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jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi vaca y yo

Antes de irme de vacaciones, me compré una vaca enlatada: ya sabéis, uno de esos botecitos, con agujeros en la tapa, que les das la vuelta y sueltan un ruido similar a un mugido. La verdad, era algo que deseaba fervientemente desde hace más de veinte años, mi propia vaca. Acompaña mucho una vaca, yo las recomiendo como animales de compañía: como son de mentira, ni se cagan, ni tienes que darles de comer, ni protestan más que cuando tú les dejas. Aquellos niños que se engancharon al tamagotchi yo creo que fue porque no tuvieron una vaca.
Enseguida cogí mucho cariño a mi animalillo y decidí llevarlo al trabajo. Algunos colegas tienen plantitas en la repisa de la ventana, pues yo tengo una vaca y hago uso de ella cuando me encuentro con alguien o cuando hablo por teléfono.
Me explico. Si coincido doce mil veces cada día con un compañero, puedo hacer tres cosas: ser una autista y no saludar más que una vez y mirar, las demás, hacia otro lado; ser una plasta y hacerlo todas las veces y ser una mujer práctica y sacar a pasear a la vaca.
La primera opción, es obvio que no me gusta, ya que se te pone cara de gilipollas y, además, yo no soy capaz de callarme ni debajo del agua, iría contra mi naturaleza. La segunda es la que practiqué durante años, con el resultado de que la gente se escondía en los rincones, pasillos y cuartos de baño cada vez que me veía pasar (es broma, pero seguro a más de uno se le ocurrió hacerlo, tras tener que saludarme cuarenta y ocho veces seguidas en un día).
En cambio, con una vaca todo es mejor y más bonito. Dices hola una vez y las demás sólo tienes que dejar que tu vaca hable por tí. Ahorras saliva y, al mismo tiempo, demuestras que eres persona educada que nunca ignora a los compañeros. Además, no importa que no te vean, como pasa cuando haces "asín" con la manita, todo el mundo pega un brinco si oye un mugido a su espalda, sobre todo si tiene experiencia taurina en fiestas de pueblos.
Una compañera, incluso, fue capaz de identificarme, sin darse la vuelta, sólo escuchando mi peculiar saludo. Esto ya es para nota pero, según ella, ¿quién, sino yo, iba a ir por ahí mugiendo a la gente?
Lamentablemente, mi iniciativa ya ha encontrado algunos seguidores, amiguetes que, al comentarles la idiosincrasia de mi nueva mascota, han decidido tener la suya propia, otros que comentan por aquí y por allá, lo bien que se cría mi vaquita, etc. Total, que veo que, en breve, si Dios no lo remedia, mi vaca y yo saldremos del anonimato y ya no podré disfrutar con las caras de la gente cada vez que oigan mis mugiditos.
Vamos, que pronto los centros de trabajo se verán inundados de vacas, oiremos mugidos en el cine, el metro o la biblioteca y todo por mi culpa (snif). No se puede crear tendencia. Esto es un estrés y un sinvivir.

5 comentarios:

  1. Estás hecha toda una creadora de tendencias, ja, ja, ja.....

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  2. Qué gran razón tienes, ya me piden mi opinión en los foros más "cool" del planeta. Incluso se está planteando el diseño de una nueva línea de vacas... o tal vez dos, no me acuerdo.

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  3. oooo me voy a comprar una para no protestar a los arbitros, solo hacerles: muuuuuuuuuu jajajajaja
    tu sobrino (el favorito ya sabes) te saluda jejeje

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  4. Pues nada, sabiendo que tú también te apuntas a la moda de la vaca, en cuanto encuentre una te la haré llegar. Además, te viene de perlas para los partidos, así no te pueden pitar una técnica, ¿no? Al menos, yo nunca oí que expulsaran a ningún entrenador de la cancha por culpa de unas vacas... aunque siempre puede ser la primera vez.

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  5. Yo también tengo vaca.
    Una de las veces se la apliqué a la administrativa del Servicio de Atención al Paciente de mi Hospital, la más mema del universo conocido y por conocer. Todo el archivo partido por el eje de risa, y la otra al otro lado del teléfono: "qué es ese ruido? no te oigo bien" y yo, seria, sin darle pábulo a la cosa: "dime, Antonia, te escucho".
    Mi jefe pasó y la vió, y desde entonces quiere una, pero no hay en todos los Imaginarium, y estamos a ver si le conseguimos una con la que soltar estrés.
    Las vacas ayudan mucho a romper el hielo, la tensión y los nervios. Bendita sea la vaca y que Dios la guarde muchos años en los establos de nuestros escritorios. Dos vueltas de vaca arreglan más que dos ministros. Lo mismo teníamos que enviarle una a Zapatero, vaya a ser que una vaca es exactamente lo que necesita el país.

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