su metamorfosis hasta una vez que tuvo que llamar a un teléfono de atención al cliente y, cuando le contestaron, saludó diciendo "hóola, buena noshe". Fue necesario un equivalente de exorcismo que consistió en prohibirle ver la tele durante varios meses y bombardearle con imágenes subliminales de playas caribeñas, bocadillos de tortilla y átomos de hidrógeno. Pasó una breve fase en que hablaba con la voz de Lola Flores, pero parece haberse recuperado bien. Ahora, con otro nombre y una nueva identidad, reside en un país extranjero, lo más lejos posible de todas las folklóricas. Deseo que todo le vaya bien. Yo le añoro (requetesnif).
Como de costumbre, la lista podría alargarse ad infinitum (brujas en la escalera, gente reconstruída por el doctor Frankenstein - aunque él no le puso tetas al monstruo - y qué sé yo qué más), pero creo que ya es suficiente con esto... Al menos, para mí. Vivo aterrorizada y, cada vez que un chorro de aire frío me eriza los pelos de la nuca, sé que otro nuevo monstruo se está preparando para entrar en mi vida, aunque me digan los del mantenimiento que es la renovación del aire acondicionado. Sí, ya, y yo me lo creo. Paso un miedo atroz y es un estrés y un sinvivir.

11 comentarios:

  1. Para monstruos del repertorio los empleados de banca. Yo creo que de verdad son todos extraterrestres, la pena es que no hay suficientes hombres de negro para acabar con todos....

    ResponderEliminar
  2. Bueno, mejor pensado, que los hombres de negro acaben con todos los empleados de banca bordes y catetos y conquisten el corazón de las Cortés si son tan guapos como Will Smith.

    ResponderEliminar
  3. Ah, bueno...
    Es que he dejado muchos "bostros" para otro día, que si no me salía muy larga la entrada... Pero algún día hablaré de mis surrealistas experiencias cuando voy al banco, que también haylas.

    ResponderEliminar
  4. yo nunca entendí cuando tus amigos te dicen eso de "...que monstruo el tío..." Dicen que es un piropo. ¡¡desconfía!! yo les contesto " tú si que eres feo, mamón"

    ResponderEliminar
  5. Bueno,bueno, menos mal que ha habido rectificación de lo de los empleados de banca... aunque ahora que lo pienso, es que (algunos, los majos) estamos poseídos (pos esos) y ya nos limitamos a decir "siguienteee, no, los recibos sólo se pagan los martes y jueeves, que venga Will Smith, por favor".En fin, que lo que yo iba a decir es que me acabáis de desvelar por qué me encuentro tan mal los sábados por la mañana cuando de todos es sabido que yo no bebo, resulta que me han succionado por ahí, ah bueno, ya me quedo más tranquila, siempre es mejor tener las venas vacías que llenas de alcohol, o ¿es que cuando me noto sin fluidos ingiero todo lo que me encuentro (hasta el agua de los floreros) para suplirlos?. Mon Dieu, de verdad que esto es un estrés y un sinvivir, qué razón tienes, sister.

    ResponderEliminar
  6. ¿Veis como tengo razón? Lo que pasa es que los monstruos se camuflan muy bien y nos hacen creer que no existen. Por eso se han inventado lo de "Pepe, eres un monstruo", como bien dice Juancar. Y Mari, yo siempre he sospechado que te succionaba un vampiro, porque esas largas noches pasadas mano sobre mano, a base de fanta de mirinda, no podían tener luego un desenlace tan "hododosísimo". Un consejo, restriégate el cogote con ajos frescos. Es un pestucio, pero yo he conseguido que, las noches que me quedo en casa, no me succione ningún vampirillo.

    ResponderEliminar
  7. Mira Mari, a ver si va a ser verdad que lo tuyo es por la mirinda de naranja.... y no tiene nada que ver con las cosas "hododosas" ni monstruosas, sino con una intoxicación real y manifiesta de burbujas incontroladas de color dorado....

    ResponderEliminar
  8. Pues a lo mejor vas a tener razón, oh, sabia voz u oráculo del Moncayo... Ciertas burbujitas de color dorado han desempeñado un importante papel en nuestras vidas. A ver si no va a ser intolerancia a la lactosa, sino a la fanta de mirinda...

    ResponderEliminar
  9. Chicas, yo es que siempre me he jactado de ser muy tolerante, y ahora, a mis años, que me digáis que tengo intolerancia a algo, sea a la lactosa, a la naranjamirindoida o a cualesquiera cosa, puf, me resulta muy duro, "a la vejez viruelas" que dice mi santa madre, oseasé, que ya no está una para tener intolerancias, o, por el contrario sí, quién sabe, oh Dios mìo, ¿qué cojones es esto?. Bueno, en todo caso os digo que en el banco donde yo trabajo hay unos fantasmas, que no son los del Roxy, porque en dicho local no había un cine, sino una tintorería, y lo que vemos mis compis y yo cuando vamos al baño es a una tía que lleva un gorrito y un mandil blanco y un montón de ropa sucia redoblada en el brazo izquierdo mientras enciende luces y abre puertas que nosotros no vemos... por las mañanas siempre huele a limpio y hay montones de toallas, sábana y camisas dobladas por todos los estantes del archivo; si hubiera habido antaño en este local u restaurante, por lo menos nos habríamos encontrado algún día el desayuno hecho, tostaditas, café, hmmmm, etc.
    Oh, se me ha ido la pinza, sorry.
    :)

    ResponderEliminar
  10. MARISOL LEGAÑA again12 de febrero de 2012, 22:59

    Perdón, alguna errata involuntaria.

    ResponderEliminar
  11. Hace tiempo me contó el paaaapa que había un fantasma en el Alcampo de Alcalá de Henares, que lo veían los vigilantes por la noche y que a uno le habían tenido que dar la baja por chifladura fantasmoide. Pero eso de que el vuestro os traiga toallas... vamos, es un detalle. Y si os limpia la oficina, ya podría venir a pasar la aspiradora debajo de mi cama, que yo no llego. Hoy ha aparecido mi osito de peluche envuelto en pelotillas y he tenido que meterlo en la lavadora. Pero no me guarda rencor, sino que se ha quedado todo blanquito y mono.

    ResponderEliminar